Tal día como hoy 31 de agosto de 1217, en Castilla, la reina Berenguela I “la grande” cede el trono a su hijo Fernando III.
Berenguela de Castilla fue la primogénita del rey castellano Alfonso VIII y por línea materna era nieta de Enrique II de Inglaterra y de otra importante mujer de la época, Leonor de Aquitania.
Durante los primeros años de su vida- antes del nacimiento de su hermano Enrique - Berenguela fue la heredera al trono castellano, lo que la convirtió en un partido muy deseado y su primer compromiso matrimonial se acordó en 1187 con Conrado, hijo del emperador alemám Federico I Barbarroja, celebrándose los esponsales en 1188 y al año siguiente nació el infante Fernando, heredero al trono, pero Federico, viendo frustradas sus aspiraciones a Castilla perdió todo interés y los esponsales fueron cancelados, por lo que Conrado y Berenguela jamás volverían a verse, ya que este fue asesinado en 1196.
En 1197, Berenguela se casó de nuevo en la ciudad de Valladolid con el rey de León Alfonso IX, pariente suyo en tercer grado, teniendo cinco hijos, pero en 1204 el papa Inocencio III anuló el matrimonio alegando el parentesco a pesar de que lo había permitido en su momento.
Ambos cónyuges solicitaron una dispensa para permanecer juntos, pero el papa se la denegó, aunque consiguieron que su descendencia fuese considerada legítima y Berenguela regresó a Castilla al lado de sus padres, donde se dedicó al cuidado de sus hijos.
Al morir Alfonso VIII en 1214, heredó la corona el joven infante Enrique con tan solo diez años de edad, por lo que se abrió un período de regencia bajo su hermana Berenguela, comenzando entonces disturbios internos ocasionados por la nobleza y para evitar conflictos civiles en el reino, Berenguela dejó la tutoría del rey y la regencia al conde Álvaro Núñez de Lara.
Enrique falleció el 6 de junio de 1217, por causa de una herida en la cabeza con una teja que se desprendió cuando se encontraba jugando con otros niños y aunque el conde Álvaro Núñez de Lara se llevó el cadáver para ocultar su muerte, la noticia llegó a Berenguela y esto hizo que el trono de Castilla pasara a ella, quien el 2 de julio hizo cesión del mismo a hijo Fernando.
Pese a que no quiso ser reina, Berenguela estuvo siempre junto a su hijo, como consejera, interviniendo en política, aunque de forma indirecta, destacando su mediación en 1218 cuando la intrigante familia de los Lara con el antiguo regente, Álvaro Núñez de Lara, a la cabeza conspiró para que el padre de Fernando III, Alfonso IX de León, invadiera Castilla para hacerse con el trono de su hijo.
Pero tal vez la intervención más decisiva a favor de su hijo se produjo en 1230 cuando falleció su padre Alfonso IX y este designó como herederas a sus hijas Sancha y Dulce, frutos de su primer matrimonio, en detrimento de los derechos de Fernando III.
Berenguela se reunió en Benavente con la madre de las infantas y consiguió la firma de la Concordia de Benavente, por el que estas renunciaban al trono en favor de su hermanastro a cambio de dinero y otras ventajas, con lo que se unieron para siempre León y Castilla en la persona de Fernando III el Santo.
Berenguela ejerció como auténtica reina mientras su hijo Fernando se encontraba en el sur, en sus largas campañas de reconquista de Al-Ándalus y gobernó Castilla y León con la habilidad que siempre la caracterizó, asegurándole a su hijo el tener siempre las espaldas cubiertas.
El 8 de noviembre de 1246, moría la reina Berenguela “La Grande” de Castilla a los 66 años de edad. Ninguna crónica dudó de la inteligencia y habilidad a la hora de gobernar y ayudar a gobernar a su hijo Fernando III el Santo quien, sin duda alguna, no habría conseguido reinar sin el consejo de su madre, una reina madre fiel y siempre en la sombra.
