miércoles, 18 de mayo de 2022

La caída de San Juan de Acre

 

Tal día como hoy 18 de mayo de 1291 los sarracenos, al mando del sultán mameluco de El Cairo, Al Malik Al-Ashraf Kalil, abren brecha en las murallas de la ciudad de Acre, en la actual Israel, último bastión cristiano en Tierra Santa. El día 28 los cristianos se rendirán y los supervivientes de las Órdenes Militares se refugiarán en la isla mediterránea de Chipre.

El 28 de mayo del año 1291, cayó en manos musulmanas San Juan de Acre, la última plaza cristiana importante de Tierra Santa tras casi 200 años de luchas infatigables entre los estados cruzados y los seguidores de la fe de Mahoma. Se terminaba así de esta manera, el período histórico conocido como las Cruzadas, en las que el islam y la cristiandad habían confrontado por el control de los lugares santos de la vida de Jesucristo.

Después de la última cruzada protagonizada por Eduardo I de Inglaterra, los cruzados conservaban a duras penas San Juan de Acre, Tiro, Sidón, Trípoli  y otras plazas de menor entidad, además de la isla de Chipre. Para la década de 1280, San Juan de Acre constituía el principal baluarte de la cristiandad en Tierra Santa. Gobernada por los caballeros hospitalarios y templarios, todo parecía indicar que Acre caería pronto ante el empuje de los mamelucos, cuyo poder se extendía desde Egipto hasta Siria. 

Sin embargo, a partir de 1290 una serie de altercados contra la población musulmana cometidos por parte de cruzados venidos del exterior ocasionó que el sultán decidiera acabar con la presencia cristiana en Tierra Santa. Así pues, se iniciaron los preparativos para el asedio de San Juan de Acre, el principal bastión en poder de los infieles.

El 6 de abril de 1291, el imponente ejército mameluco se apostó a las puertas de Acre y posteriormente, haría uso de su aplastante superioridad numérica (algunas fuentes hablan de hasta 100.000 hombres), ante los defensores cristianos. Sin embargo, el asedio se prolongó más de lo que había imaginado el sultán, ya que los sitiados pudieron recibir suministros y tropas desde la cercana isla de Chipre. Al principio, los sitiados protagonizaron algunas salidas contra el campamento enemigo con escasos resultados. A medida que transcurrían los días, la situación se tornaba cada vez más desesperada para los seguidores de Cristo. Pero todavía les quedaría un pequeño respiro.

Cuando ya se habían perdido casi todas las esperanzas, un contingente procedente de Chipre, al mando de Enrique II formado por cuarenta barcos, dos mil infantes y cien caballeros llegó para socorrer Acre. A pesar de esta ayuda, los sitiados sabían que les quedaba poco tiempo. Por esta razón, intentaron pactar con el sultán por medio de la vía diplomática, sin ningún éxito. El día 15 de mayo, se derrumbó una parte de la muralla, por lo que los musulmanes aprovecharon para atacar por la Puerta de San Antonio custodiada por templarios y hospitalarios. 

El contingente mameluco logró hacerse paso entre la defensa cristiana gracias a la potente maquinaria de asedio. Los cristianos intentaron desesperadamente repeler a sus atacantes y finalmente, el ejército musulmán penetró en Acre a través de la Puerta de San Nicolás. El gran maestre del Temple, Guillermo de Beaujeu, cayó en combate. La ciudad estaba perdida.

La desolación en el mundo cristiano por la conquista musulmana de Acre fue tremenda. Tras la dramática caída de Acre, se perdieron igualmente las ciudades de Tiro, Beirut, Tortosa, Sidón y el enclave templario del castillo Peregrino. Una guarnición templaria logró refugiarse en la isla de Ruad, a tres kilómetros de la ciudad de la actual Tartus, en Siria, hasta 1303. Desde este pequeño enclave tuvieron lugar algunos intentos infructuosos de reconquistar Acre.

Muchos caballeros terminaron buscando cobijo en la cercana isla de Chipre, que en 1426 se vio obligada a reconocer la soberanía de los mamelucos sobre sus dominios. Después de casi 200 años ininterrumpidos de luchas, alianzas y desencuentros por la búsqueda de la gloria eterna, los ideales de las Cruzadas, iniciados a finales del siglo XI, se habían extinguido para siempre. Por otro lado, los mamelucos permanecieron en el poder en Tierra Santa hasta su derrocamiento en 1517 por otra gran potencia musulmana, el Imperio otomano, en manos del sultán Selim I. 

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