jueves, 18 de julio de 2019

Nabucodonosor II de Babilonia, toma Jerusalén arrasándola

Tal día como hoy 18 de julio de 586 a.C. tras más de un año de asedio, Nabucodonosor II de Babilonia entra por tercera vez en la ciudad de Jerusalén, bajo reinado de Sedecías, al que él mismo había colocado en el trono.

Sedecías resulta capturado y por su traición de haberse aliado con Egipto y Tiro, sus hijos son ejecutados en su presencia, cegándole a continuación y enviándole prisionero a Babilonia, mientras el Templo de Jerusalén y el Palacio Real son incendiados y Judá, queda de este modo anexionada a la provincia babilónica de Samaria.

En el siglo VII a.C., el reino de Judá, con capital en Jerusalén, se encontraba amenazado por tres grandes potencias: el Imperio asirio, Egipto y, en último lugar, el Imperio babilónico, bajo la dinastía caldea, que finalmente arrasó Jerusalén y su templo en julio de 587 a.C.

Jeremías y Ezequiel, dos de los grandes profetas bíblicos, que fueron coetáneos, predijeron la destrucción de Jerusalén y su posterior restauración, pero sus llamamientos no fueron acatados. Nabucodonosor II, el líder histórico de Babilonia, invadió Jerusalén por primera vez en 597 a.C. y el rey Joaquín fue deportado a Babilonia junto a otros destacados ciudadanos, incluido el profeta Ezequiel.

 "Todo este país será saqueado y quedará reducido a un desierto, y estas naciones servirán al rey de Babilonia durante setenta años", profetiza Jeremías en el Antiguo Testamento.

Nabucodonosor regresó diez años después, destruyó el primer templo de Jerusalén, construido a mediados del siglo X a.C. por el rey Salomón, y esta vez se llevó cautivos a casi todos sus ciudadanos, excepto a Jeremías, que decidió no irse para ser testigo de la destrucción y consolar a los pocos más que se quedaron.

Jeremías no logró convencer a su pueblo sobre los peligros que amenazaban a Jerusalén, que fue incendiada y quedó reducida a cenizas, pero según las Sagradas Escrituras, su profecía se cumplió y los deportados comenzaron a regresar a la antigua capital en 538 a.C., bajo el rey persa Ciro II “el Grande”, casi setenta años después del primer sometimiento de la capital por parte de los babilonios, en 605 a.C.

Su segundo templo fue reconstruido en el año 535 a.C. y fue nuevamente arrasado en el siglo I d.C., durante el Imperio romano.


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