jueves, 30 de junio de 2016

Amanecer en Barcelona

Hace unas semanas participé en un seminario de actualización en Derecho Penal.

Como todo, el derecho se ha de adaptar a los tiempos, y aunque las leyes pretenden conseguir armonizarlo con la vida, esto es cosa difícil, pues la segunda va siempre mucho más rápida que el primero.

Creo que uno de los placeres que nos brinda gratis la naturaleza, es levantarse antes que lo haga el sol y verlo emerger del horizonte, y aunque en mayo eso supone madrugar, todas las mañanas cuando aún clareaba, era con frecuencia el único viajero del autobús, aunque no sucedía lo mismo al transbordar al tren.

Los modernos trenes son rápidos y silenciosos, con vagones de dos pisos y aire acondicionado, aunque sin la figura entrañable del revisor que, con su inseparable máquina de “picar” billetes, se oía desde mucho antes de llegar. Ahora todo lo hace un ordenador, sin que sea necesaria la intervención de persona alguna.

Pese a ser una hora tan temprana el tren siempre va lleno, aunque durante el viaje nadie habla con nadie. Todos leen – o simulan hacerlo – quizás al objeto de no tener que mirar a quien se sienta frente a ellos en el vagón, y cuando una voz metálica anuncia que la próxima parada es Barcelona, todos se levantan y se dirigen en silencio hacia la salida.

Aún es temprano, y resulta delicioso pasear por el centro de una ciudad que se despereza. Barcelona, es una urbe que jamás duerme, siempre con gente en sus calles, que a estas horas todavía son cómodas para transitar, al no estar aún invadidas por los miles de turistas que diariamente las visitan.

Estos días, hacía siempre el mismo itinerario; subir a pie por el Paseo de Gracia hasta la Avenida de la Diagonal y girar luego hacia la derecha en dirección a la calle de Rosellón, en donde se impartían las clases.

Los amaneceres de finales de mayo en la ciudad condal son aun frescos y agradables, y los frondosos árboles de sus avenidas muestran todo su verdor primaveral. En las aceras, además de los camareros preparando las terrazas de los bares, llama la atención ver a hombres y mujeres, hurgando en los contenedores de basura. Unos llevan mochilas, otros bolsas o carros de supermercado, pero todos algo en donde poder guardar lo que encuentran entre los residuos.

Mientras lo hacen, hay quienes miran como avergonzados a los transeúntes, en tanto que otros, quizás ya más avezados a hacerlo, no reparan en si son o no observados... Forman parte del ejército de los "sin techo", que viven como fantasmas en bancos, parques y plazas públicas de la gigantesca ciudad...

Ya casi llegando a la Avenida Diagonal, en una de las suntuosas tiendas del Paseo de Gracia, cada día había una mujer - recogida sobre si misma - con la cabeza cubierta por un raído jersey, durmiendo sobre la moqueta de entrada que se adentra accesible hasta la puerta de seguridad.

Cada vez hay más gente así por las calles. Al verlas no puede evitarse pensar que - en alguna circunstancia - podrías ser uno de ellos, y entonces aprecias mucho más el tener una casa, una familia.. y agradeces tu suerte.

Ya en el aula - con la extraña sensación de advertir que el paseo matinal en cierto modo se ha frustrado - empezamos a hablar de la propiedad intelectual, de los límites de la coautoría o de la llamada " ley mordaza"...

Mientras, la calle se ha ido llenando de gente. Los que continúan buscando entre las basuras,  ya casi no se advierten entre tanta multitud...

La vida -inexorablemente- sigue...
   
J. M . Hidalgo

La Noche de los cuchillos Largos, una “purga” en el partido Nazi.

Tal día como hoy 30 de junio de 1934, tiene lugar el Alemania una serie de asesinatos en la llamada “Noche de los cuchillos Largos”.

La acción se llevó a cabo como consecuencia de una lucha personal entre Ernst Röhm, jefe de la SA y Adolf Hitler, que veía en el primero un obstáculo para la consecución del poder absoluto.

Röhm había organizado la SA o “tropas de asalto”, estructura paramilitar del partido nazi de la que Hitler le ofreció la jefatura. Esta institución adquirió cada cada vez mayor importancia, pues el número de sus efectivos pasó de unos 3.500 a 70.000  en poco tiempo.

No obstante, cada día ambos dirigentes se bifurcan más, y mientras Röhm pretendía lograr la unificación de la SA con el ejército alemán, Hitler veía en esto un problema, conflicto que se  recrudece cuando - pese a la oposición de Hitler - Röhm insiste en su propósito, tomando sus propias iniciativas.

Para los planes de Hitler, la SA fuera de su control, significaba una cortapisa de su propia libertad de acción y cuando el ejército alemán le juró fidelidad mientras mostraba su oposición a esta fuerza paramilitar, decidió pasar a la acción.

Hitler usó la “purga” del partido para eliminar a los críticos con su régimen y a sus antiguos enemigos. El número total de muertos pudo ascender a varios cientos, y más de mil oponentes del régimen fueron arrestados.

La mayor parte de los asesinatos los llevaron a cabo las SS - un cuerpo de élite nazi - y la Gestapo, la policía secreta del régimen. La purga reforzó y consolidó el apoyo de los militares a Hitler, y los tribunales alemanas no condenaron las ejecuciones extrajudiciales, para demostrar su lealtad al régimen.

Róhm enviado a prisión por el mismo Hitler, fue posteriormente asesinado en ella y junto con él, murieron otros miembros “sospechosos” de traicionar al Fürer. 

“La Noche de los Cuchillos Largos”, fue el último obstáculo que Hitler debió librar, antes de obtener el poder absoluto del estado alemán.

miércoles, 29 de junio de 2016

La vaca


Aunque por su título lo parezca, no es esta, una historia rural, sino que - antes al contrario - es urbana y bien urbana, y hasta más que urbana, ya que ocurrió en el aeropuerto de Barcelona.

Cuando los hechos sucedieron, los aeropuertos eran lugares casi bucólicos, que los domingos se llenaban de familias con sus hijos, al objeto de poder ver despegar y aterrizar los aviones, espectáculo que – además de gratis –permitía tomar el sol y pasear al aire libre, pues las normas de seguridad eran casi infantiles, y no como ahora, en que te quitan hasta los zapatos, cuando te dispones a penetrar en su interior.

El caso es que un día, en las proximidades del recinto, se averió un camión que transportaba reses al matadero, y como la avería resultó ser considerable, hubo de trasladarse la carga a otro vehículo. No debía ser muy diestro el vaquero encargado de la operación de trasvase, pues uno de los animales que transportaba, luego de cornear al mozo, escapó corriendo del lugar introduciéndose en el recinto aeroportuario, a través de la “valla perimetral”, eufemístico nombre, con el que se conocía la cerca que rodeaban el complejo - en muchos tramos hecha con simple tela de gallinero –  y con notables agujeros en su estructura.

Tras una tímida e infructuosa incursión en el recinto, el vapuleado vaquero, decidió volver sobre sus pasos, e informar a su jefe de lo sucedido, en parte debido a que pese a la escasa consistencia del cercado protector, sobre el mismo había un contundente cartel, que rezaba en letras negras “Zona de seguridad militar - Prohibido el paso”.

En aquellos años, en nuestro país pintaban espadas, y por eso, el mando del aeropuerto estaba encomendado a un militar - el coronel director - que actuaba más como lo primero, que como lo segundo, rigiendo los destinos del complejo, como si fuese un cuartel, y relacionándose con los que en él trabajaban, igual que con soldados de reemplazo.

Por eso, cuando se recibió la petición de búsqueda del bóvido, ordenó hacerla sin mucha convicción ni deseo, y una vez supo que el animal se había refugiado, en unos cañaverales semi – pantanosos, de uno de los bordes del complejo, y que además plantaba cara y perseguía, a los que habían intentado desalojarlo de allí, no hizo nada por recuperar al cornúpeta, que más feliz que un bendito, se pasaba los días rumiando plácidamente entre los cañaverales, y disfrutando de su reciente e inesperado indulto.

Pero poco duró la tranquilidad, porque el cuadrúpedo, una vez se hizo al terreno, se permitía realizar incursiones - cada día más osadas - lejos del abrigo de las cañas donde vivía, que ponían en peligro la circulación aérea, pues sin el menor recato, atravesaba las pistas de vuelo, siéndole indiferente que al mismo tiempo esta fuese usada por los aviones, para sus maniobras de despegue o aterrizaje.

Por si la cosa pasaba a mayores, el coronel, dio las oportunas instrucciones a fin de acabar con el creciente peligro, y a este efecto organizó un safari interno, para cazar al semoviente, lo cual se realizó al más puro estilo africano, con derroche de armas de caza, que al final acabaron por abatir la pieza.

Una vez eliminado el peligro, y al objeto de dar final feliz a lo sucedido, se acordó celebrar con los filetes, y demás partes suculentas del rumiante, una barbacoa gigante a donde – bajo la presidencia del coronel – fue invitada toda la plana mayor del aeropuerto, que dieron buena cuenta de las magras extraídas al animal, ayudándose para su ingesta, de una notable cantidad de litros de buen rioja.

Se hallaban a los postres, y el licor de Baco había ya encandilado los ojos de más de un comensal, cuando al objeto de dejar constancia imperecedera del acto, se decidió la creación de la República Independiente del Aeropuerto del Prat, a cuyo objeto fueron nombrados, entre las carcajadas del auditorio, todos los ministros en función de la tarea o profesiones que desempeñaban.

Y así el coronel, fue designado - como  no – presidente, el comisario de policía ministro del interior, el delegado de Iberia, de transportes, el administrador de Aduanas, el de hacienda, y así hasta un total de más de veinte carteras, con sus secretarías generales correspondientes.

Habían casi concluido los nombramientos, cuando uno de los comensales, aún convaleciente de una operación de garganta, que le impedía hablar, gesticulaba intentando inútilmente hacerse entender por el resto de sus compañeros, que ajenos a sus actos, seguían con sus chanzas y chirigotas. Por fin el coronel, hecho el silencio, le invitó a que expresase por escrito, lo que quería comunicar a los demás.