Relación efemérides históricas; cuentos, reflexiones, poesias...
viernes, 31 de agosto de 2018
jueves, 30 de agosto de 2018
Cuando Pedro III de Aragón fue rey de Sicilia
Tal día como hoy 30 de agosto de 1282, en Trápani, Sicilia, el rey aragonés Pedro III desembarca su ejército de almogávares al grito de “¡Desperta Ferro!”, mientras el rey de Sicilia Carlos de Anjou huye permitiendo que Pedro se dirigiera a Palermo para ser coronado rey de la isla.
Pedro III de Aragón, llamado “el Grande”, fue hijo de Jaime I el Conquistador y su segunda esposa Violante de Hungría y todo su reinado se centró, en la expansión de la Corona de Aragón por el Mediterráneo y para ello aprovechó su matrimonio con Constanza de Hohenstaufen, hija y heredera de Manfredo I de Sicilia para reivindicar la corona siciliana, que se encontraba bajo la soberanía de Carlos de Anjou, con el apoyo del papa Clemente IV.
Constanza, una vez muerto su padre y decapitados sus hermanos varones, la línea sucesoria pasó a ella, quien ofreció refugio en Aragón a las familias partidarias de su padre, los Lanza, los Lauria y los Prócidas.
Posteriormente, en 1281, Pedro III armó una flota para invadir Túnez y solicitó al recién elegido papa Martín IV una bula que declarara la operación militar como cruzada, pero el papa - de origen francés y partidario de Carlos de Anjou - se la negó.
Cuando la flota se disponía a zarpar, tuvieron lugar los acontecimientos conocidos como las “Vísperas sicilianas” que provocaron la expulsión de la isla, tras una gran matanza de los franceses, hecho lo cual, los sicilianos enviaron una embajada a Pedro III ofreciéndole la corona siciliana, a la que tenía derecho por matrimonio, y el rey aragonés puso entonces su flota rumbo a Sicilia, donde arribó el 30 de agosto de 1282 siendo coronado rey en Palermo.
El papa Martín IV, respondió a la coronación de Pedro III con su excomunión y su deposición como rey de Aragón, ofreciendo la corona al segundo hijo del rey de Francia, Carlos de Valois, a quien invistió el 27 de febrero de 1284, y declarando una cruzada contra Aragón, por su intervención en los asuntos sicilianos en contra de la voluntad papal.
La situación en la que se encontró Pedro III era totalmente inestable, ya que no sólo tenía que enfrentarse a la invasión francesa que se preparaba al norte de los Pirineos, sino que tuvo que hacer frente a graves problemas en el interior de sus reinos ante las necesidades económicas que provocó la conquista de Sicilia.
Pedro III soluciona los problemas internos concediendo, en las Cortes de Tarazona de 1283, la formación de la Unión aragonesa y solucionados los problemas interiores, pudo centrar su atención en la invasión francesa, que al mando del propio rey francés Felipe III tomó en 1285 la ciudad de Gerona, aunque tuvo que retirarse cuando la flota aragonesa retornó de Sicilia al mando de Roger de Lauria e infligió a la escuadra francesa una derrota total en las islas Formigues y otra derrota en tierra en el barranco de las Panizas, cuando los franceses se retiraban.
Tras su gran victoria, Pedro III se dispuso a enfrentarse a su hermano Jaime II de Mallorca y a su sobrino el rey Sancho IV de Castilla, que no le habían prestado apoyo durante su conflicto con los franceses, pero su prematura muerte lo impidió.
Falleció el 11 de noviembre de 1285 y los estudios forenses de sus restos, exhumados en 2010, indican que probablemente su muerte se debió a una afección pulmonar.
En su testamento, Pedro III dispuso que su cadáver recibiera sepultura en el Monasterio de Santes Creus, siendo el primer monarca aragonés en recibir sepultura en este monasterio.
Pedro III de Aragón, llamado “el Grande”, fue hijo de Jaime I el Conquistador y su segunda esposa Violante de Hungría y todo su reinado se centró, en la expansión de la Corona de Aragón por el Mediterráneo y para ello aprovechó su matrimonio con Constanza de Hohenstaufen, hija y heredera de Manfredo I de Sicilia para reivindicar la corona siciliana, que se encontraba bajo la soberanía de Carlos de Anjou, con el apoyo del papa Clemente IV.
