Las cartillas de racionamiento eran unas tarjetas con cupones, creadas por el Gobierno franquista en la España de la Posguerra, para que la mermada población española, pudiera salir adelante ante la escasez de alimentos.
Inicialmente familiares, las cartillas de razonamiento se convirtieron en individuales en el año 1943. Este hecho permitía al Gobierno, un mayor control sobre la población.
Cada persona tenía asignada una tienda concreta, para comprar artículos racionados, cantidad que solía variar según la semana o el mes. La prensa se encargaba de publicar la ración diaria de cada producto, así como los lugares para conseguirlo.
La limitación era tan detallada, que incluso había diferentes cartillas de racionamiento. Existían cartillas de primera, segunda y tercera categoría, según el nivel social del consumidor, su estado de salud o posición familiar.
Los hombres adultos podían acceder al 100 % de los alimentos, eso sí, dependiendo del trabajo que realizaban. Las mujeres adultas y los mayores de 60 años recibían el 80% de la ración, mientras que los menores de 14, tan solo un 60 %.
El pan blanco era un artículo de lujo, motivo por el cual no se incluía en el alimento que cada persona tenía el derecho, de recibir semanalmente. Sí se incluía el pan negro, la carne, las patatas, el arroz, el aceite y la leche. Entre los productos de primera necesidad, también se encontraban el jabón y el tabaco.
Sin embargo, no todo funcionó a rajatabla, sino que, por supuesto, la sociedad necesitaba sobrevivir, y por ello triunfó el estraperlo, o mercado negro. Al considerar que las cartillas de racionamiento estaban destinadas al fracaso, algo que los poderosos no atendían ya que contaban con privilegios, a la hora de acceder a bienes alimenticios, en las clases menos pudientes, se optó por el método más peligroso.
Un riesgo que había que tomar, si el objetivo era poder alimentarse de algo más de lo impuesto por el Estado, así como huir de algunas intoxicaciones, o productos en mal estado, que se difundían con la cartilla.
Los productores agrícolas, comenzaron a reservar parte de sus recursos para después venderlos de manera clandestina, lo que supuso el inicio del "estraperlo" en el franquismo.
Así los define el historiador Miguel Ángel del Arco: “Eran mercados negros de supervivencia, el ‘estraperlo de los pobres’, en el que participaban las clases sociales más bajas y que no enriquecieron a sus protagonistas, sino más bien le permitieron salir adelante a ellos y a sus familias”.
Al difundirse este mercado negro, que llegó a acaparar hasta a las altas esferas, acabó convirtiéndose en una especie de mercado paralelo, donde se encontraban alimentos como el pan blanco, los incluidos en la cartilla, y hasta la carne, también considerada como un lujo.
La cartilla, dejó de estar en funcionamiento en abril de 1952, cuando el Gobierno consideró que dejaba de ser necesaria. Fueron, por tanto, 13 años de carencias alimenticias, que no solo se reflejó en el estraperlo, sino también en las pérdidas humanas.
Se calcula que entre 1939 y 1942, se produjeron entre 200.000 y 600.000 muertes como consecuencia de la mala alimentación, o de las enfermedades que derivaban de ella. Una época difícil, trágica, que es mejor aprender, para no repetirla.
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