En una servilleta de papel garabateó unas frases, que mostró luego a todos, en las que se leía: “Solicito el puesto de ministro portavoz del gobierno”. Al saberlo, tuve la íntima convicción, de que aquella república - para lo que había de decir - no podía tener un mejor portavoz.

Cuando días más tarde, el dueño del astado - tras saber el fin del semoviente - se personó exigiendo el importe de su animal sacrificado, el coronel, tras un concienzudo examen de los “daños ocasionados por el rumiante en las instalaciones aeroportuarias”, le trasladó una minuta de gastos, cuyo monto sumaba más que todo el patrimonio del reclamante, por lo que este - por si las moscas - decidió dar por conclusa su reclamación, y por perdida la res.

En aquellos tiempos - tiempos de espadas y bastos - los tribunales Contencioso Administrativos, tenían – de  no usarse – telarañas en la puerta.

J.M. Hidalgo (Historias de Gente Singular)

La conquista de Córdoba por Fernando III de Castilla “El Santo”

Tal día como hoy 29 de junio de 1236 las tropas de Fernando III de Castilla conquistan la ciudad de Córdoba a los musulmanes.

Tras la toma de Úbeda en 1233, la capital estaba sentenciada, ya que presentaba un flanco casi  desguarnecido y con fácil acceso a través del Guadalquivir. 

El rey Fernando estableció su campamento en Alcolea, lo que hizo desistir a caudillo árabe Ibn Hud de enfrentarse con los cristianos y los habitantes de Córdoba, al tener noticias del abandono del rey moro, acordaron rendirse en buenas condiciones, pero Fernando III estrechó más el cerco privándoles de alimentos hasta rendir sin pacto a los defensores y sólo les respetó sus vidas y su libertad, perdiendo todas sus propiedades. 

En la fiesta de Pedro y Pablo, los castellano-leoneses a la vista de todos, colocaron la cruz sobre el alminar de Abderramán III de la mezquita Aljama. La caída de la que fue capital de al-Andalus era más que un símbolo, la realidad de la eliminación de Islam como fuerza política de peso en la Península Ibérica. 

Las consecuencias de la conquista se dejaron sentir de inmediato y después de firmar la capitulación, la población musulmana fue totalmente erradicada, sustituyéndose rápidamente con gentes cristianas  llegados en masa de todas partes, animados por el reparto de tierras, hasta el punto que había muchos más habitantes que casas.

En la campiña, al entregarse voluntariamente las villas y castillos, permanecieron en ellos mediante pactos la mayoría de sus pobladores musulmanes, con administración de justicia, mezquitas y propiedades, limitándose los castellanos a tomar posesión de las fortificaciones y a repartirse las casas y tierras abandonadas por los fugitivos.

En las tierras repartidas se mantuvo el mismo tipo de propiedad y el rey castellano no hizo más que cambiar los nombres de los propietarios en las escrituras. Esta situación se mantuvo hasta 1263 a causa de su situación fronteriza con el reino de Granada que mantenía la zona en constante alerta.

Su carácter de zona militar influyó sobre la propiedad, proliferando los señoríos en todo el territorio.

martes, 28 de junio de 2016

Ingleses, inmigrantes, "Brexit" y subvenciones

Al poco tiempo de estrenar nuestra democracia, tuve ocasión de recibir en el Aeropuerto de Barcelona a una comisión oficial de la policía londinense - los Bobbies - que vinieron, con sus flamantes uniformes y característicos cascos de trabajo, en una visita de intercambio entre países miembros de la Unión Europea.

Siempre había sentido admiración por la forma de actuar de mis colegas británicos, sobre todo por el hecho de que en sus intervenciones iban desarmados, cosa impensable en nuestro país.

Con mi “inglés aeroportuario” – muy parecido al de las películas de Tarzán – indagué del Inspector Jefe que estaba al mando, como podían actuar con tanta seguridad en esas condiciones, a lo que el responsable aludido - con un evidente sentimiento de superioridad que se traslucía al hablar - aclaró : - “We impose the words...” de lo que más o menos entendí - “Nosotros nos imponemos con las palabras...”. Con lo cual me sentí definitivamente planchado y a la altura del betún...

Han trascurrido más de treinta años desde entonces y por lo que hemos podido observar desde hace un  tiempo, las palabras no resultan ya suficientes para imponer el orden en las calles de Londres ni en otras ciudades del Reino Unido.

Hace unos años ya se dio el primer aviso, produciéndose muertos en disturbios, ¡muertos, lo que entonces parecía impensable..! Pero los que aún recordamos las palabras del inglés, comprendemos que entre la realidad social sobre la que se proyectaba su acción hace esos treinta años y la que existe en la actualidad,  media un abismo...

Desde que el estallido de violencia se produjo, políticos, sociólogos, criminólogos,  economistas y comentaristas de sucesos, se  lanzaron a dar explicaciones sobre las causas del estallido.

Ninguna me pareció satisfactoria de forma plena, porque la realidad de la calle, lo que se veía en las filmaciones de los altercados, eran jóvenes todos parecidos, vestidos con ropa de marca, “culera” del pantalón a la altura de la rodillas y gestos ofensivos y retadores ante las cámaras y la policía.

Durante los motines, no se expoliaron comercios de alimentación. No era por tanto por hambre por lo que parecía moverse, ni tampoco pertenecían a una raza o grupo concreto y definido. Eran ingleses, blancos, negros o de otras razas, que asaltaban y desvalijaban comercios fundamentalmente de telefonía móvil, televisores de plasma y ropa de marca...

Cuando en 1789 se asaltó la Bastilla, el pan había alcanzado ese día el precio más alto de su historia en las panaderías de París. Esta si era una revuelta del hambre...

Fue en boca de una modesta trabajadora social, que no quiso identificarse, de la que - en mi opinión – oí la principal clave del problema pues muchos de los revoltosos proveían de los barrios en donde ella prestaba sus servicios y sus declaraciones me  resultaron demoledoras y esclarecedoras.

“Hay familias a las que atiendo, muchas extranjeras – dijo – en las que hace tres generaciones que nadie trabaja y viven todos de las subvenciones... Las ayudas abarcan la vivienda, el embarazo, los gastos de la escuela, el ser viudo o viuda, divorciado o separado. Se dan por enfermedad, por desempleo, para costearse el alquiler, para mantener un hijo, por el cuidado de alguna persona mayor, por incapacidad, por un nacimiento, para el funeral, por ser estudiante... Cheques para comprar verduras, leche,  frutas  y otros alimentos...

El problema – concluía - es que hay gente que realmente lo precisa, pero hay muchos otros que simplemente han descubierto en ellas una forma de vivir sin trabajar, y esta cultura de que todo llegue de Estado, se ha convertido ya en un derecho, y como la crisis ha recortado prestaciones, pasa esto...”

Cuando se asume que vivir a costa de los demás es un derecho, la revolución está servida y uno, puede llegar a entender que haya quien piense, que en el "brexit" - huir de Europa y de su politica de  inmigración - está la solución.

No creo que ninguna de las palabras que ahora digan, ni políticos ni Bobbies, pueda cambiar esto ya...
 
J. M. Hidalgo

Sarajevo, causa indirecta del inicio de la Primera Guerra Mundial.

Tal día como hoy el 28 de junio de 1914  se produce el “Atentado de Sarajevo” que causó la muerte del archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero de la Corona del Imperio austro-húngaro y su esposa.

Ambos acababan de visitar al emperador alemán Guillermo II de Prusia y llegaron a Sarajevo para presenciar el final de unas maniobras militares austriacas. 

El atentado fue perpetrado por Gavrilo Princip, miembro de la facción terrorista “Mano Negra”, que contaba con el apoyo de militares serbios. La motivación política del asesinato era compatible con la ideología del movimiento que luego sería conocido como “Joven Bosnia”, el cual buscaba la unificación de todos los pueblos eslavos.

Hubo una primera tentativa por parte de otro terrorista, frustrada debido a que el propio archiduque arrojó la granada lejos del automóvil, mientras el convoy aceleró la marcha hacia el Palacio Municipal, a través de otra ruta.

Gavrilo que se había apostado en las inmediaciones, disparó con su pistola dos veces atravesando la arteria carótida de Francisco Fernando e hiriendo a su esposa gravemente en el abdomen, muriendo ambos dentro del vehículo.

El asesino trató de suicidarse con cianuro pero el veneno tan sólo le provocó fuertes vómitos, siendo detenido por la policía lo que impidió que fuera linchado por la multitud.

El atentado en lugar de ser manejado como un incidente diplomático entre Austria-Hungría y Serbia, fue magnificado y las fuerzas militares austriacas apremiaron al emperador Francisco José, a responder con un ataque de represalia contra Serbia, medida que fue respaldada por su aliada Alemania.

Pese a todo, aunque había tiempo suficiente para evitar que el incendio se propagara, los gobiernos decidieron de otro modo y un mes después comenzó la Primera Guerra Mundial.

lunes, 27 de junio de 2016

El amor

 


Era del corazón fuerte latido,
era la turbación de la cabeza,
era la excitación de los sentidos,
del ánimo y sentir, la fuerza era.

Era de la ansiedad, culpable cierto,
era del apetito continencia,
era temor, sin razón ni motivo,
y del reír sin causa, causa era.

Era de la ilusión llama constante,
era para vivir, segura espuela,
era soñar en la vigilia activa,
y en vigilia pasar noches enteras.

Era volver de nuevo a ser un niño.
Era locura, turbación, entrega,
era ilusión, sufrimiento, alegría...
En un mundo sin él, el amor era.


J. M. Hidalgo (Pensamientos)

El Tratado de Valladolid, un intento fallido de arreglo amistoso castellano-leonés.

Tal día como hoy 27 de junio de 1209, se firma el “Tratado de Valladolid” entre Alfonso IX de León y Alfonso VIII de Castilla, para poner fin a las disputas existentes entre ambos..

