lunes, 11 de mayo de 2020

La quema de iglesias y conventos en Málaga

Tal día como hoy, 11 de mayo de 1931, durante la Segunda República Española, en Málaga comienza una quema de iglesias y conventos.

La proclamación de la II República vino acompañada, un mes más tarde, el 11 de mayo de 1931, de unos acontecimientos muy graves, que confirmaron la tendencia a la fuerte conflictividad social observada al final de la Dictadura de Primo de Rivera.

Los precedentes de la quema de los conventos, hay que buscarlos en la adopción de posturas anticlericales en las organizaciones políticas, sociales republicanas y obreras durante la época de la Restauración, agudizadas durante la Dictadura. Por su parte, la Iglesia se había identificado cada vez más con los sectores conservadores y con la Monarquía, salvo algunos grupos minoritarios que intentaron un acercamiento a las clases populares.

Durante la campaña electoral de las elecciones nunicipales de abril, la identificación ideológica y política entre las candidaturas monárquicas y la defensa de la religión católica se acentua, contribuyendo así a que la cuestión religiosa pasara a un primer plano de la vida política malagueña.

El tránsito a la República estuvo dominado en Málaga por un clima de radicalismo, debido a la fuerte conflictividad social y a la crisis económica, cuyos primeros síntomas aparecieron antes de la llegada del nuevo régimen y, ya en 1930 hubo un intento de incendio del Palacio del Obispo.

La pastoral pro- monárquica del Cardenal Segura y los sucesos del 10 de mayo en Madrid, provocaron el estallido anticlerical de Málaga al día siguiente. Las masas se lanzaron a la calle ese mismo día por la noche, siendo contenidas de momento por la presencia de los políticos republicanos como el presidente de la Diputación y gobernador civil interino.

Poco después, esto no sería suficiente, y comenzaron los asaltos. El primer edificio en sufrir la furia destructora de la multitud, fue la residencia de los jesuitas. Entonces se produjo el incidente decisivo de las jornadas: se ordenó la salida de la Guardia Civil para garantizar el trabajo de los bomberos y el Gobernador Militar, Gómez Caminero, contradijo la orden y retiró la fuerza.

Desde ese momento la situación en la calle quedó incontrolada. Fue asaltado el Palacio del Obispo, y los asaltos, saqueos, incendios y destrucciones se prolongaron durante la madrugada y todo el día 12. El día 12, al medio día, se declaraba el estado de guerra en la ciudad, pero ni siquiera estas medidas frenaron a los saqueadores. Se pidieron refuerzos a Ronda y Melilla, y se constituyó una Guardia Cívica con militantes republicanos y socialistas, y la CNT publicó un manifiesto pacificador.

El día 13 la ciudad recobraba la paz. Un total de 41 edificios religiosos se vieron afectados, hubo 150 heridos en los enfrentamientos con la fuerza pública y más de 100 detenciones. El patrimonio artístico y documental de la Iglesia sufrió pérdidas irreparables.

En la polémica sobre las responsabilidades, el Gobernador Militar se justificó diciendo que decidió retirar a la Guardia Civil para impedir mayores males. El Ayuntamiento, dominado por el grupo Radical-Socialista, señaló como causantes a los “exaltados” y a la “gente maleante”.

Los sucesos de 1931 fueron determinantes para restar apoyos al régimen republicano en el mismo momento que nacía en España. Con ello, parecían confirmarse las profecías electorales de los monárquicos, en el sentido de que la República sería el régimen del caos y la anarquía.

Desgraciadamente, la débil democracia española tendría que sufrir todavía fuertes tensiones políticas y sociales.


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