Constanza, una vez muerto su padre y decapitados sus hermanos varones, la línea sucesoria pasó a ella, quien ofreció refugio en Aragón a las familias partidarias de su padre, los Lanza, los Lauria y los Prócidas.
Posteriormente, en 1281, Pedro III armó una flota para invadir Túnez y solicitó al recién elegido papa Martín IV una bula que declarara la operación militar como cruzada, pero el papa - de origen francés y partidario de Carlos de Anjou - se la negó.
Cuando la flota se disponía a zarpar, tuvieron lugar los acontecimientos conocidos como las “Vísperas sicilianas” que provocaron la expulsión de la isla, tras una gran matanza de los franceses, hecho lo cual, los sicilianos enviaron una embajada a Pedro III ofreciéndole la corona siciliana, a la que tenía derecho por matrimonio, y el rey aragonés puso entonces su flota rumbo a Sicilia, donde arribó el 30 de agosto de 1282 siendo coronado rey en Palermo.
El papa Martín IV, respondió a la coronación de Pedro III con su excomunión y su deposición como rey de Aragón, ofreciendo la corona al segundo hijo del rey de Francia, Carlos de Valois, a quien invistió el 27 de febrero de 1284, y declarando una cruzada contra Aragón, por su intervención en los asuntos sicilianos en contra de la voluntad papal.
La situación en la que se encontró Pedro III era totalmente inestable, ya que no sólo tenía que enfrentarse a la invasión francesa que se preparaba al norte de los Pirineos, sino que tuvo que hacer frente a graves problemas en el interior de sus reinos ante las necesidades económicas que provocó la conquista de Sicilia.
Pedro III soluciona los problemas internos concediendo, en las Cortes de Tarazona de 1283, la formación de la Unión aragonesa y solucionados los problemas interiores, pudo centrar su atención en la invasión francesa, que al mando del propio rey francés Felipe III tomó en 1285 la ciudad de Gerona, aunque tuvo que retirarse cuando la flota aragonesa retornó de Sicilia al mando de Roger de Lauria e infligió a la escuadra francesa una derrota total en las islas Formigues y otra derrota en tierra en el barranco de las Panizas, cuando los franceses se retiraban.
Tras su gran victoria, Pedro III se dispuso a enfrentarse a su hermano Jaime II de Mallorca y a su sobrino el rey Sancho IV de Castilla, que no le habían prestado apoyo durante su conflicto con los franceses, pero su prematura muerte lo impidió.
Falleció el 11 de noviembre de 1285 y los estudios forenses de sus restos, exhumados en 2010, indican que probablemente su muerte se debió a una afección pulmonar.
En su testamento, Pedro III dispuso que su cadáver recibiera sepultura en el Monasterio de Santes Creus, siendo el primer monarca aragonés en recibir sepultura en este monasterio.
miércoles, 29 de agosto de 2018
Historia breve de Manuel Machado
Tal día como hoy 29 de agosto de 1874, nace en Sevilla el poeta y dramaturgo Manuel Machado, un poeta enmarcado en el modernismo y hermano de Antonio Machado.
Su infancia transcurrió en el Palacio de las Dueñas, donde su familia había alquilado una de las estancias y cuando Manuel tenía cinco años, la familia se trasladó a Madrid, al conseguir su abuelo paterno, una cátedra en la Universidad Central. En Madrid inició sus estudios en la Institución Libre de Enseñanza, dirigida por Francisco Giner de los Ríos, gran amigo del abuelo y más tarde los completó con la licenciatura en Filosofía y Letras por la Universidad de Sevilla, en 1897.
Entregado a la vida bohemia madrileña, Manuel empezó a dar a conocer sus primeras poesías y colaborar en publicaciones y en marzo de 1898, viajó a París para trabajar como traductor en la editorial Garnier, donde publicó su primer libro “Alma”, permaneciendo en la capital francesa hasta 1903, compartiendo piso con Amado Nervo, Rubén Darío y con el actor Ricardo Calvo.