Las malas relaciones existentes entre los monarcas leones y castellano, llegaron a oídos de Roma y preocupó al papado, pues el conflicto retrasaba la lucha contra los musulmanes y sembraba división en el mundo cristiano, envió un legado pontificio, con la intención de mediar en él.

Este legado consiguió que ambos reyes se reunieran en Tordehumos - Valladolid - firmando un tratado, en el cual se obligaba al rey castellano a devolver las plazas leonesas en su poder, algo que por supuesto no hizo en su totalidad, pues devolvió algunas pero no otras.

Por su parte, el leonés se comprometió a casarse con Berenguela, hija mayor del rey de Castilla, cuya boda se celebró con gran esplendor en Valladolid, en diciembre de 1197.

Sin embargo, lejos de solucionar el problema avivó aún más las disputas, pues no se entregaron los castillos de la dote de Berenguela, de quien el rey leonés hubo de separarse en 1204, ya que el Papa Inocencio III anuló su matrimonio, alegando parentesco, pese a que el Papa Celestino III lo había permitido antes y aunque ambos solicitaron una dispensa para permanecer juntos, se la denegó consiguiendo no obstante, que su descendencia fuese considerada legítima.

El día 26 de marzo de 1206 se firmó el “Tratado de Cabreros”, en Cabreros del Monte – Valladolid - el cual tampoco consiguió acabar con las disputas y por fin el 27 de junio de 1209, Alfonso IX y Alfonso VIII, firmaron un tratado suscrito por veinticuatro caballeros - doce de cada uno de los reinos - y varios prelados, como el arzobispo de Santiago, los obispos de Astorga, Salamanca, Burgos, Segovia y Palencia.

En el “Tratado de Valladolid” se dispuso que Alfonso IX entregaría a Berenguela las villas de Villalpando, Ardón y Rueda, que permanecerían en sus manos en tanto durase su vida y acordaron una tregua de cincuenta años de duración, así como mantener la paz entre ellos mientras viviesen.

Los veinticuatro caballeros que rubricaron el tratado, se comprometieron a romper sus vínculos con el monarca que lo quebrantase y a servir al rey que no lo hubiese roto, mientras los prelados presentes se comprometieron a excomulgar al soberano que rompiese la paz firmada.

Lo acordado, fue notificado al Papa Inocencio III, al tiempo que se solicitado nombrase a los arzobispos de Santiago de Compostela y de Toledo, ejecutores de las penas estipuladas para los que violasen el acuerdo suscrito entre ambos reinos.

Sin embargo tampoco se logró la paz, y cuando en 1212 tuvo lugar la batalla de las Navas de Tolosa, no acudió a ella el rey de León, aunque permitió que sus vasallos lo hiciesen y en ausencia del castellano, el leonés procedió a recuperar lo que era suyo, aunque para no romper el edicto del Papa y evitar la excomunión, se apropió solo de las plazas que estaban dentro de sus fronteras, evitando el enfrentamiento en tierras castellanas, de modo que cuando Alfonso VIII volvió de la batalla y se encontró con los hechos consumados, nada pudo hacer.

Debido a la amenaza de excomunión, hubo incluso un nuevo pacto posterior, en el cual Alfonso VIII devolvió las plazas leonesas de Peñafiel y Almanza a Alfonso IX.

La rivalidad entre los cristinos era, con frecuencia, mayor que entre estos y musulmanes.

domingo, 26 de junio de 2016

La tia Vicentilla



Mi amigo Florencio, cuando quería indicar que una persona no se hallaba en sus cabales, siempre decía que estaba “como la tía Vicentilla”.

Lo solía repetir con tanta frecuencia, que sin saber quien era tal personaje, llegamos a identificar a los locos de atar, con la singular y desconocida tía, aunque cansados de elucubrar sobre ella, un día hicimos que, a los postres de una comida, nos contase su historia.Tras provocar el silencio, como siempre gustan hacer los narradores, comenzó con la explicación.

La tía Vicentilla, vivía en una casa de las afueras del pueblo - tiempo atrás de sus padres - y que había quedado para ella, al ser la única de los tres hermanos, que permaneció al cuidado de sus ancianos progenitores, hasta que estos pasaron a mejor vida.

Su estatura no llegaba a pasar del metro y medio, de aquí el diminutivo cariñoso con el que todo el mundo la conocía. No obstante, como en su juventud había sido graciosa y de cara agradable, no le faltaron los rondadores y pretendientes, aunque uno tras otro fueron desistiendo, ya que Vicenta solo vivía para la atención de sus padres, y porque además, desde pequeña, se habían advertido detalles de su conducta, que denotaban que algún tornillo de su cabeza, no debía estar colocado en el lugar adecuado.

El paso de los años, y la total soledad en que quedó tras la muerte de sus ascendientes, la fue convirtiendo en un ser extraño, empezando además, a adquirir el hábito de hablar sola, lo que fue la señal en la región, de que la buena de Vicentilla, estaba ya como un cencerro.

La verdad era, que no les faltaba razón a los que así pensaban, porque nuestra heroína, reaccionaba ante las cosas, con argumentos que dejaban patidifusos a los que la escuchaban. Sostenía - por ejemplo - que era imposible que nadie pudiese volar en los aviones, al no caber nadie en su interior, porque ella consideraba - y no había forma de hacerle cambiar de idea - que el tamaño real del artilugio volador, era el que desde tierra veía.

Pero lo que acabó por situar, absolutamente fuera de órbita mental a Vicenta, fue la instalación en el pueblo de la luz eléctrica, y los inventos que - aparejados a la corriente - llegaron casi de inmediato. Con la radio, nunca entendió, como alguien pudiese hablar desde dentro de una caja, pero con todo y no verlo claro, llegó a convivir con el invento, no obstante lo que cambió con sus hábitos y costumbres para siempre, fue la llegada de la televisión.

Como desde la muerte de sus padres, había quedado dueña absoluta de sus bienes -  sin ser rica - tenía no obstante, una situación económica desahogada. Debido a ello, uno de los primeros televisores que llegaron a la comarca – un modelo en blanco y negro, instalado en un gigantesco mueble de madera – fue para la casa de Vicentilla, que se convirtió, en el improvisado cine del entorno, a donde venían todas las noches los lugareños – con sus propias sillas – para ver los programas, sobre todo musicales, con los que la naciente industria televisiva española, deleitaba al personal, a principios de los sesenta.

La llegada del nuevo “inquilino” a casa de Vicentilla, tuvo el efecto de conseguir cambiar de golpe la costumbre de nuestro personaje, a la par que acelerar - hasta límites insospechados - su progresivo deterioro mental. Desde que vio por vez primera el aparato encendido, tuvo la absoluta certeza de que las personas que salían en la pantalla, vivían dentro de él, por eso lo primero que hizo, fue buscar en la parte trasera del mueble, la puerta de entrada y salida de “los muñecos”.Fruto de este total convencimiento, era el no permitir que nadie hablase durante los telediarios, porque… “Es una falta de educación, no prestar atención a una persona tan educada, mientras nos dirige la palabra”. 

 Vicentilla, recatada de costumbre desde niña, se sentaba ante el televisor totalmente vestida, y con la falda un palmo por debajo de las rodillas…“no vaya a ser que sin querer, les enseñe las piernas a estos señores...” y cuando por las noches se iba a dormir, además de apagar el televisor, lo cubría con un tupido paño negro - “para evitar que se asomase alguno, y la viese en ropa interior...”.

Un día en que se encontraba sola, emitieron una película pródiga en sangre y vísceras desparramadas, causadas por un monstruo asesino de otra galaxia, de esas que incluso a los mentalmente centrados repugnan. A media noche, todo el pueblo se despertó soliviantado, por el estruendo de dos disparos. Sin duda procedían de la casa de Vicentilla, y a ella fueron, temiendo lo peor.

La hallaron en medio del salón, con la escopeta de su difunto padre, aun humeante, entre las manos y lo que quedaba del televisor – al que había descerrajado las perdigonadas – ante ella. En estado de total excitación, decía mientras huía de la casa: - ¡Menos mal que tenía la escopeta, porque cuando había acabado con todos, el bicho venía a por mí...!

Según concluyó Florencio - años más tarde - cuando ya confundía a Burt Lancaster con el alcalde del pueblo, y rodeada de sus cuatro sobrinos, a los que nunca antes había visto - muchos más depredadores que los monstruos de la televisión, pues acabaron devorando entre todos, la casa y la finca de su tía - murió Vicentilla, sin haber hecho uso de la escopeta contra ellos, como de haber estado cuerda – seguramente – debería haber hecho.                                                                                                                             
J.M. Hidalgo (Historias de Gente Singular)

Muhammad II de Granada, ejemplo de sobreviviente e intrigante.

Tal día como hoy 26 de junio del 1300, el sultán de Granada Muhammad II toma Alcaudete - Jaén - tras cuatro días de combate, ultimando la conquista de su reino.

Muhammad II también conocido como “el jurisconsulto”, por sus conocimientos jurídicos y religiosos, fue el segundo rey nazarí de Granada, entre 1273 y 1302, accediendo al trono tras haber sido visir de su padre Muhammad I, lo cual le proporcionó gran experiencia política y militar, siendo ejemplo de político intrigante y superviviente a toda contingencia.

Su primera acción como monarca fue intentar acabar con la sublevación del clan de los Banu Asqilula, ubicados en  Málaga y Guadix gracias al apoyo de Alfonso X “el Sabio” de Castilla, por lo que en 1274, firmó un acuerdo con el rey castellano en el que, a cambio de 300.000 maravedíes, este dejase de apoyar a los rebeldes.

Sin embargo una vez embolsado el dinero, Alfonso X, incumplió lo prometido y  Muhammad  buscó entonces apoyo en los benimerines y  su emir Abu Yusuf Yacub,  desembarcó con su ejército, asentándose en Algeciras y Tarifa y desde allí, benimerines, granadinos, se enfrentan a los castellanos derrotándolos  en Écija.

