Relación efemérides históricas; cuentos, reflexiones, poesias...
miércoles, 7 de septiembre de 2016
La romería
Este próximo domingo día quince, se celebrará en Álora el día grande de su Feria Chica, que no es otro que la romería de la Virgen de Flores, patrona del pueblo.
Mi hermana pequeña ya me ha dijo que ella este año no irá, aunque nunca se perdió ni una, pero las romerías de hogaño, no son como las de antaño y ella dice que tal como sucede con las Navidades, se pasa el día recordando a los que faltan.
Es cierto que el convento sigue existiendo y que también está allí el olivar que en su día fue cedido “para que cercándolo de tapias dentro puedan labrar” como hace tiempo mi amigo Pepe Morales - extraoficial cronista local - recordaba en uno de sus entrañables escritos.
Al olivar - en donde desde siempre se celebró la romería - le han ido comiendo trozos; hora por aquí para una carretera; hora por allá para un camino nuevo, hasta irle dejando mermado en su extensión, pero no obstante - aunque los tiempos han cambiado - sigue habiendo gente a la que le gusta pasar – como antaño sucedía - ese día bajo un olivo.
Quien esto te cuenta, en su infancia lo consideraba como una fiesta grande que solía esperar con ansia durante todo el año y que se repetía cada vez con el mismo ritual, consistente en que antes de que amaneciese, ya estaba en pie toda la familia - con mi madre al frente - dispuesta a salir temprano al objeto de poder coger un buen sitio en el olivar.
El “buen sitio” se cifraba en un árbol cuando más frondoso mejor, que diera cobijo a todos durante la jornada, que solía ser de canícula, pero que bien podía aparecer lluviosa, cosa que entonces se ignoraba hasta el mismo momento, pues los servicios meteorológicos de la época se basaban en que “a María Cuenca le dolía la rodilla”, o que alguien había visto que “los grajos volaban en dirección a Sierra Aguas”, u otros procedimientos tan científicos como los descritos...
Como la cosa apremiaba, una vez cargada la burra – único medio de transporte de la familia - con provisiones y bártulos de guisar, ya que la comida tenía que cocinarse en el olivar, tan temprano que aún ni se veía, enfilábamos el camino hacia el Guadalhorce, que para acortar cruzábamos por el “Vado de Piojo” - lo cual pese al estiaje solía realizarse con riesgo de algún chapuzón mañanero, porque entonces el río lo era de verdad - subiendo luego por el Cerro Pelado hasta la ermita.
Una vez allí, elegido el olivo y transformada la polivalente burra en caballo, para con ella pasear por el olivar, mi madre organizaba el lugar y disponía sobre unas piedras y una manta extendida en el suelo, aceitunas, chorizos de la matanza, vino, pan y otros viandas con los que agasajar a los que venían a saludar durante el día, pues dentro de la romería estaba la otra romería, que se hacía visitando los olivos de los amigos o conocidos..
Aunque en septiembre aún es verano, era posible que cayese alguna “brusca” repentina durante la jornada, que si era abundante dejaba el campo de tierra roja convertido en un barrizal y algo así sucedió en la historia que ahora narro:
Vicente Bravo - último sacristán "oficial" que tuvo Álora - a quien en el pueblo se le conocía como “Bravito”, fue su protagonista.
El día de la romería Paco – pese a los reiterados ruegos de Mari, su mujer - se negó a ir al olivar porque sostenía que el "tiempo amenazaba agua". Marí despotricaba, arreciando en sus quejas cuando vio pasar a Bravito, con los niños cargados con cestas y canastos, camino del Convento de Flores.
-¡Con Bravito... con Bravito..., me tenía que haber casado yo, y no contigo, que eres mu esaborío, mu borde y mu aburrío...! A media tarde se desencadena la tormenta y con ella la estampida de los romeros. Entre otros - calados, chorreando agua y llenos de churretes de la tierra rojiza del convento - la familia de Bravito, con él al frente refunfuñando.
- Esta mujer... esta dichosa mujer, que se empeñó en comer en el convento, a pesar de que el tiempo daba agua. Paco, mientras se balanceaba en su butaca de rejillas a resguardo de la lluvia, llamó a su mujer.
-¡Marí!... ¿No eras tú la que se quería casar con Bravito...?
Este próximo domingo, amigo lector, si decides ir al olivar vete tranquilo, porque el tiempo - según los pronósticos - parece que no dará agua...
J.M. Hidalgo (Recuerdos de la niñez)
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