En 1903 estrenó en Sevilla “Amor al vuelo”, comedia escrita en colaboración con su amigo José Luis Montoto y tras publicar “El mal” se casa, con Eulalia Cáceres y el matrimonio se trasladó a Madrid, donde Manuel “se consagró a su mujer con devoción única”.
En 1914 estalla la Primera Guerra Mundial y Manuel deja clara su posición "aliadófila" y acabada la contienda, viajó por Francia y Bélgica como corresponsal de El Liberal. En 1921 publicó el que muchos han considerado su mejor poemario, “Ars moriendi”.
Durante los años veinte, los dos hermanos Machado colaboran con gran éxito, en una serie de comedias en verso y José Antonio Primo de Rivera – fundador de la Falange - asiste con su padre, al homenaje rendido a los dos hermanos con motivo del estreno de “La Lola se va a los puertos”.
En 1931, Manuel hace público, en colaboración con el músico Oscar Esplá, el borrador de un himno para la Segunda República Española y aparece en la lista de intelectuales españoles que en 1933 fundaron la Asociación de “Amigos de la Unión Soviética”.
El inicio de la guerra civil le separó del resto de su familia pues la rebelión militar del 18 de julio le sorprende con su mujer en Burgos y en una entrevista concedida a una revista francesa en julio de 1936, Manuel comete la indiscrección de comentar que “esto puede durar siete años, como la guerra carlista”, lo cual es aprovechada por el corresponsal de ABC en París, para denunciarlo, iniciándose el “festival de las envidias en España”, que causarán tantos muertos.
Manuel fue detenido por la policía el 29 de septiembre, permaneciendo encarcelado hasta el 1 de octubre, gracias a una larga lista de intercesores por su libertad. Ya libre, continuó escribiendo poesía como “Los versos del combatiente” o “la Corona de sonetos” en honor de José Antonio Primo de Rivera, culminando su compromiso político-literario con el poema “Al sable del Caudillo”, al tomar Madrid las tropas rebeldes en 1939.
No ha quedado claro cómo se llegó a enterar Manuel de la muerte de su madre y de su hermano Antonio, pero el caso es que fueron a Francia y allí se les informó de que las muertes habían ocurrido en Colliure, donde acudieron él y Eulalia, permanecieron dos días, regresando luego a Burgos.
Tras la guerra, se reincorporó a su cargo de director de la Hemeroteca y del Museo Municipal de Madrid, jubilándose poco después. Siguió escribiendo poesía, en gran parte de carácter religioso, influido por su esposa y el entorno. Fallecido en Madrid el 19 de enero de 1947, fue enterrado en el cementerio de La Almudena, tras un funeral presidido por el ministro de Educación Nacional, Ibáñez Martín y José María Pemán, en aquellos días director accidental de la Real Academia.
Su infancia transcurrió en el Palacio de las Dueñas, donde su familia había alquilado una de las estancias y cuando Manuel tenía cinco años, la familia se trasladó a Madrid, al conseguir su abuelo paterno, una cátedra en la Universidad Central. En Madrid inició sus estudios en la Institución Libre de Enseñanza, dirigida por Francisco Giner de los Ríos, gran amigo del abuelo y más tarde los completó con la licenciatura en Filosofía y Letras por la Universidad de Sevilla, en 1897.
Entregado a la vida bohemia madrileña, Manuel empezó a dar a conocer sus primeras poesías y colaborar en publicaciones y en marzo de 1898, viajó a París para trabajar como traductor en la editorial Garnier, donde publicó su primer libro “Alma”, permaneciendo en la capital francesa hasta 1903, compartiendo piso con Amado Nervo, Rubén Darío y con el actor Ricardo Calvo.
En 1903 estrenó en Sevilla “Amor al vuelo”, comedia escrita en colaboración con su amigo José Luis Montoto y tras publicar “El mal” se casa, con Eulalia Cáceres y el matrimonio se trasladó a Madrid, donde Manuel “se consagró a su mujer con devoción única”.