Durante esta primera campaña militar Muhammad II logró hacerse con Martos – Jaén - y firmó una tregua con los Banu Asqilula, mientras el jefe benimerín volvía a África a sofocar una rebelión.

En 1278 se produce un cambio de alianzas y los Banu Asqilula ceden Málaga a los benimeríes, por lo que Muhammad II se alía de nuevo con Alfonso X, que envía su flota, lo que le permite tomar Málaga en 1279 sin lucha, ya que su gobernador cedió la ciudad a cambio de dinero.

Tras esto, Muhammad da un nuevo giro a su política y pacta otra vez con los benimerines, pacto  que pronto se rompe, al incumplirse los acuerdos sobre la soberanía en Málaga y en Algeciras.

Esta ruptura da lugar a una nueva alianza - ahora entre benimerines y castellanos - contra los granadinos, que sufrieron ataques de la coalición sobre su capital, Granada, en 1280 y 1281, aunque tras varios intentos fallidos, Muhammad II se aliará con el hijo de Alfonso X, Sancho IV “el Bravo”, enfrentado a su padre hasta el fallecimiento del monarca castellano en 1284.

Es entonces cuando decide acabar definitivamente con los Banu Asqilula, los cuales solicitaron ayuda a los benimerines que desembarcan de nuevo en la Península en 1285, lo que asustó a Muhammad, que firma una alianza Castilla para expulsarlos, quedando Algeciras para Castilla y Tarifa y Ronda para Granada.

Tras colaborar en el asedió de Tarifa, Muhammad II basculará nuevamente hacia los benimerines, desplazándose en 1293 a Tánger y entrevistándose con el sultán, acordando que tras la conquista de Tarifa, esta quedaría en poder benimerín a cambio de Algeciras y Ronda.

Se inicia entonces el asedio de Tarifa, defendida por Alonso Pérez de Guzmán que ha pasado a la historia con el sobrenombre de “Guzmán el Bueno” y tras fracasar la toma de la plaza, los benimerines abandonarán definitivamente la Península, y ceden a Muhammad Algeciras y Ronda, ciudad que se declara independiente hasta 1296, en que el rey granadino entró en ella por pacto.

Con esta última conquista, se concluyó la integridad del Reino de Granada y Muhammad  aprovechando problemas dinásticos de Castilla tras la muerte de Sancho IV, aún pudo tomar las plazas de Quesada y Alcaudete en el 1300, falleciendo dos años más tarde.

sábado, 25 de junio de 2016

La tia tocino


Pertenecía a la generación de locos singulares, que en los pueblos de nuestra geografía patria abundaban allá por los años cincuenta, en que a falta de televisión, radio u otras distracciones modernas, daban colorido y carácter a sus calles y plazas, permitiendo que la caterva de ociosos que en ellas siempre había, tuviese tema de conversación constante, cuando otros asuntos de mayor enjundia local, no eran el centro de sus comentarios.

Yo no tuve ocasión de conocerla, y su historia me la narró un paisano de Ronda, que en su infancia fue coetáneo suyo, y solía correr detrás, o delante de ella - según los casos - cuando, junto con una pléyade de rapaces de su misma edad, la tenían como motivo de diversión, a la salida del colegio.

Nadie sabía a ciencia cierta, el origen del apodo con el que se la conocía, aunque seguramente fuese debido a lo pringoso de sus cabellos y ropas, ya que al carecer de domicilio fijo, no solía cambiarse de vestidos a menudo, ni lavarlos con regularidad, y estos - y toda ella - tenían un aspecto pegajoso y reluciente, que daban carácter y personalidad propia a su dueña.

El estado mental de la “tía tocino” podría haberse catalogado con justeza, como de loca de atar, y su desvarío - sin ser agresivo - cambiaba según la época del año, y la actividad que en el pueblo se desarrollase.

De ordinario, iba siempre charlando sola, o con imaginarios interlocutores, con los que hora en tono amistoso, y casi siempre enfadada, tenía las más alucinantes parrafadas, y mientras lo hacía miraba la cara de los transeúntes, y en cuando advertía en alguno de ellos un gesto, que le pareciese una burla, la emprendía a insultos contra él, siguiéndole por las calles, hasta que el aturdido ciudadano lograba despistarla.

No obstante, un par de veces al año, “la tía tocino” era recogida por una comunidad de monjas de la localidad, en donde  - amen de darle cobijo - se la sometía a una especie de tercer grado catequístico – basado en rosarios, novenas, sermones y prédicas - que hacía decantarse el deplorable estado de confusión mental de nuestro personaje, hacia una vertiente místico - integrista, y cuando volvía de nuevo a la calle, no era extraño verla cantando salmos y haciendo penitencia de sus pecados, e invitando a los demás mortales a que también la hiciesen. La verdad es que no se sabía cuando era mejor, si cuando insultaba, o cuando rezaba.

Pero a los rapazuelos del lugar, les era indiferente el estado anímico de nuestro personaje, y tan pronto la veían, iniciaban la burla mediante gritos alusivos a su estado mental, que hacía a la pobre pirada subirse por las paredes, y al poco se hallaba corriendo tras el grupo de revoltosos, a cuyos ancestros nombraba, desde Adán y Eva hasta los más inmediatos, mientras les dedicaba lo más florido de su repertorio de epítetos, entre los que ser hijo de padre desconocido, era casi un piropo.

En una ocasión, la persecución acabó en medio de un acto cívico - religioso, en el que se paseaba en andas a un santo, en rogativa de lluvia para la cosecha, y los rezos de los creyentes, se entremezclaron con los juros e insultos de la “tía tocino”, dando a todo el cuadro procesional, un aspecto totalmente surrealista.

A tanto llegó el escándalo entre las beatas y demás gentes de recto pensar, que azuzado por ellas - aunque poca falta le hacía - el cura párroco, una vez identificados los diablillos causantes del escándalo, mandó llamar a sus padres a la casa parroquial, y tras amonestarles severamente, les ordenó la adopción de urgentes y serias medidas para con sus vástagos, ya que de no ser así - amen de las sanciones canónicas al uso - daría cuenta al brazo secular - es decir el sargento de la Guardia Civil - para que tomase cartas en el asunto, por un delito de escarnio a la religión.

Advertencias de semejante jaez - en aquella época y en boca de un cura párroco - no podían, ni debían ser echadas en saco roto, pues tenían bastantes posibilidades de convertirse en realidad, por lo que algunos de los progenitores, cuando se dirigían hacia sus casas a hablar con sus hijos, llevaban ya - para una más pronta comprensión de sus palabras - el cinturón en la mano.

La cosa fue que por los procedimientos dialécticos arriba apuntados, más otros que al caso relatar no viene, en las mentes de todos los chavales, quedó grabado casi a fuego, que la “tía tocino” era personaje tabú, por lo que a partir de aquel día, cuando la encontraban a la salida del colegio, la ignoraron, lo que permite deducir hasta donde llegaban, los persuasivos métodos didácticos, usados por los padres de entonces.

Pero una circunstancia imprevista dio al traste con toda la previsión paterno - eclesial, y fue que nuestra heroína, al advertir que los niños la evitaban - falta de ambiente -  decidió ir a su encuentro, gritándoles retadora. ¡Que, hijos de puta... ¿no me decís nada...? ¿Acaso os han dicho las zorras de vuestras madres que no lo hagáis?,  ¿O quizás han sido los cornudos de vuestros padres...? Pero de nada os va a valer, porque pienso perseguiros a todas partes...!

Al poco, cuando el párroco y las gentes bien pensantes, advirtieron la inutilidad de las medidas adoptadas, las cosas volvieron a su ser natural. Unos días corrían delante de ella…otros detrás…y siempre, siempre, siempre, en medio de una barahúnda y un  griterío infernal.

La cosa, no tenía remedio.     
                              
J.M. Hidalgo (Historias de Gente Singular)   

El general Custer y el 7º de Caballería estadounidense.

Tal día como hoy 25 de junio de 1876, tiene lugar la batalla de Little Big Horn, entre soldados del 7º  de Caballería de George A. Custer y tribus indias al mando del jefe sioux “Caballo Loco”.

Fue una de las mayores derrotas del Ejército de los Estados Unidos durante las “Guerras Indias”, pues el Gobierno había dado a los indígenas un ultimátum para regresar a sus reservas, pero estos lo rechazaron y el General Sheridan - conocido por sus brutales métodos - decidió enviar una expedición de castigo, que debido al frío hubo de posponerse hasta la primavera

En mayo de 1876, partió un ejército y en él iba el 7º Regimiento de Caballería mandado por Custer, el cual había denunciado poco antes, en una Comisión de Investigación del Congreso, irregularidades cometidas por el Secretario de Defensa en la gestión de puestos militares de la frontera Oeste.

En su intervención, Custer defendió los derechos de los indios, y criticó las duras condiciones de las reservas e incluso implicó al hermano del presidente, lo cual le ocasiono una sanción de este.

No obstante la intervención de algunos Generales y presiones de la prensa, obligaron al Presidente Grant a devolverle el mando del 7º Regimiento de Caballería, aunque encuadrado en el ejército que dirigía el General Terry y bajo su mando directo.

El enfrentamiento del 25 de junio, se saldó con la muerte de Custer y sus hombres, al pensar este que su regimiento podría hacer lo que todo un ejército; negarse a llevar armas pesadas por las prisas por entablar combate y desoír los consejos de sus exploradores de no atacar, ya que eran superados en número.

Todos estos errores, hicieron que los indios sólo perdieran unos 200 guerreros mientras Custer tuvo 268 muertos- incluido él mismo - así como 10 civiles y exploradores.

El tribunal militar celebrado tres años más tarde, fue aprovechado por el Ejercito para "tapar" el asunto y echarle todas las culpas a Custer aunque tras su muerte, alcanzó la fama que él siempre había buscado, ya que la opinión pública impresionada por su heroísmo y sacrificio, le convirtió de forma definitiva en un héroe nacional.

