Tal día como hoy 3 de febrero del 2000, el Acueducto de Segovia, Patrimonio de la Humanidad, recupera su función hidráulica tras 40 años inoperante.
El acueducto se encuentra en el centro de la ciudad y fue construido para hacer llegar el agua desde la Sierra de Guadarrama hasta Segovia y previamente a la construcción, los ingenieros romanos llevaron a cabo un minucioso estudio del terreno, de sus desniveles y de las posibilidades del posterior recorrido del agua.
Las huellas que dejaron los romanos en la Península Ibérica en forma de monumentos son muy numerosas, pero el acueducto de Segovia es una de las más espectaculares. Esta obra cuenta con 167 arcos y con sus casi 30 metros de altura, fue imprescindible para transportar el agua a lo largo de 16.222 metros, aprovechando los desniveles del terreno y abastecer a los habitantes de Segovia.
El Acueducto parece que divide la ciudad en dos, pero sin embargo, la monumental construcción convive con armonía con el resto de la arquitectura de la ciudad, en la que destacan la Catedral, las murallas y el Alcázar.
La construcción está dividida en tres partes; la zona extraurbana, donde se recogía el agua, la zona periurbana, que conducía el agua y la zona urbana, donde el agua se distribuía a su destino, con un sofisticado sistema de distribución mediante arquetas, que a su vez se subdividían para abastecer las fuentes y las casas privadas.
El Acueducto es un símbolo de la época de esplendor que vivió el Imperio romano y un ejemplo de las grandes dotes de ingeniería de esta civilización, que permitieron las conquistas de Trajano en Dacia y Mesopotamia y la estabilización de las fronteras en el extremo oriental del Imperio.
El Acueducto de Segovia, constaba de al menos 15 kilómetros de canalizaciones subterráneas, entre la captación en la base de Sierra de Guadarrama y la ciudad romana, donde emergía el canal sobre arcadas, a lo largo de casi 800 m.
Consta de 120 pilares que sostienen 167 arcos, a su vez constituidos por sillares –piedras labradas en forma de rectángulo– y unidos sin ningún tipo de argamasa, que se sostienen mediante un perfecto estudio de las fuerzas de empuje entre los grandes bloques de piedra.
Sobre la construcción del Acueducto, cuenta la leyenda, que una muchacha segoviana que trabajaba como aguadora, cansada de tanto trabajar hizo un pacto con el Diablo: si éste hacía llegar el agua hasta su casa antes del amanecer, el Diablo se quedaría con su alma.
El diablo trabajó rápido, pero una tormenta azotó la ciudad esa noche y cuando el gallo cantó, tan solo una piedra le faltaba por colocar. Había perdido el alma de la muchacha pero los segovianos habían ganado un acueducto.
Se dice que aún se pueden ver los agujeros de las pezuñas del diablo en las piezas de piedra... o quizás sean los huecos donde iban colocados los andamios romanos.
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