En 1914 estalla la Primera Guerra Mundial y Manuel deja clara su posición "aliadófila" y acabada la contienda, viajó por Francia y Bélgica como corresponsal de El Liberal. En 1921 publicó el que muchos han considerado su mejor poemario, “Ars moriendi”.
Durante los años veinte, los dos hermanos Machado colaboran con gran éxito, en una serie de comedias en verso y José Antonio Primo de Rivera – fundador de la Falange - asiste con su padre, al homenaje rendido a los dos hermanos con motivo del estreno de “La Lola se va a los puertos”.
En 1931, Manuel hace público, en colaboración con el músico Oscar Esplá, el borrador de un himno para la Segunda República Española y aparece en la lista de intelectuales españoles que en 1933 fundaron la Asociación de “Amigos de la Unión Soviética”.
El inicio de la guerra civil le separó del resto de su familia pues la rebelión militar del 18 de julio le sorprende con su mujer en Burgos y en una entrevista concedida a una revista francesa en julio de 1936, Manuel comete la indiscrección de comentar que “esto puede durar siete años, como la guerra carlista”, lo cual es aprovechada por el corresponsal de ABC en París, para denunciarlo, iniciándose el “festival de las envidias en España”, que causarán tantos muertos.
Manuel fue detenido por la policía el 29 de septiembre, permaneciendo encarcelado hasta el 1 de octubre, gracias a una larga lista de intercesores por su libertad. Ya libre, continuó escribiendo poesía como “Los versos del combatiente” o “la Corona de sonetos” en honor de José Antonio Primo de Rivera, culminando su compromiso político-literario con el poema “Al sable del Caudillo”, al tomar Madrid las tropas rebeldes en 1939.
No ha quedado claro cómo se llegó a enterar Manuel de la muerte de su madre y de su hermano Antonio, pero el caso es que fueron a Francia y allí se les informó de que las muertes habían ocurrido en Colliure, donde acudieron él y Eulalia, permanecieron dos días, regresando luego a Burgos.
Tras la guerra, se reincorporó a su cargo de director de la Hemeroteca y del Museo Municipal de Madrid, jubilándose poco después. Siguió escribiendo poesía, en gran parte de carácter religioso, influido por su esposa y el entorno. Fallecido en Madrid el 19 de enero de 1947, fue enterrado en el cementerio de La Almudena, tras un funeral presidido por el ministro de Educación Nacional, Ibáñez Martín y José María Pemán, en aquellos días director accidental de la Real Academia.
martes, 28 de agosto de 2018
El sufragio femenino
Tal día como hoy 28 de agosto de 1920, en Estados Unidos, el Gobierno le reconoce a las mujeres “de piel blanca” el derecho a voto.
El sufragio femenino hace referencia al derecho de voto de las mujeres, es decir, el derecho político y constitucional a votar los cargos públicos electos así como a ser votadas y por lo tanto el sufragio es activo, cuando se determina quienes tienen derecho al voto y pasivo, que se refiere a quienes tienen derecho a ser elegidos.
La legislación internacional reconoció el sufragio femenino a través de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, cuando en 1948 aprobaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El movimiento internacional para la reivindicación del derecho al sufragio femenino, fue alentado y desarrollado por las mujeres sufragistas y es un movimiento social, económico y político que promovía la extensión del derecho a votar a las mujeres, abogando inicialmente por el “sufragio igualitario”, en lugar del actual “sufragio universal”, ya que este último, en los comienzos de la reivindicación del sufragio femenino fue considerado muy revolucionario.
Los principales objetivos del movimiento feminista siguieron, y siguen siendo, los mismos: la incorporación de la mujer al trabajo, el derecho de voto, la mejora de la educación, la capacitación profesional y la apertura de nuevos horizontes laborales, la equiparación de sexos en la familia como medio de evitar la subordinación de la mujer y la doble moral sexual.
La primera vez que se reconoció en España el sufragio femenino fue en la Segunda República con la Constitución de 1931, aunque en las elecciones de junio de ese año, que se realizaron por sufragio universal masculino, a las mujeres se les reconoció el derecho al “sufragio pasivo”, por lo que pudieron presentarse como candidatas.
