Ramiro II “el Grande” fue el sexto rey de León y uno de los más notables, al que sus enemigos musulmanes apodaron “El Diablo” por su ferocidad y energía en los combates.
Los antecedentes de esta batalla ocurrieron cuando el califa omeya concibió un proyecto para acabar con el reino leonés, al que denominó “campaña del supremo poder”, para el que reunió a más de cien mil hombres llamados a la guerra santa.
A la cabeza de esta imponente fuerza militar, se adentró en territorio leonés en el verano de 939, mientras Ramiro II reunió de prisa, una coalición navarra, leonesa y aragonesa con la que se enfrentó al ejército del califa en agosto de 939, en Simancas.
El encuentro, que tuvo lugar en la margen derecha del Pisuerga, se prolongó durante varios días y según cuentan las crónicas, árabes y cristianas, hubo un eclipse de sol días antes de la batalla: “Encontrándose el ejército cerca de Simancas, hubo un espantoso eclipse de sol, que en medio del día cubrió la tierra de una amarillez oscura y llenó de terror a los nuestros y a los infieles, que tampoco habían visto en su vida cosa semejante. Dos días pasaron sin que unos y otros hicieran movimiento alguno”.
Tras la derrota, Abderramán III escapó, dejando en poder de los cristianos hasta su inestimable cota de malla, tejida con hilos de oro, que el sobresalto del suceso no le dejó tiempo a vestir, perseguido por los cristianos hasta los barrancos de Alhándega, donde Abderramán estuvo cerca de caer prisionero, siendo esta la mayor victoria de Ramiro II y la mayor catástrofe del califa, que sufrió las bajas de 20.000 hombres.
Al regreso a Córdoba, Abderramán ordenó que los oficiales supervivientes fuera ajusticiados y 300 murieron crucificados en público, acusados de nula combatividad y de traición al Estado.
La batalla de Simancas, fue un acontecimiento que todo el mundo conoció, llegando las noticias a Aquisgrán, Roma o Bagdad y tras ella, el reino de León se expandió hasta el rio Tormes, continuando las acciones contra los musulmanes en la Meseta Castellana al sur del Duero.
Tras esta victoria, seguirían años de esplendor para la Reconquista.
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