Tal día como hoy, 14 de abril del año 73 d.C. en Masada, cerca de Jerusalén -Judea-, los judíos defensores de la fortaleza, cometen un suicidio colectivo, para no entregarse a los romanos.
En el año 44, tras la muerte de Herodes Agripa I, sobrino-nieto de Herodes el Grande, Judea se convirtió definitivamente, en una provincia romana.
El rechazo de los judíos, a la presencia romana en su territorio, había sido una constante desde la muerte de Herodes el Grande, en el año 4 a. de C., pero se agudizó tras la muerte de Herodes Agripa I, hasta que en el año 66 estalló una revuelta en Cesárea, contra el gobernador romano. Este primer conato fue sofocado, pero el levantamiento llegó hasta Jerusalén, donde el ejército romano fue derrotado.
El emperador romano Nerón, envió entonces en el año 67 a su general Vespasiano a combatir a los judíos. Durante los dos siguientes años, Vespasiano fue recuperando Galilea y Samaria, hasta llegar a las puertas de Jerusalén. Pero entonces fue nombrado emperador y dejó a su hijo Tito. para que concluyese la toma de Jerusalén, lo que este haría, tras un duro sitio, en agosto del 70. Tito regresó a Roma a celebrar su triunfo, pero la guerra contra los judíos no había terminado.
El 14 de abril del 73 cayó la ciudad de Masada en manos romanas después de un largo asedio, que puso a prueba al imperio. Esta población situada en una roca, a 400 metros sobre el Mar Muerto, resistió hasta la última gota de sangre, de sus habitantes.
Los judíos se habían rebelado contra el Imperio romano unos años antes. La respuesta de Vespasiano fue brutal: arrasó Jerusalén. Tito fue el encargado de acabar con la resistencia, localizada en tres focos: Maqueronte, Herodion y Masada.
Las dos primeras poblaciones cayeron rápido, pero la última no se doblegó tan fácilmente. Este lugar era una guarnición romana, desde los tiempos de Herodes a principios del siglo I.
Menahem y sus sicarios —recibían ese nombre por usar el sica, un puñal—, integrados en los zelotas, un movimiento beligerante dentro de los judíos, que abogaba por la lucha armada para acabar con la denominación romana, tomaron este lugar y lo modificaron, para recibir a los hebreos huidos del resto del país.
Flavio Silva fue el encargado de empezar con el asedio de Masada. Roma quería acabar, con este último foco de resistencia por razones políticas, pero también económicas: la situación de este bastión, imposibilitaba el comercio de bálsamo —una resina aromática con propiedades medicinales, muy cotizada en la antigüedad— de una localidad próxima, Eingedi.
La orografía jugaba a favor de los sublevados, pero los invasores no iban a renunciar a su conquista y construyeron una enorme rampa, para realizar el asalto.
Sabedores de su final, los judíos decidieron quitarse la vida. Pero su ley impedía el suicidio. La solución fue reclutar a una partida de hombres, que se encargó de quemar los víveres y asesinar a sus vecinos.
Cuando las tropas romanas consiguieron entrar en Masada, se encontraron con una montaña de cadáveres. Más de mil fallecidos estaban esparcidos por las calles, de esta población de Judea.
Como el suicidio era el peor de los pecados, decidieron que cada líder
matara a su propia familia y echaron a suertes quién sería el último, el
encargado de matar a los demás. Cuando los romanos alcanzaron la cima
de Masada, encontraron mas de mil cadáveres e infinidad de comida, lo que
demostraba que los judíos habían elegido morir.
El historiador judío Flavio Josefo cuenta que los sitiados, al saberse perdidos, decidieron suicidarse en masa, antes que caer prisioneros de los romanos. Sin embargo, hoy hay dudas sobre este relato y es posible, que la mayor parte de los sitiados, cayeran ante las armas romanas.
En el yacimiento arqueológico de Masada, se han encontrado doce piezas de arcilla, con el nombre de los líderes judíos que disputaron su destino.
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