Sólo tres mujeres resultaron elegidas: Margarita Nelken, del P.S.O.E, Clara Campoamor del Partido Republicano Radical y Victoria Kent del Partido Republicano Radical Socialista, que tuvieron un destacado protagonismo, especialmente las dos últimas, en el debate sobre la concesión del derecho del voto a las mujeres.
Durante la Dictadura de Primo de Rivera - 1923-1930- hubo un primer intento de reconocer el derecho de sufragio a las mujeres, pero sólo para las elecciones municipales - que nunca se celebraron - y solo para las mujeres cabezas de familia que eran electoras y elegibles.
En 1931, durante los debates en las Cortes Constituyentes de la Segunda República, uno de los principales oponentes a la concesión del derecho al voto a las mujeres, fue el diputado de la Federación Republicana Gallega, Roberto Novoa Santos, que se manifestó en contra del mismo con argumentos biológicos, como que “a la mujer no la domina la reflexión y el espíritu crítico sino la emoción y todo lo que tiene que ver con los sentimientos”.
El 30 de septiembre de 1931 comenzó el debate en la Comisión de la Constitución y al día siguiente, intervino Victoria Kent para pedir que se aplazase la concesión del voto a las mujeres, porque en su opinión, la mujer española carecía en aquel momento de la suficiente preparación social y política como para votar responsablemente, por lo que, por influencia de la Iglesia, su voto sería conservador, lo que perjudicaría a los partidos de izquierdas.
En seguida le responde Clara Campoamor, en defensa de la concesión inmediata del derecho al voto a las mujeres y sometida a votación, la propuesta de la Comisión quedó aprobada el 1 de Octubre de 1931 por votación nominal de los 470 escaños que componían la cámara.
Reconocido el derecho al voto de las mujeres en la Constitución de 1931, la primera vez que pudieron ejercer ese derecho en todo el territorio español fue en las elecciones generales celebradas el 19 de noviembre de 1933.
El sufragio femenino hace referencia al derecho de voto de las mujeres, es decir, el derecho político y constitucional a votar los cargos públicos electos así como a ser votadas y por lo tanto el sufragio es activo, cuando se determina quienes tienen derecho al voto y pasivo, que se refiere a quienes tienen derecho a ser elegidos.
La legislación internacional reconoció el sufragio femenino a través de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, cuando en 1948 aprobaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El movimiento internacional para la reivindicación del derecho al sufragio femenino, fue alentado y desarrollado por las mujeres sufragistas y es un movimiento social, económico y político que promovía la extensión del derecho a votar a las mujeres, abogando inicialmente por el “sufragio igualitario”, en lugar del actual “sufragio universal”, ya que este último, en los comienzos de la reivindicación del sufragio femenino fue considerado muy revolucionario.
Los principales objetivos del movimiento feminista siguieron, y siguen siendo, los mismos: la incorporación de la mujer al trabajo, el derecho de voto, la mejora de la educación, la capacitación profesional y la apertura de nuevos horizontes laborales, la equiparación de sexos en la familia como medio de evitar la subordinación de la mujer y la doble moral sexual.
La primera vez que se reconoció en España el sufragio femenino fue en la Segunda República con la Constitución de 1931, aunque en las elecciones de junio de ese año, que se realizaron por sufragio universal masculino, a las mujeres se les reconoció el derecho al “sufragio pasivo”, por lo que pudieron presentarse como candidatas.
Sólo tres mujeres resultaron elegidas: Margarita Nelken, del P.S.O.E, Clara Campoamor del Partido Republicano Radical y Victoria Kent del Partido Republicano Radical Socialista, que tuvieron un destacado protagonismo, especialmente las dos últimas, en el debate sobre la concesión del derecho del voto a las mujeres.
Durante la Dictadura de Primo de Rivera - 1923-1930- hubo un primer intento de reconocer el derecho de sufragio a las mujeres, pero sólo para las elecciones municipales - que nunca se celebraron - y solo para las mujeres cabezas de familia que eran electoras y elegibles.
