Tal día como hoy, 17 de mayo de 1937, el as de la aviación española, el capitán Joaquín García-Morato, obtenía la más preciada condecoración del Ejército español, la Cruz Laureada de San Fernando, por enfrentarse meses antes, junto a Narciso Bermúdez de Castro y Julio Salvador y Díaz-Benjumea, a una treintena de aviones enemigos, durante la batalla del Jarama.
Nacido en Melilla en 1904, Joaquín García-Morato es considerado el gran as de la aviación, española. A los dieciséis años ingresó en la Academia de Infantería de Toledo y, con el rango de alférez, fue destinado a Marruecos, país en el que fallece su padre en acción de guerra en 1924.
Tras la muerte de su padre, Joaquín García-Morato solicitó hacer el curso de piloto, curso tras el cual se sumó al Grupo de Melilla, tomando parte así en numerosas acciones en la guerra contra Marruecos. Ya en el año 1930, se convirtió en profesor de la Escuela de Transformación de Guadalajara y al año siguiente, en la Escuela de Pilotos de Alcalá de Henares.
El alzamiento militar de julio de 1936, le sorprendió mientras realizaba una exhibición aérea en Inglaterra. Nada más aterrizar en España, a principios de agosto de 1936 se unió al bando nacional.
Durante la Guerra Civil Española, Joaquín García-Morato realizó misiones de caza en Andalucía, cuando se enfrentó a una treintena de aviones enemigos, durante la batalla del Jarama.
En febrero de 1937, en plena Batalla del Jarama, la aviación de caza italiana, se negó a escoltar a los grupos de bombardeo rebeldes, dotados de aviones Ju-52, tras las líneas republicanas, debido a las muchas bajas que estaban sufriendo, a manos de los pilotos soviéticos y sus modernos aviones de caza, "ratas" y "moscas".
Llamado Morato a Salamanca, por el jefe de la aviación del bando rebelde, el general Alfredo Kindelán, este le ordenó que se incorporara con su patrulla, a una escuadrilla de la caza italiana, para proteger a los bombarderos nacionales.
El 18 de febrero de 1937, durante un servicio de protección de bombarderos, los cazas italianos, al llegar a la línea del frente, se negaron a proteger a los bombarderos,sobre el territorio fuera del control de los rebeldes.
A pesar de no ser escoltados, los bombarderos continuaron el vuelo y tras pasar la línea del frente, fueron atacados por más de 30 cazas, de la Fuerza Aérea Republicana.
García-Morato se lanzó con su patrulla (3 aviones) a proteger a sus bombarderos. Tras unos minutos de incertidumbre y viendo en el aprieto que se encontraban, los cazas nacionales, el piloto italiano capitán Nobille, desobedeció la orden de no cruzar la línea del frente y salió en su ayuda, siendo seguido por el resto de la escuadrilla italiana.
Por esta acción, Joaquín García-Morato sería recompensado por el gobierno rebelde con su máxima condecoración militar, la Cruz Laureada de San Fernando, a título individual.
Al término de la guerra, Joaquín García-Morato derribó más de 40 aviones, realizó más de 1.000 horas de vuelo, participado en 511 misiones de guerra y lucho, en más de 140 combates aéreos.
El 4 de abril de 1939, Joaquín García-Morato falleció como resultado de un accidente, mientras efectuaba una exhibición, para la realización de una película de guerra, en el Aeródromo de Griñón, con su famoso avión 3-51.
El ataúd con sus restos mortales recorrió España, para acabar en Málaga, donde fue enterrado en San Miguel. En la ciudad se le tributaron grandes honores,. Estaba casado y tenía cuatro hijas. Franco lo nombró Conde de Jarama en 1950.
Estuvo en ese cementerio hasta el 1971, cuando se trasladaron sus restos a la capilla de la Misericordia, por mediación de un hermano mayor. Ahora, es la familia la que, con discreción absoluta, ha movido papeles para llevarse los restos, a un lugar indeterminado.
Un triste final, para el gran as de la aviación española, que dominó los cielos durante la Guerra Civil.
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