El Rey Felipe II, aceptó lo acordado en el Concilio de Trento y, animado por el Papa Pio V, llevó a la práctica una serie de recomendaciones, que hizo que la política morisca retrocediese a la utilizada, en el año 1500.
En 1566, Felipe II promulgaba una Pragmática, que establecía la nulidad de los contratos redactados en árabe, e impuso un plazo de tres años para que los moriscos, aprendiesen el castellano entre otras medidas.
En esta línea restrictiva, se encuadraba la decisión de arrebatar las tierras, a todos aquellos que no tuvieran un título de propiedad, un serio problema para una comunidad que, en su mayor parte, no disponía de dicho título.
Las duras medidas de Felipe II contra los moriscos, causaron una rebelión en el año 1568 en las Alpujarras, rebelión que terminó con la coexistencia pacífica de ambas comunidades, durante más de 50 años y a la que se sumaron, los territorios de Ronda, el norte de Granada y de Almería.
La Rebelión de las Alpujarras, se prolongó durante dos años. Ni el propio Rey Felipe II disimuló la gravedad, de los acontecimientos en la corte y llamó a su hermanastro, Don Juan de Austria, para sofocar la Rebelión de las Alpujarras.
Lo consiguió en el verano de 1570. Ese mismo año, el 1 de noviembre, Felipe II firmó un Decreto de expulsión, de todos los moriscos del Reino de Granada, incluidos los nuevos conversos cristianos.
Todos los moriscos del Reino de Granada, fueron desterrados en 1571 y dispersados a lo largo de los territorios de la Corona de Castilla, excepto aquellos pertenecientes a la administración pública, los esclavos, los menores de 14 años y los mayores de 70.
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