En 1931, durante los debates en las Cortes Constituyentes de la Segunda República, uno de los principales oponentes a la concesión del derecho al voto a las mujeres, fue el diputado de la Federación Republicana Gallega, Roberto Novoa Santos, que se manifestó en contra del mismo con argumentos biológicos, como que “a la mujer no la domina la reflexión y el espíritu crítico sino la emoción y todo lo que tiene que ver con los sentimientos”.
El 30 de septiembre de 1931 comenzó el debate en la Comisión de la Constitución y al día siguiente, intervino Victoria Kent para pedir que se aplazase la concesión del voto a las mujeres, porque en su opinión, la mujer española carecía en aquel momento de la suficiente preparación social y política como para votar responsablemente, por lo que, por influencia de la Iglesia, su voto sería conservador, lo que perjudicaría a los partidos de izquierdas.
En seguida le responde Clara Campoamor, en defensa de la concesión inmediata del derecho al voto a las mujeres y sometida a votación, la propuesta de la Comisión quedó aprobada el 1 de Octubre de 1931 por votación nominal de los 470 escaños que componían la cámara.
Reconocido el derecho al voto de las mujeres en la Constitución de 1931, la primera vez que pudieron ejercer ese derecho en todo el territorio español fue en las elecciones generales celebradas el 19 de noviembre de 1933.
lunes, 27 de agosto de 2018
"Se armó la de San Quintín"
Tal día como hoy 27 de agosto de 1557, dentro de las Guerras Italianas, Felipe II de España toma finalmente la ciudad de San Quintín, sitiada tras la batalla de su mismo nombre.
La batalla de San Quintín tuvo lugar entre las tropas españolas y francesas el 10 de agosto de 1557, con victoria decisiva para España, cuando tras haber invadido en 1556 el reino de Nápoles las tropas francesas, Felipe II ordenó a las tropas españoles atacar Francia.
El primer escenario del enfrentamiento fue Italia y la ofensiva se inició antes de que acabara ese mismo mes, con un movimiento de distracción dirigido a hacer creer a los franceses que las tropas españolas invadirían la Champaña para luego dirigirse hacia San Quintín, lo que motivó que los franceses enviaran numerosos efectivos para defender esta ciudad.
El ejército español empezó el ataque el 2 de agosto y los franceses enviaron al almirante Gaspar de Coligny al mando de un contingente de socorro, que logró introducirse en la ciudad y tras esta vanguardia se aproximaba el ejército francés al completo, con unos 22 000 infantes, 8 000 jinetes y 18 cañones que intentó también introducirse en la ciudad sitiada aunque fracasó en su propósito.
El 10 de agosto de 1557, Montmorency decidió avanzar sobre la ciudad con la intención de penetrar en la plaza y para ello optó por ordenar a sus tropas que abandonasen la protección del bosque y esta imprudencia dejó la puerta abierta a que los españoles pudieran sorprenderle en mitad de la maniobra y tan sólo unos 200 franceses lograron alcanzar la ciudad.
La caballería ligera española del Conde de Egmont acosó al flanco izquierdo francés y obligó a Montmorency a retirarse hacia el bosque, mientras la caballería francesa trataba con dificultad de contener el ataque.
Ante esta asfixiante situación, Montmorency no tuvo más remedio que presentar allí mismo batalla, desplegando a sus hombres de la mejor manera posible. Mientras su retaguardia seguía amenazada, la infantería de Felipe II ya se había desplegado y cayeron con violencia sobre el ejército francés, que además de ser inferior en número se vio desbordado a causa de las constantes descargas de los arcabuceros españoles, que destrozaban sin parar sus filas.
La carnicería fue tal, que los mercenarios alemanes del bando francés decidieron rendirse en masa y únicamente resistía el centro, donde un apurado Montmorency, viéndolo todo perdido, optó por una muerte honorable batiéndose cuerpo a cuerpo, siendo capturado con vida por un soldado español, que por este hecho recibió un premio de 10 000 ducados.
Se calcula que el ejército francés perdió unos 12 000 hombres y otros 6 000 prisioneros, mientras las fuerzas de Felipe II apenas sufrieron trescientas bajas entre muertos y heridos.