Custer sería inmortalizado en películas, novelas, cuentos infantiles, tebeos, etc...

viernes, 24 de junio de 2016

¡¡ Feliz día de San Juan !!

  Felicidades a todos los Juanes, Juanas, Juanitas, Juanitos, Juanetes y Juanotas...

Gente Singular (La tata)

 
LA TATA

Brígida había formado parte de aquella familia desde siempre. Convivió con la madre de la madre, crió desde su nacimiento a la hija de esta, y ahora hacía lo mismo con Cristian, el nieto de la primera. Su nombre de pila no lo pronunciaba nadie, desde que - años atrás - la actual dueña de la casa, la rebautizó llamándola “tata” - las primeras palabras que aprendió a decir -  y que fueron dirigidas a nuestro personaje.

La tata en la casa lo era todo: ama de llaves, administradora, organizadora, confidente, consejera, amiga, en fin Brígida, que no tenía ningún vínculo de parentesco con la familia Alcover, constituía - pese a ello - la  persona más importante en el hogar, y nada, por nimio e insignificante que fuese, se hacía, sin que ella diese su consentimiento, opinión o dictamen.

Tenía, una edad indefinida. A ciencia cierta nadie sabía cual, ni era este tema a tratar en público o en privado. Morena, de pequeña estatura, muy recatada en el vestir, y la cara agraciada - seguramente hasta hermosa, aunque ella se empeñaba en destacar poco esta cualidad - lo que más impactaba, no obstante, de su fisonomía eran los ojos, brillantes, animosos y llenos de intensa vida interior.

Cuando  miraba, lo hacía con tal profundidad, que calaba hasta el fondo del alma de su interlocutor, era imposible intentar mentirle, porque uno tenía la absoluta certeza, de que ella lo sabría. -A la tata, dile siempre la verdad - se decía - porque es capaz de leer en tu corazón, y todos pensaban que esto era cierto.

 No tenía estudios, salvo las primeras letras, y algunos conocimientos de aritmética, materia en la que era una virtuosa, ya que podía sumar de memoria los gastos de cada día, o llevar la contabilidad general de la casa, y decir al céntimo y sin error, la cantidad exacta, sin anotar nada en parte alguna.

Sus ideas religiosas, coincidían con la tradición católica más ortodoxa, y de ser ahora, cabría catalogarla como integrista. De comunión diaria, Brígida no permitía ni la más mínima desviación en la tradición, y cuando empezaron a llegar a la iglesia aires de apertura, sostuvo en público que “Ella no cambiaba, y si el Papa quería condenarse, que se condenase…”.

Sabía de corrido, y seguía a pies juntillas, todos los artículos del catecismo del Padre Astete, un cura carca y ultramontano del siglo XVI, cuya doctrina,  gozó de mucho predicamento en la época - no demasiado lejana en nuestra historia - y que fue autor de un catecismo, de una ortodoxia casi medieval.

En el plano sentimental, nadie había conocido a la tata ningún romance, pues todo el amor que era capaz de dar, estaba volcado en aquella familia, especialmente en Cristian, el hijo menor - a quien ella siempre llamó Cristianito - el cual le correspondía en igual forma.

Desde que tuvo uso de razón, la tata fue para él, más madre que la suya propia. A ella contaba sus penas infantiles, y en ella encontraba siempre el consuelo. En las noches en que soplaba el norte, y toda la casa susurraba inquietantes sonidos, Cristian buscaba cobijo en la seguridad de la habitación de la tata, en la enfermedad lo mimaba, en una palabra, estaban más unidos, que una madre y un hijo de sangre.

Pasado el tiempo, Cristian acabó con brillantez su carrera de leyes, y aunque muchas cosas cambiaron en él, no así el cariño que sentía por Brígida, la primera a quien enseñó su  título de licenciado y la toga, el día de su graduación.

Pero el profundo cambio de costumbre en el que España estaba inmersa, a principios de los ochenta, hizo que Cristian, que siempre había seguido el pensamiento de su tata, se decantase ferviente defensor del divorcio, cuando la polémica por esta cuestión - como en nuestro país pasa con todo - dividía a los españoles en dos claras e irreconciliables tendencias, los que sostenían que el matrimonio era hasta más allá de la muerte, y los que pensaban que nada es eterno, y menos el amor humano.

Nadie en casa había comentado esto a Brígida, y mucho menos nuestro hombre, que de este tema procuraba no hablar, hasta que meses más tarde, llegó a constituir en la provincia la cabeza visible del movimiento pro divorcio, y un día, en un acto, a celebrar en el casino de la localidad, aparecía como el orador estrella de la tarde.

Nuestro héroe despertó, desde sus primeras frases, los aplausos de los asistentes. Se hallaba en uno de sus más inspirados momentos oratorios, en pro de la disolución del vínculo matrimonial, cuando una aguda voz destacó del fondo de la sala diciendo,
 “¡Cristianito, no digas ya más tonterías…!”.

Por el pasillo central, apoyada en un bastón, avanzaba hacia la mesa una mujer; era pequeña, vestía de negro, y tenía una mirada viva y penetrante que parecía desafiar a todos. Cuando llegó al estrado cogió de la mano a Cristian, que permanecía mudo mirándola, y alzándolo con suavidad de su asiento, se dirigió a la sala, y en tono de súplica agregó

“Discúlpenle ustedes él no piensa así, lo que pasa es que con tanto leer se ha trastornado…” luego, mirando a Cristian, concluyó con una voz entre enérgica y cariñosa  -¡Vámonos a casa!  y ante la sorpresa general, los dos abandonaron el casino.

La Tata murió pasados los cien años, según las cuentas que los más ancianos del lugar hicieron. Al recibir la noticia Cristian, que se hallaba en un consejo de administración, tomando la palabra dijo “Señores espero que sepan perdonarme, pero mi tata acaba de fallecer, y debo acudir a velar su cadáver” y ante el asombro de todos se levantó, saliendo  de la asamblea.

Aquel día, la paleta del sepulturero, no enterró solo los restos de Brígida, sino que con ellos quedaron también tapiados para siempre, la infancia, la adolescencia y la juventud de Cristian.

J. M. Hidalgo (Historias de Gente Singular)

Carlos Gardel, entre la historia y la leyenda.

Tal día como hoy 24 de junio de 1935, en un accidente, en el aeropuerto Las Playas, de Medellín -Colombia-, chocan dos aviones en la pista, y fallece el cantante de tangos Carlos Gardel.

Charles Romualdo Gardès, fue cantante, compositor y actor argentino de origen francés o tal vez uruguayo; según esta segunda hipótesis, habría nacido en 1887 en Tacuarembó y la identificación de Gardel con el tango como suele suceder con las figuras de tanta popularidad, está teñida de leyendas, y su fama póstuma apenas ha menguado con el paso de las décadas, pues durante años fue habitual ver cómo mucha gente peregrinaba hasta su  tumba para pedirle salud y trabajo.

Tuvo esa infancia castigada por la adversidad y su madre, nunca llegó a saber con exactitud quién era el padre de aquel hijo bautizado con el nombre de Charles Romualdo que más tarde, en los suburbios de Buenos Aires, se convertirá pronto en Carlitos, un muchacho despierto e irascible cuya única ansia era ganar montañas de dinero.

Con dieciocho años ya deja oír su voz en esquinas, reuniones familiares y garitos y se esfuerza por imitar a los adinerados acicalándose con un esmero narcisista y casi femenino.

Sus aptitudes lo inclinan hacia el tango canción, escasamente cultivado hasta ese momento, que se bailaba de forma procaz en las fiestas populares de Buenos Aires, para convertirlo en un lamento cantado, una música nostálgica y desgarrada que Gardel estaba destinado a dar a conocer en todo el mundo y fue a raíz de una apoteósica actuación en el teatro Esmeralda de Buenos Aires, en 1917, cuando el tango de Carlos Gardel caló hondo en el público porteño y le dio una fulminante celebridad.

Si grande fue el éxito de Gardel en París, no lo fue menos en 1925 en el teatro Apolo de Madrid y en el teatro Goya de Barcelona y tal fue el recibimiento y cariño que el público le brindó esta ciudad al "zorzal criollo",que hizo de ella su centro para sus giras europeas,

Su forma de cantar los pequeños dramas de sus tangos va a significar una revolución y nadie es capaz de imitarlo y su figura mezcla de pícaro y castigador siempre bien vestido y repeinado, se convierte en un modelo de triunfador, un mito admirado por los hombres y adorado por las mujeres.

En 1934, después de haberse paseado por escenarios de Europa y Estados Unidos, Gardel inició una gira por Hispanoamérica donde los teatros lo continuarían aclamando hasta después de su muerte.

El 24 de junio de 1935, cuando se encontraba en la cúspide de su fama, el cantor murió en un accidente de aviación nunca aclarado, para los millones de apasionados que en todo el mundo  lloraron la muerte de su ídolo, cuando el avión recorrió la pista, pero apenas despegado se precipitó a tierra, chocando con otro avión que esperaba en la cabecera de la pista.

Un velo de misterio rodeó el suceso y corrieron muchos rumores sobre su muerte, pero según el testimonio de los dos únicos pasajeros que lograron salvarse de los que viajaban, la verdadera causa del accidente parece haber sido el fuerte viento reinante.

A la confusión, se sumaría después la leyenda de un cantor encapuchado cuya voz sorprendía por su parecido con la de Gardel que muchos afirmaron era el ídolo que se había salvado, pero no quería mostrar su rostro totalmente desfigurado.

Pero es su espíritu lo que cuenta, pues un mar de melancólicos lo lloró entonces y siguió lamentando la pérdida de la voz más triste y cálida que el tango ha dado nunca.

jueves, 23 de junio de 2016

La ronda

 

¿Quien, pasados los cincuenta, no se ha sorprendido a sí mismo afirmando convencido, que nada es ahora como lo era en su juventud?; ni los veranos, ni los inviernos, ni la salud, ni las mujeres o los hombres, ni...

