Tal día como hoy, 8 de diciembre de 1585, en el marco de la Guerra de los Ochenta años, tenía lugar el llamado "Milagro de Empel", la batalla en la que los Tercios Españoles, fueron guiados por la Inmaculada Concepción.
Unos 5.000 soldados del Tercio Viejo de Zamora, comandados por el maestre de campo Francisco Arias de Bobadilla, que se habían desplazado hasta la isla de Bommel, para defender los intereses de la monarquía hispánica y de la fe católica en Flandes, llevaban días aislados por más de 100 naves enemigas, pertenecientes a las Provincias Unidas de los Países Bajos.
Los Tercios han ocupado la isla de Bommel, cerca de Róterdam, entre los ríos Mosa y Waal, y de casi 25 kilómetros de largo y nueve de ancho. Se trata de una de las muchas campañas de auxilio a poblaciones católicas de aquellas tierras.
Los holandeses despliegan un centenar de naves de poco calado alrededor de la isla y establecen un sitio marítimo. Cañonean sin cesar a los españoles y cortan todas las vías de abastecimiento. No hay salida. Están a merced de la artillería enemiga.
El Conde de Holac, al mando de la armada enemiga, ofrece a los Tercios una capitulación honrosa. Bobadilla responde: "Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos".
Es entonces cuando Holac ordena volar los diques de los ríos que rodean la isla. Pretende ahogar a los españoles. El agua anega poco a poco la isla y tan solo queda a salvo su parte más elevada: el monte de Empel. Allí se refugian los hombres de Bobadilla. Cae la noche. Todo parece estar perdido. Es entonces cuando todo cambia.
El capitán Alonso Vázquez, contemporáneo de Bobadilla, lo reflejó así en su obra "Los sucesos de Flandes y Francia del tiempo de Alejandro Farnesio".
"Estando un devoto soldado español, haciendo un hoyo en el dique para resguardarse debajo de la tierra, del mucho aire que hacía y de la artillería, que los navíos enemigos disparaban, a las primeras azadonadas que comenzó a dar para cavar la tierra, saltó una imagen de la limpísima y pura Concepción de Nuestra Señora, pintada en una tabla, tan vivos y limpios los colores y matices, como si se hubieran acabado de hacer".
Inmediatamente, se arremolinaron decenas de soldados, sabedores muchos de ellos que la Inmaculada, veló en el pasado por las armas españolas y era veterana de las Navas de Tolosa, y la conquista de Granada.
El hallazgo tuvo carácter taumatúrgico entre los españoles. Rezan y se conjuran para, al alba, abordar las embarcaciones enemigas en una operación con escasas posibilidades de prosperar. Sin embargo esto no fue necesario.
Un viento glacial sopló a la madrugada y en pocas horas, se obró el milagro: los ríos que cercaban a los españoles, quedaron congelados. Las naves de Holac tuvieron que zarpar, antes de quedar inutilizadas. La victoria había sido total, tanto que el almirante enemigo afirmó que “Tal parece que Dios es español al obrar tan grande milagro”, hecho que pasó a la historia como el "Milagro de Empel".
Aquel mismo día, entre vítores y aclamaciones, la Inmaculada Concepción fue proclamada patrona, de los Tercios de Flandes e Italia.
Sin embargo, este patronazgo se consolidaría trescientos años más tarde, después de que la bula Ineffabilis Deus del 8 de diciembre de 1854, proclamase como dogma de fe católica, la Concepción Inmaculada de la Virgen Santísima.
El 12 de noviembre de 1892, a solicitud del Inspector del Arma de Infantería del Ejército de Tierra de España, por Real Orden de la Reina Regente doña María Cristina de Habsburgo, se: "Declara Patrona del Arma de Infantería a Nuestra Señora la Purísima e Inmaculada Concepción."
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