Al conocer el resultado, Felipe II se mostró apenado por no haber estado presente como él quería, escribiendo la victoria a su padre Carlos I, retirado ya a Yuste y decidió celebrar el triunfo ordenando la construcción del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, dedicado a san Lorenzo, santo del día de la victoria.
Luego decidió no atacar París hasta no haber tomado la ciudad de San Quintín, aún en manos francesas, donde los sitiados resistieron hasta el 27 de agosto de 1557, cuando - tras un duro cañoneo- se abrieron varias brechas en la muralla.
En esta batalla tuvo un importante papel el militar flamenco Lamoral, conde de Egmont, que en 1568 fue ejecutado en Bruselas acusado de rebelión por el “Tribunal de los Tumultos”, fundado por el duque de Alba.
La batalla de San Quintín tuvo lugar entre las tropas españolas y francesas el 10 de agosto de 1557, con victoria decisiva para España, cuando tras haber invadido en 1556 el reino de Nápoles las tropas francesas, Felipe II ordenó a las tropas españoles atacar Francia.
El primer escenario del enfrentamiento fue Italia y la ofensiva se inició antes de que acabara ese mismo mes, con un movimiento de distracción dirigido a hacer creer a los franceses que las tropas españolas invadirían la Champaña para luego dirigirse hacia San Quintín, lo que motivó que los franceses enviaran numerosos efectivos para defender esta ciudad.
El ejército español empezó el ataque el 2 de agosto y los franceses enviaron al almirante Gaspar de Coligny al mando de un contingente de socorro, que logró introducirse en la ciudad y tras esta vanguardia se aproximaba el ejército francés al completo, con unos 22 000 infantes, 8 000 jinetes y 18 cañones que intentó también introducirse en la ciudad sitiada aunque fracasó en su propósito.
El 10 de agosto de 1557, Montmorency decidió avanzar sobre la ciudad con la intención de penetrar en la plaza y para ello optó por ordenar a sus tropas que abandonasen la protección del bosque y esta imprudencia dejó la puerta abierta a que los españoles pudieran sorprenderle en mitad de la maniobra y tan sólo unos 200 franceses lograron alcanzar la ciudad.
La caballería ligera española del Conde de Egmont acosó al flanco izquierdo francés y obligó a Montmorency a retirarse hacia el bosque, mientras la caballería francesa trataba con dificultad de contener el ataque.
Ante esta asfixiante situación, Montmorency no tuvo más remedio que presentar allí mismo batalla, desplegando a sus hombres de la mejor manera posible. Mientras su retaguardia seguía amenazada, la infantería de Felipe II ya se había desplegado y cayeron con violencia sobre el ejército francés, que además de ser inferior en número se vio desbordado a causa de las constantes descargas de los arcabuceros españoles, que destrozaban sin parar sus filas.
La carnicería fue tal, que los mercenarios alemanes del bando francés decidieron rendirse en masa y únicamente resistía el centro, donde un apurado Montmorency, viéndolo todo perdido, optó por una muerte honorable batiéndose cuerpo a cuerpo, siendo capturado con vida por un soldado español, que por este hecho recibió un premio de 10 000 ducados.
Se calcula que el ejército francés perdió unos 12 000 hombres y otros 6 000 prisioneros, mientras las fuerzas de Felipe II apenas sufrieron trescientas bajas entre muertos y heridos.
Al conocer el resultado, Felipe II se mostró apenado por no haber estado presente como él quería, escribiendo la victoria a su padre Carlos I, retirado ya a Yuste y decidió celebrar el triunfo ordenando la construcción del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, dedicado a san Lorenzo, santo del día de la victoria.
Luego decidió no atacar París hasta no haber tomado la ciudad de San Quintín, aún en manos francesas, donde los sitiados resistieron hasta el 27 de agosto de 1557, cuando - tras un duro cañoneo- se abrieron varias brechas en la muralla.
En esta batalla tuvo un importante papel el militar flamenco Lamoral, conde de Egmont, que en 1568 fue ejecutado en Bruselas acusado de rebelión por el “Tribunal de los Tumultos”, fundado por el duque de Alba.