Los que así hacemos - es decir casi todos – en mi creencia que en gran medida nos engañamos, porque los que en realidad hemos cambiado, somos nosotros; son nuestros ojos y nuestro corazón, los que no ven ni sienten el mundo, de igual manera a como lo veíamos y sentíamos, mientras fuimos jóvenes.

No obstante lo dicho, me atrevo a afirmar - por contra - que hay cosas que ya no son como antes, cosas que jamás volverán a ser como eran, porque para desgracia de nostálgicos, han desaparecido para siempre. Una de esas cosas, que pasaron como pasan los años, fue “la ronda “.

En la Andalucía rural de los años cincuenta, y es posible que en otros lugares de nuestro país, cuando un joven quería entablar relaciones con fines serios con una muchacha, lo primero que había de hacer era “rondarla”. Para esto, una noche, aseado y acicalado con su traje de los domingos, y convenientemente peinado y rasurado - jamás perfumado, ya que eso no era muy de hombres - acudía a la casa de su pretendida y solicitaba entrar en ella.

El padre o la madre de la chica - que en tanto permanecía escondida siguiendo un ritual ya conocido - colocaba entonces dos sillas en el zaguán de la casa, en una de las cuales tomaba asiento el rondador, que aguardaba pacientemente, y cigarro tras cigarro - entonces, como ya he dicho en alguna ocasión, aún no era delito fumar - a que su enamorada, ocupase la silla contigua.

Si lo hacía, significaba la aceptación al noviazgo formal, tanto por parte de ella como de su familia, si por el contrario no acudía, pasadas una o dos horas de espera, el pretendiente se levantaba y tras saludar cumplidamente al anfitrión - que lo más probable es que no hubiese intercambiando con él ni media palabra - se marchaba, calabazas al hombro, camino de su casa.

No obstante no todo era – como pudiese parecer por lo hasta ahora dicho - coser y cantar, ya que aunque la teoría era la expuesta, en la realidad, se producían notables disfunciones, a la hora de su puesta en práctica, como podrá notarse con lo que de seguida cuento.

Le llamaban Pepe Lacea como alias, y en sus tiempos mozos, hizo – como todos entonces – de “rondaor”. No era nuestro hombre el sueño de su futuro suegro, y por eso cuando aquella noche golpeó la puerta de la casa de su amada, en demanda de licencia para entrar, a la pregunta de ¿Quien anda ahí…? nuestro protagonista contestó en alta voz: ¡Pepe Laseda!
Sin mucho tardar, del otro lado de la cancela se oyó con claridad: - Pues váyase la seda a hacer puñetas, que en esta casa se cose con “jilo”.

El procedimiento - además de tradicional - era casi el único en aquellos años, para establecer relaciones formales. Pero no todo el mundo, como siempre pasa, estaba de acuerdo con la tradición.

Benito Hidalgo, más conocido  por “feraro”, vivía con su familia, en el partido rural de la Gavia, en el pueblo de Álora, y era un hombre recto y cabal donde los hubiese; cumplidor de sus compromisos, buen pagador de sus deudas, fiel a su palabra, formal en sus tratos... Tenía dos hijas en edad casadera, que destacaban en la comarca por su gracia y belleza, y pese a ello, nunca, ninguna de las dos había sido rondada.

Todos los jóvenes del entorno - aún deseando hacerlo - temían a su padre, porque  nuestro hombre contraponía a todas su prendas positivas, un carácter fuerte y un trato hosco, que unido a un rápido ingenio, solía colocar en situaciones embarazosas, e incluso ridículas, a sus interlocutores, y por si esto fuese poco, todo el mundo sabía que Benito “feraro” - pese a ser amante de las tradiciones - no sintió jamás simpatía alguna por la de “la ronda”.

Pero todas las cumbres, por altas que sean, tienen su escalador, y un buen día llegó el que pretendió hacerlo con Benito.

Se llamaba Esteban, había cumplido ya los veinticinco años, y desde hacía tiempo ponía ojitos tiernos a la mayor de las dos hermanas, hasta que por fin una noche, venciendo su respeto a la fama del padre y tras anunciárselo reservadamente a ella - anuncio del que sin saber como, estaba enterada toda la comarca - se encaminó, no sin cierto temor, a casa de nuestro hombre.

Era un día de invierno, pasadas ya las nueve, noche completamente oscura, y la casa - para resguardo del frío - aparecía cerrada a cal y canto.

Benito - que sospechaba la posible llegada del rondador - se hallaba, al amor de la lumbre, reunido con la familia hablando de otros temas, y cuando ya se comenzaban a hacer planes para retirarse a dormir, unos golpes a la puerta de la vivienda hicieron enmudecer la charla, y que el dueño de la casa se dirigiese hacia el vestíbulo, desde donde -  aun sin abrir - preguntó en voz alta:

- ¿Quien va?

- ¡España! - contestó una tímida voz al otro lado, queriendo indicar, con  esta frase de tinte imperial - muy de moda en la época - que era gente de bien la que llegaba
- ¿España? - se interrogó a sí mismo Benito, para agregar rápidamente.- España es muy grande, y esta casa es muy pequeña, ¿como crees posible meter una cosa tan grande dentro de esta casa tan chica…? Sigue tu camino, que aquí no cabes...

El pretendiente, desconcertado, no osó volver a golpear de nuevo la puerta en demanda de licencia, y menos aún rebatir las palabras de nuestro personaje, por lo que, tras unos segundos de duda optó por marcharse.

Ya camino de su casa, y mientras meditaba en las calabazas que, a pese a estar el portón cerrado, le habían entregado, sin duda debió recordar - pensando en su enamorada - aquella cancioncilla tan en boga entonces. “¿Como quieres que vaya de noche a verte, si le temo a tu padre más que a la muerte…?”.
La comarca entera, que aquella noche había contenido la respiración, por ver como acababa “la ronda” de las hijas de Benito “feraro”, no se vio defraudada en sus expectativas, y al día siguiente y durante meses, el suceso se convirtió en la jugosa comidilla del lugar.

Nunca - que yo sepa - otro rondador volvió a llamar a aquella casa.

Como por lo expuesto habrás podido colegir – querido lector – en muchas  ocasiones,  no resultaba una empresa nada fácil, el hecho de rondar en Andalucía
       

J. M. Hidalgo (Historias de Gente Singular)

El Tratado de Sahagún


Tal día como hoy, 23 de junio de 1158, Sancho III de Castilla y Fernando II de León firman el Tratado de Sahagún, para repartirse las zonas de reconquista de los territorios de la España musulmana, pero la temprana muerte de Sancho dio al traste con tal convenio

Según los términos del acuerdo, ambos firmantes consentían en darse ayuda mutua y si alguno de ellos moría sin descendencia, su reino sería ocupado por el superviviente; los territorios que en el futuro fueran conquistados a los musulmanes se repartirían entre ambos, perteneciendo al reino de León desde Niebla hasta Lisboa, quedando el resto para el reino de Castilla.

También acordaron atacar al reino de Portugal, y repartírselo y aunque al parecer nunca pretendió Sancho III fue la anexión de León, la muerte prematura de éste, más el poderío militar de Alfonso I de Portugal, que llegó a ocupar la comarca de Toroño  en Galicia, impidió la puesta en práctica del tratado de Sahagún proyectado hacia la conquista de la España musulmana.

La muerte de Sancho III, a finales de agosto del mismo año y su sucesión por Alfonso VIII, menor de edad, serían aprovechadas por Fernando II para extender sus dominios hacia territorio castellano, dejando sin efecto el tratado.

También su muerte privó, tanto a leoneses como a castellanos de mejores relaciones, lo que no consiguió el sucesor al trono de Castilla, el hijo del rey fallecido, quien se proclamó rey tan sólo con tres años e infinitas disputas entre las casas de los Castro y los Lara por su tutela y regencia.

Manrique Pérez, se apoderó del niño monarca en 1161, y a caballo los fieles a él se lo llevaron y  lo refugiaron dentro de Ávila, y allí, bajo la guardia fiel de los naturales se crió el futuro “martillo” de los almohades y enemigo acérrimo del último rey leonés.

La paz obligada e impuesta, no era más que una paz de mentiras, una distancia infinita llena de desconfiados, de abismos repletos de recelos, de débiles soldaduras, de fantasías y fantasiosos y todo acabó como había de acabar, es decir, sin concluir en nada positivo para los intereses de la reconquista.

miércoles, 22 de junio de 2016

La permanente


Hace tan solo unos días, pasé por el periódico trámite de cortarte el pelo. Lo hice no en una barbería al uso, sino cómodamente sentado en casa, y por las delicadas manos de una buena amiga -  experta peluquera profesional -  que además que cortarlo y darme amena charla, como cada vez  por norma hace, mimaba los cabellos, hasta hacer de la enojosa encomienda, casi un deleite.

Digo lo del trámite, porque en la actualidad, lo que en tiempos fue un frondoso y poblado bosque, ha quedado convertido con los años, en un páramo casi desértico, en donde hay que buscar los árboles con lazo, y lo que antes no recibía nunca los rayos del sol, por causa del espeso follaje, es ahora una pista casi lisa, castigada de forma inclemente por soleras y vendavales.

Seguramente, amigo lector, estarás cansado – y más si eres calvo - de oír aquello de que los cabellos únicamente realizan una función estética, que ya no tienen el sentido que en su día tenían de defendernos de la intemperie, que su posesión no es indicio de una menor o mayor valía social, y un largo etc., que intenta – a  mi entender inútilmente – hacernos creer a los que han perdido todos o parte de ellos, que son casi unos afortunados por haber sufrido tal perdida y que lo realmente fantástico, es tener la cabeza como una bola de billar.

En favor de esto, se dice que eso implica el ser más inteligente, más viril, más glamoroso para el sexo opuesto, y un largo etcétera de otras ventajas. Todo ello intentando conseguir – creo que vanamente – que alguien piense que el ser semicalvo, o calvo total, es una auténtica bendición, y que contentos deberíamos estar aquellos que, como canarios en pelecho, hemos perdido parte de nuestra otrora esplendorosa cabellera.

