Tal día como hoy, 22 de abril de 1970,
se establece la celebración del Día de la Tierra. Para comprender
la importancia de este logro, debemos recordar que en la década de
los 60 los coches se estaban haciendo más grandes y antes de 1970
los problemas ambientales se discutían muy poco o casi nada.
Pero un senador de los Estados Unidos,
Gaylord Nelson, declaró que en la primavera de 1970 habría una
manifestación popular a nivel nacional sobre el medio ambiente. La
televisión y los periódicos, incluido el influyente New York Times,
comenzaron a discutir temas ambientales, mientras la gente común se
dio cuenta de que lo que hacemos afecta al medio ambiente terrestre.
La Madre Tierra claramente nos pide que
actuemos. La naturaleza sufre. Los incendios en Australia, los
mayores registros de calor terrestre y la peor invasión de langostas
en Kenia... Ahora nos enfrentamos a COVID -19, una pandemia sanitaria
mundial con una fuerte relación, con la salud de nuestro ecosistema.
El cambio climático, los cambios
provocados por el hombre en la naturaleza, así como los crímenes
que perturban la biodiversidad, como la deforestación, el cambio de
uso del suelo, la producción agrícola y ganadera intensiva o el
creciente comercio ilegal de vida silvestre, pueden aumentar el
contacto y la transmisión de enfermedades infecciosas de animales a
humanos.
De acuerdo con el Programa de las
Naciones Unidas para el Medio Ambiente, una nueva enfermedad
infecciosa emerge en los humanos cada 4 meses y de estas
enfermedades, el 75% provienen de animales.
El impacto visible y positivo del
virus, ya sea a través de la mejora de la calidad del aire o la
reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, no es más
que temporal, ya que se debe a la trágica desaceleración económica
y la angustia humana.
Recordemos más que nunca en este Día
Internacional de la Madre Tierra que necesitamos un cambio hacia una
economía más sostenible que funcione tanto para las personas como
para el planeta. Promovamos la armonía con la naturaleza y la
Tierra.
El brote de coronavirus, representa un
riesgo enorme para la salud pública y la economía mundial, pero
también para la diversidad biológica. Sin embargo, la biodiversidad
puede ser parte de la solución, ya que una diversidad de especies
dificulta la propagación rápida de los patógenos.
Igualmente, cada vez es más evidente
su impacto en la salud humana. Los cambios en la biodiversidad
afectan al funcionamiento de los ecosistemas y pueden ocasionar
alteraciones importantes de los bienes y servicios que estos
proporcionan.
Los vínculos específicos entre la
salud y la biodiversidad incluyen posibles impactos en la nutrición,
la investigación sanitaria y la medicina tradicional, la generación
de nuevas enfermedades infecciosas y cambios significativos en la
distribución de plantas, animales e incluso asentamientos humanos,
algo que puede ser alentado debido al cambio climático.
A pesar de los esfuerzos actuales, la
biodiversidad se está deteriorando en todo el mundo a un ritmo sin
precedentes en la historia humana. Se estima que alrededor de un
millón de especies animales y vegetales se encuentran actualmente en
peligro de extinción.
Con este panorama general y el
escenario del coronavirus, nuestra prioridad inmediata es evitar la
propagación del COVID-19, pero a largo plazo, es muy importante
abordar la pérdida de hábitat y biodiversidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario