Cochran era una mujer rica y muy ocupada y deseaba contar con una máquina que lavara los platos más rápido que sus propios sirvientes, y sin romperlos. Cuando no pudo encontrar ninguna, la construyó ella misma.Y es que, se sentía bastante frustrada al ver que su porcelana fina se estuviera desportillando, principalmente por lo rudos que eran los sirvientes al limpiarla en el fregadero.
Al principio, Cochrane intentó lavar los platos ella misma, pero vio que se trataba de una tarea pesada y pensó que debía haber una mejor manera. Claro está, si no la encuentro, la inventaré yo misma, pensaría la empresaria.
Su padre era ingeniero civil y su bisabuelo, John Fitch, fue un inventor conocido por sus creaciones relacionadas con los barcos de vapor así que, en cierta manera, la creatividad corría por sus venas. Curiosamente, Cochrane no tuvo educación formal en ciencias.
Elaboró un diseño que empleaba chorros de agua y un escurridor que mantendría la vajilla sucia en su sitio sin moverse. En esta época su marido murió y le asaltaron las deudas. Esta situación sirvió para desear fervientemente dar con un modelo exitoso de su máquina.
Aunque otros habían intentado crear dispositivos similares en el pasado (como un modelo con manivela, que fue patentado en 1850), ninguno se había vuelto comercialmente viable. Cochrane estaba decidida a que su máquina pudiera satisfacer una necesidad real para los consumidores, la necesidad por la que ella misma se inclinó al diseño de este dispositivo para la cocina.
Una vez medidos los platos y construido compartimientos de alambre para colocar platos, tazas y demás enseres, los colocó dentro de una rueda plana dentro de una caldera de cobre. La rueda giraba, impulsada por un motor, y el agua jabonosa caía sobre los platos para limpiarlos. Ya estaba lista.
El 28 de diciembre de 1886 patentó su invento y comenzó a fabricarlos únicamente para sus amigos. Había nacido el "Lavavajillas Cochrane". Los restaurantes y hoteles no tardaron en interesarse por su invento. En 1893, Cochrane presentó su máquina en la Feria Mundial de Chicago, donde ganó un premio por su diseño y durabilidad.
En general, este electrodoméstico utiliza la circulación de agua a una alta temperatura (50-70 grados Celsius). Proyecta agua sobre la vajilla, ya sea agua con detergente, o pura al final para aclarar.
Al final del ciclo de lavado, se le puede añadir el abrillantador, que evita que los utensilios, en particular copas y vasos de vidrio, queden con manchas blancas. A su vez, el lavavajillas tiene bandejas deslizantes para facilitar la colocación de las piezas de vajilla.
Es de destacar el filtro que retiene los restos más gruesos y debe ser limpiado periódicamente. Actualmente estos electrodomésticos se han modernizado y cumplen diversidad de funciones. Ahora además los ciclos de lavado son más cortos, sostenibles y permiten ahorrar agua y electricidad.
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