A mí pensar, este razonamiento ha sido inventado, por los que tienen guedejas a manta, para consolar o mofarse – eso nunca se sabe – de los que carecen de ellas, igual que – en referencia al dinero – se esfuerzan en demostrar que este no da la felicidad, y por lo general suele recordarlo, los que están forrados de él hasta las cejas.

Por todo ello, y aún admitiendo que el cabello no es vital, yo no conozco a ningún espécimen que esté contento con su calvicie, y aquellos que teniendo pelo se lo cortan al cero, creo lo hacen con la secreta intención de recordarte, que en cuanto quieran, poder volver a tener tanta pelambre como el yeti.

Hace años tuve un conocido – calvo desde su juventud – que tras luchar infructuosamente contra su total alopecia, se estructuró un discurso justificativo de la misma, que frecuentemente endilgaba en reuniones y tertulias y consistía en que – según él – la calvicie era síntoma, por encima de todo, de dos cosas; una superior inteligencia y una extraordinaria virilidad.

Un día, cuando se hallaba ante un grupo de personas lanzando sus argumentos, uno de ellos le interrumpió para advertirle, que su teoría tenía un pequeño defecto, y eran las melenas que - hasta su muerte - lució el científico Albert Einstein.

Nuestro personaje sin amilanarse le espetó rotundo.- “Pues eso es porque, seguro que era maricón…” y se quedó tan feliz.

Toda esta perorata viene a cuento – si es que a estas alturas, sufrido lector, aún continuas leyendo – para referir que, en mi caso, tiempos hubo, ya casi olvidados, en que para evitar que se enmarañase, había de lavarme el pelo tres veces en semana, y ahora lo que me lavo tres veces por semana es la cabeza.

Y a esos tiempos, se refiere la historia que quiero relatar, la de un peinado, tipo permanente – por demás singular - de la que fui objeto en mi persona.

Yo era el cuarto de cinco hermanos, con una notable diferencia de edad del que me antecedía en el escalafón fraternal, por lo que en cierto modo, durante casi toda la infancia, fui el juguete de los mayores y singularmente de la menor de mis hermanas mayores, modelo de traviesa en donde las haya, que consideraba que su hermano menor - es decir yo - era el mejor de sus muñecos, porque además de poder jugar con él, le respondía a sus juegos.

Aquel día mi progenitora había tenido que ausentarse, dejándome al recado de mis hermanas, y a eso de media mañana, la menor advirtió que mi cabello era susceptible de recibir algunas mejoras de su mano.

- Le voy a hacer la permanente
– dijo mientras asía las tijeras y el peine, al objeto de realizar las labores previas a tal cometido, y en poco más de lo que se tarda en decirlo, había esquilado mi cabeza a mansalva, cortando todo aquello que a su juicio sobraba y que debía ser mucho, porque cuando acabó con la herramienta, mi mollera era lo más parecido a una panocha de maíz recién desmochada.

No debió quedar sin embargo muy contenta de su obra, porque al objeto de realzar la misma, luego de exprimir el zumo de varios limones, y untar con él los cabellos, fue colocando estos en forma de mechones en punta, que una vez secó el limón, del que estaban generosamente impregnados, me daban el aspecto de un auténtico puercoespín, ante el alborozo de mi hermana, que contenta con su fantástica permanente punki, le faltó tiempo para mostrarla a mi madre, cuando poco más tarde llegó.

Como unas castañuelas de contento estaba yo, con mi nuevo aspecto, sin entender como mi madre – nada más verme - primero se llevaba las manos a la cabeza, luego castigaba en un rincón a mis hermanas, y por último, la emprendía con agua y jabón conmigo, hasta eliminar los restos del limón de mis cabellos, aunque ante las desgracias que las tijeras habían consumado, no tuvo otro remedio que acabar con un total esquilado, hasta emparejar las desigualdades, dejándome el cuero cabelludo mondo y lirondo.

Ni vagamente - y conste que lo he intentado - he podido recordar como fue aquel día “mi permanente”.Mis hermanas me contaron que no paraba de reír mientras me la hacían... pero las que debieron pasarlo de miedo - sin duda - fueron ellas.

J.M. Hidalgo (Historias de Gente Singular)

Batalla de la Rochelle, cuando se usó por primera vez la artillería en barcos.

Tal día como hoy 22 de junio de 1372 las escuadras inglesa y castellana se encuentran frente a frente en el Atlántico, frente a un pueblecito de pescadores franceses llamado "La Rochelle".

En 1369 Carlos V de Francia reanudó la Guerra de los Cien Años con Inglaterra, en buena medida su decisión se basaba en que ahora podía contar con la ayuda de Enrique II de Castilla, quien disponía de una poderosa armada, lo cual daba a la nueva ofensiva muchas posibilidades de éxito.

En dicha alianza franco-castellana y según el tratado de Toledo de noviembre de 1368, Castilla debería aportar el doble de naves de las francesas en las operaciones navales conjuntas que se desarrollaran a partir de entonces.

Dentro de esta estrategia, el rey francés pretendía intensificar el cerco sobre La Rochelle, en poder de Inglaterra y Castilla envió una flota al mando del almirante Ambrosio Bocanegra.

Eduardo III de Inglaterra, consciente de la importancia de dicha plaza, se propuso defenderla a toda costa, empleando abundantes recursos con una armada, el mando de  su yerno Juan de Hastings.

El capitán de la escuadra de Castilla, Ambrosio Bocanegra, mandaba una veintena de galeras gobernadas por expertos y aguerridos marineros cántabros y vascos y por parte inglesa tenían unas 36 naos y carracas y 14 buques de carga y transporte.

Probablemente, la escuadra inglesa llegó primero a La Rochelle y el día 21 avistó  a la castellana, y tras unas horas de incertidumbre, Bocanegra, se acercó lo suficiente para tener un pequeño enfrentamiento con los ingleses y posteriormente huir, lo cual fue tildado de cobarde por los británicos que se mofaron desde sus embarcaciones, pero esto era un plan premeditado, pues cuando bajara la marea, los buques ingleses quedarían varados y no las galeras, que eran de poco calado.

Bocanegra volvió, en el momento exacto en el que los buques ingleses se encontraban casi inmovilizados y cada galera castellana, remolcaba un brulote  ardiendo listo para ser lanzados a los ingleses llevando el caos total a la escuadra inglesa.

Aprovechando su inmovilidad, los castellanos lanzaron también artificios de fuego con  lombardas, que los ingleses no pudieron esquivar, produciéndose gran mortandad y una derrota total anglosajona, pues todas sus naves fueron quemadas, hundidas o apresadas por los castellanos.

Como colofón, durante el viaje de regreso a Santander, Bocanegra apresó, otros cuatro barcos ingleses.

La derrota de La Rochelle supuso que los ingleses perdieran un importante enclave, debilitando su posición en Francia, mientras Castilla, por el contrario, se alzó como la potencia naval de la zona, favoreciendo  el comercio castellano de la lana con Flandes y aumentando de manera significativa la riqueza e importancia del reino.

Ahora será Castilla la que sustituya en esta actividad y los ingresos obtenidos propiciaron un auge económico castellano, convirtiéndose Burgos  en una de las ciudades más importantes de Europa Occidental.

A consecuencia de esta batalla, terminó el control inglés del Canal de la Mancha que pasó a manos castellanas.

martes, 21 de junio de 2016

La pareja


LA PAREJA

Hace años, cuando se hablaba de parejas, todo el mundo generalmente entendía dos casos, las formadas por un macho y una hembra, fuesen de la especie que fuesen, y las de la Guardia Civil.

No obstante, como los tiempos cambian a mayor velocidad, de lo que los humanos podemos asumir, ahora, al hablar de parejas, debemos matizar si estas son de hombre-mujer, hombre-hombre, mujer- mujer, u otra combinación aun por determinar.

Y es que de aquí a poco, no ya las parejas, sino que ni tan siquiera los matrimonios, estarán formados por hombres y mujeres, como lo estuvieron toda la vida, y podrán constituirse con personas del mismo sexo, y con una finalidad solo afectiva, ya que la antigua, cifrada en la procreación, se me ocurre – en el actual estado de evolución científica – un poco difícil.

No es descartable – sin embargo - que, con el tiempo, un matrimonio formado por – pongamos por caso – Cipriano y Eleuterio, de frutos tangibles, en forma de rorros llorones y meones, pero como esto por el momento corresponde a la ciencia-ficción, continuaremos con  nuestra historia.

El radical cambio producido, tiene - como todo en la vida - raíces lógicas. En la antigüedad, el tener hijos era una garantía de supervivencia, pues a más brazos para trabajar, había más posibilidades de sobrevivir, sin embargo en nuestro sofisticado y modernísimo siglo XXI, los hijos se han convertido en una carga, y cada vez se procuran tener menos, y la pareja, que antes se dirigía fundamentalmente al fin procreativo, se encamina ahora a satisfacer sentimientos, y, en este punto, cualquier ser – con independencia de su sexo - puede colmar la necesidad de afecto, de otro.

Lo que suele ocurrir, es que mucha gente confunde la velocidad con el tocino, y sucede lo que le pasó a una amiga, que inmersa en un proceso depresivo, le preguntaron si su vida afectiva era satisfactoria, a lo que respondió enojada, que esas preguntas no se hacían, confundiendo –como casi todo el mundo - amor con sexo, pues la afectividad amorosa puede colmarla un jilguero, con el que – sin embargo – es muy difícil poder mantener relaciones sexuales.

Pero me temo - amigo lector - que he acabado alejándome del tema, ya que de lo que trata la historia es de parejas, y sobre todo, de una en concreto.

Él se llamaba Manuel, era fornido, de ademanes bruscos y descarnado lenguaje, en el que solía intercalar – con la menor excusa - juros y palabrotas, fumaba como una chimenea, y sus formas eran tan varoniles, que destacaba, por ellas, entre los demás hombres.

Quería con locura a su pareja, Antonia, mujer de aspecto sofisticado y un tanto extraño, que ya desde las siete de la mañana estaba peinada, acicalada y pintada, como si de una corista se tratase. Su belleza, sin embargo, era rara pues tenía rasgos con perfiles masculinos, y la cara sombreada por una infinitud de poros, en donde, y pese a la diaria depilación que se hacía, pugnaban por emerger, pelos afilados como escarpias.

Ambos regentaban una pescadería en un mercado del Bajo Llobregat, y siempre que podían, e incluso cuando no podían, se hacían carantoñas y arrumacos, ante sus clientes, evidenciando delante de todos, lo mucho que se querían, y cuanto estaban el uno por el otro.

Un día, se encontraba Manuel en la barra del bar, rodeado de un grupo de trabajadores del mercado, hablando de cosas de hombres, cuando de improviso su cara se tornó lívida, cayendo seguidamente al suelo, privado de sentido. Todos acudieron a auxiliarle de inmediato, y entre trago de agua por aquí, y lingotazo de coñac por allá, pocos minutos más tarde había recuperado su animo de siempre.
¿Le ha pasado esto alguna otra vez...? Pregunté alarmado al dueño del bar – Una vez al mes – me contestó, mientras agregaba - cada vez que le viene la regla... naturalmente.

Al principio pensé que bromeaba, es más, que me estaba tomando el pelo, luego tras asegurarme que no, me contó con detalle toda la historia. Manuel era en realidad Manuela, y Antonia era Antonio, y llevaban en esta - por demás extraña coyunda - más de diez años, y contra lo que en contra se pudiese pensar, en una modélica relación, tanto laboral como de pareja.

Mi curiosidad es – terminó el tabernero, una vez que me hubo relatado la historia con pelos y señales – como se lo montarán los dos en la cama...

Tras corta reflexión concluí para mí que – con  total seguridad - lo harán como todo el mundo...

J.M. Hidalgo (Historias de Gente Singular) 
       

La conquista de Okinawa, durante la Segunda Guerra Mundial.

 Tal día como hoy 21 de junio de 1945 tras una larga y cruenta batalla, los americanos toman finalmente la isla japonesa de Okinawa, a 550 kilómetros al sur de la península coreana, que proporcionará a los norteamericanos una valiosa base naval y aérea desde la que lanzar ataques contra el territorio japonés, estimándose que más de 90.000 soldados japoneses murieron en los 82 días que han durado las hostilidades.

La batalla de Okinawa, cuyo nombre clave era “Operación Iceberg”, se libró en la isla de Okinawa, en las islas  Ryukyu y fue el mayor asalto anfibio en la Guerra del Pacífico

Se combatió durante 82 días, desde principios de abril hasta mediados de junio de 1945, denominándose “Tifón de Acero” por la ferocidad de los combates, la intensidad de los disparos, y la enorme cantidad de buques aliados y vehículos blindados que asaltaron la isla.

La batalla resultó ser una de las que tuvo más víctimas, civiles y militares, en toda la Segunda Guerra Mundial, pues la totalidad de los fallecidos superó el cuarto de millón.

Cinco divisiones del ejército de los Estados Unidos, y dos de Marines, combatieron en la isla, mientras que otra división de marines se mantuvo en reserva y no se planteó que desembarcara.

El objetivo principal de la operación era apoderarse de la gran isla de Okinawa a sólo 550 km de distancia del Japón., lo que significara que después de una larga campaña de saltar entre islas los Aliados se acercaron a Japón, y planearon usar Okinawa como base para las operaciones aéreas bajo el plan de invadir territorio japonés, cuyo nombre en clave era Operación Downfall.

Sin embargo, fue tanto el numero de bajas de esta operación, que se plantearon seriamente hacer una invasión mediante un desembarco y decidieron usar otra estrategia como la utilización de la bomba atómica. 

Finalmente, los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki y la entrada soviética en la guerra provocarían la rendición de Japón tan sólo unas semanas después del fin de los combates en Okinawa.

lunes, 20 de junio de 2016

La orquestina

 

La única ocasión que tenían Cirilo y sus amigos, de poder alternar con chicas, y convertirse por unos días en famosos, era el veintiséis de septiembre, durante las Fiestas de San Cosme y San Damián, patronos del pueblo.

El resto del año lo pasaban dedicados a trabajos agrícolas, en pie desde las cinco de la mañana en que empezaban a cuidar los animales, continuando luego con el arado, las rastrojeras, la siembra, la siega, y las mil cosas que el campo tiene cada día por hacer, hasta acabar la jornada extenuados, oliendo a estiércol y sudor, y acostándose pronto pues al día siguiente, había que volver a madrugar.

Desconocían los domingo y las fiestas de guardar, ya que los escasos ratos libres que tenían durante al año, los dedicaban a tocar en la orquestina.

Entre cuatro, habían formado un grupo musical, que ensayaba en el establo del tío Tomás, el cual les cedía uno de sus cobertizos, siempre - claro está - que no hubiese alguna vaca de parto o lesionada, porque ese día, la sala de audiciones quedaba reservada para el menester dicho, ya que la música estaba bien, pero una vaca, siempre era una vaca.

Batería, guitarra, bandurria y clarinete, constituían la orquesta, que al principio con timidez, y luego cada vez con mayor soltura, empezó a interpretar piezas bailables, y en las fiestas de los Santos Patronos, terminaron por hacer las delicias de sus paisanos, de manera que no había año, en que nuestros melómanos amigos, no se convirtiesen en el centro de atención de todos sus convecinos, y sobre todo de sus convecinas, que solteras y en edad de merecer, formaban corro ante ellos en sus actuaciones.

Un cambio de concejalías en el ayuntamiento, dio al traste con la situación expuesta, pues el nuevo edil de festejos, resultó ser un antiguo conocido de Cirilo, el líder del grupo, con el que este había tenido tiempo atrás, problemas de competencia por las mismas faldas, y más concretamente por lo que estas llevaban dentro, y esas cosas, se suelen olvidar tarde, mal y nunca.

Ya por estas u otras razones, el caso fue que en el pleno municipal, en que se acordó el programa de las fiestas patronales, tomó la palabra el nuevo munícipe y... que si los tiempos cambiaban... que si había que renovarse... que si la gente se cansaba siempre de lo mismo... en resumen, que tras una larga perorata justificativa, propuso que sería conveniente cambiar la orquestina local, que hasta aquel momento había amenizado el baile, por otra traída de la capital, que además de ser profesional, tenía un repertorio de nuevas melodías, más acorde con los tiempos modernos.

Aquélla tarde, estaban los cuatro amigos acodados en la barra del bar de la plaza mayor, apurando una jarra de cerveza que les supo más amarga de lo habitual, mientras releían el escrito firmado por el regidor de festejos, en que se les comunicaba, que para el presente año se había acordado en pleno municipal -y para las ya inminentes fiestas patronales - prescindir de sus servicios.

La muerte de sus seres más queridos, no habría sumido a nuestros personajes en una depresión como en la que se hallaban, pero tras la primera jarra llegó la segunda, luego la tercera, después la cuarta y al final acabaron por perder la cuenta de su número.

El caso fue, que como consecuencia del trasiego de tanto liquido alcoholado, la depresión se trocó primero en conformidad, más tarde en menosprecio, y en la última fase, y cuando ya empezaban a notar que las mesas del bar se movían solas, decidieron vengarse de las nuevas y –para ellos - excluyentes ideas del cabildante.

En la cabalgata que daba inicio a la fiesta mayor, compuesta por más de diez carretas adornados como carrozas de cuentos de hadas, no faltó la dedicada a la orquesta, que desfiló al ritmo de sus instrumentos – casi todos de viento – dando a sus melodías, un aire de moderno jazz, y que a nuestros rencorosos personajes, les sonó a diabólica charanga. Acabado el desfile, y antes del inicio del baile, se consumó la venganza.

El ayuntamiento ofreció – cosa que nunca antes había hecho – un refrigerio a los músicos, en que abundó el buen jamón de bellota, langostinos tan grandes como la palma de la mano, y otras muchas exquisiteces, todo ello regado con los mejores vinos de las bodegas del señor alcalde, y en cuya degustación los artistas – que a juzgar por como lo hicieron, parecía no habían comido en meses – se extendieron más de una hora.

Durante este tiempo quedaron los instrumentos, solos y sin custodia, en un cuarto anexo al ayuntamiento bien conocido por nuestros héroes, ya que era donde solían cambiarse para sus actuaciones.

Amparados por las primeras sombras de la noche, se fueron introduciendo por turno en el habitáculo, y mientras uno vigilaba, los otros hicieron sus necesidades tanto mayores como menores, dentro de los tubos de los instrumentos, con lo que la trompeta, el clarinete, y el saxofón, quedaron llenos hasta la boca de pestilentes excrementos, volviéndolos a colocar nuevamente en su lugar – una vez acabaron - como si nada pasase.

Como ya habrás deducido, amigo lector, el flamante grupo llegado de la ciudad no pudo ofrecer el concierto previsto, pues pasaron toda la velada limpiando a conciencia sus instrumentos en la fuente de la plaza, mientras su representante amenazaba al consistorio entero, con una millonaria demanda judicial, por daños, perjuicios, y lesiones a su imagen.

Aquella noche, y para que la fiesta pudiese celebrarse, el alcalde en persona hubo que pedir a los músicos locales que tocasen en el baile, y estos tras hacerse de rogar y “solo por no estropear los actos de los santos patronos” acabaron por hacerlo hasta la madrugada, interpretando lo más florido de su repertorio, mientras entre pieza y pieza, se les escapaba – a los muy bribones - la risa floja.

La minuciosa investigación llevada a cabo, por los dos agentes que formaban el cuerpo de la Policía Municipal del pueblo, no pudo nunca determinar quienes fueron los autores, de la escatológica gamberrada.

J. M. Hidalgo (Historias de Gente Singular)