lunes, 5 de mayo de 2025

El Saco de Roma, cuando las tropas de Carlos V saquearon la ciudad eterna

Tal día como hoy, 6 de mayo de 1527, las tropas imperiales de Carlos V saqueaban la ciudad de Roma. Es el llamado Saco de Roma.

Tras las victorias en la batalla de Bicoca y la batalla de Pavía, el poder del emperador Carlos V sobre Italia era incontestable. El conflicto entre las dinastías Habsburgo y Valois, se encontraba paralizado desde que el Rey Francisco I de Francia, fue hecho prisionero por las tropas imperiales, en la batalla de Pavía.

El Rey francés decidió poner fin a su cautiverio, renunciando a Italia en el Tratado de Madrid, sin embargo, el Papa Clemente VII le convenció, para incumplirlo y unirse contra los españoles en la llamada Liga de Cognac, junto a la República de Venecia, Florencia y el Ducado de Milán.

La primera acción hostil, del Imperio español contra el Papa, consistió en apoyar al cardenal Pompeo Colona, quien desde enero de 1526, se encontraba en abierto enfrentamiento contra el Papa. Financiadas por Carlos V, las tropas de Colonna ocuparon Roma en septiembre de ese año.

La ciudad fue parcialmente saqueada y el Papa,se vio obligado a aceptar las condiciones, del embajador español Hugo de Moncada. Esta acción debió servir de aviso al Papa, quien lejos de aceptar la derrota, incumplió las condiciones al aliarse con Francia y reforzar las defensa de Roma, para que no volviera a suceder una incursión española.

Cansado de las promesas incumplidas, Carlos V ordenó a comienzos de 1527 que un ejército de 25.000 soldados, al frente de Carlos de Borbón, se dirigiese hacia Roma. Las instrucciones eran claras, limitarse a presionar al Papa, pero sin ocupar la ciudad eterna.

El problema fue que el ejército imperial, formado en su mayoría por protestantes, llevaba meses sin cobrar y el Papa, se negó a pagar la indemnización, que el emperador Carlos V reclamaba. Eso, y que el líder de aquella incursión, Carlos de Borbón, cayó muerto en batalla a causa de un disparo de arcabuz, durante los enfrentamientos que las tropas imperiales mantuvieron, con el ejército papal.

Sin la principal cabeza del ejército, las tropas imperiales desataron su furia en Roma y arrasaron monumentos, y obras de arte durante días.
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El escultor florentino Benvenuto Cellini, nos ha dejado un excelente testimonio de ese primer día de horror, pues al acudir con un grupo de arcabuceros a la muralla, se encontró con “ese famoso ejército que estaba intentando entrar en la ciudad por todos los medios” bombardeando los muros, con sus cañones y asaltando las brechas con escalas.

Los lansquenetes alemanes, destacaron especialmente en esta vorágine, al ser la mayoría de ellos protestantes, para quienes la destrucción de Roma, tenía todo el carácter de una cruzada religiosa, por lo que tan buen punto entraron en Roma, se dirigieron al Vaticano con la intención de asesinar a Clemente VII y saquear los tesoros de la Iglesia.

El papa, quien había permanecido en su palacio, confiado en que el ejército imperial, no se atrevería a entrar en la ciudad, debió huir a toda prisa al Castillo de Sant’Angelo por un corredor amurallado, mientras la Guardia Suiza, contenía a los alemanes en la Basílica de San Pedro, para darle tiempo a huir. Un sacrifico conmemorado actualmente, cada 6 de mayo, día en el que los nuevos reclutas, de la guardia pontifica juran la bandera.

El papa y Cellini, quedaron pues encerrados en el antiguo mausoleo de Adriano, donde el artista se dedicó a cañonear con inquietante precisión, a todos los imperiales que se le ponían a tiro; pero al cabo de un mes de sitio, los defensores tuvieron que rendirse al terminárseles las provisiones.

A cambio de su vida, Clemente tuvo que renunciar a la posesión de varias ciudades, romper su alianza con Francia y quedó recluido con la curia, en el castillo hasta el pago de un rescate de 400.000 ducados de oro, tras lo que huyó a Orvieto. 

Carlos I estuvo grandemente disgustado y llegó a presentar disculpas formales ante el derrotado papa; de hecho, se vistió de luto por un buen tiempo, en recuerdo de las víctimas. 

Por su parte Clemente VII pasó el resto de su vida, intentando contentar y evitar conflictos, con Carlos V, para evitar  la ira del Emperador.

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