Tal día como hoy, 19 de mayo de 1643, tenía lugar durante la Guerra de los 30 años, la batalla de Rocroi, el enfrentamiento armado que muchos consideran, el principio del fin de los Tercios españoles.
Con el fin de aliviar la presión sobre el Franco Condado y Cataluña, el ejército español liderado por el capitán general de los Tercios de Flandes, el portugués Francisco de Melo, invadió el norte de Francia, y se propuso conquistar la villa de Rocroi.
Alertado de las intenciones españolas, el general francés Luis Borbón Condé, duque de Enghien, se dirigió a Rocroi con la intención, de romper el cerco español y plantar batalla en campo abierto.
Los franceses contaban con unos 23.000 hombres y 14 piezas de artillería, mientras que las tropas imperiales, estaban compuestas por unos 22.000 soldados y 24 cañones. Tropas que esperaban a Jean de Beck y sus 4.000 hombres de refuerzo.
Los días 17 y 18 de mayo, ambos ejércitos mantuvieron las distancias, hasta que un desertor entre las tropas españolas de origen francés, avisase al duque de Enghein de que los Tercios españoles recibirían refuerzos. Este hecho precipitó la batalla de Rocroi. De esta forma, el 19 de mayo de 1643 el ejército francés, avanzó a las tres de la madrugada, contra los soldados españoles.
Los primeros compases de la lucha, parecían decantarse del bando español, pero las malas decisiones de Francisco de Melo y una hábil maniobra de la caballería francesa, consiguieron cambiar el rumbo del enfrentamiento.
El duque de Enghien, temeroso de los refuerzos españoles, ofreció a los soldados de los dos Tercios españoles, que todavía se mantenían en pie, una rendición honrosa con términos muy ventajosos, ofreciendo condiciones que habitualmente, se otorgaban a las guarniciones de las plazas fuertes asediadas.
El ejército español se vio desprovisto en sus dos flancos de caballería, quedando únicamente los propios hombres a caballo del líder español Francisco de Melo. Alea iacta est, máxime cuando los más que necesarios refuerzos del noble Jean de Beck no iban a llegar al combate.
Así, poco a poco la expuesta infantería fue siendo derrotada por el ejército francés. Los tercios italianos se retiraron de manera discreta, mientras que los alemanes, valones y borgoñones lucharon con bravura hasta el último aliento.
Del que unas horas antes era un magnífico ejército que defendía el honor y los intereses de la Monarquía Española del Austria Felipe IV, solo quedaban muy reducidos grupos de caballería conformada básicamente por comandantes y oficiales que no huyeron en desbandada y, claro está, los Tercios Viejos españoles.
Esta última defensa es en buena medida la responsable del halo mítico que rodea a la batalla de Rocroi, puesto que llegó a ser alabada desde el bando francés.
Los tercios españoles se reagruparon para presentar una sólida formación de tipo cuadrangular-rectangular al estilo de «murallas humanas». Por su parte, los franceses se reorganizaron para que la artillería que permanecía bajo su control hiciese bien su trabajo, los infantes diesen buen uso a sus armas de fuego y la caballería lanzase varias cargas.
Las picas, los mosquetes y los arcabuces españoles resistieron distintas embestidas francesas, que estuvieron a punto de costarle un serio disgusto al duque de Enghien. El honor, el orgullo y las banderas de esos veteranos permanecían junto con la sangre, el sudor, el polvo y los muertos.
Los intensos combates hicieron que los tercios españoles fuesen quedándose sin munición y cayendo hasta que apenas quedó resistiendo un único tercio. Como muy acertadamente dice el experto Julio Albi: "se rindió, horas después de que todo estuviese perdido, menos su honor".
Los veteranos españoles siguieron luchando a pesar de saber cuál iba a ser el resultado de la batalla. Esta concluyó cuando el maltrecho y heroico último tercio se rindió bajo unas buenas condiciones más propias de soldados de una plaza asediada que de soldados que combatían en una batalla a campo abierto.
En lo que respecta a los caídos y a los supervivientes, teniendo en cuenta la dificultad que supone ofrecer un número lo más exacto posible, se considera que por el bando francés las bajas se situarían alrededor de unas dos mil, aunque hay autores que elevan dicha cantidad a casi el doble entre muertos y heridos.
En cambio, por el bando de la Monarquía Hispánica el número de caídos rondaría los cuatro mil o cinco mil más varios miles de prisioneros. El grueso de las bajas fue de soldados españoles de los Tercios Viejos. El adiós de una auténtica élite guerrera. A estas pérdidas humanas en el bando español, hay que sumar las pérdidas de valor material: veinticuatro cañones, casi doscientas banderas y una buena cantidad de dinero.
Rocroi, marca el inicio de una serie de derrotas estratégicas claves para el Reino de España, que deja de ser la potencia hegemónica, y pierde toda capacidad de iniciativa, la política se vuelve defensiva, con un contrabando descarado que drenaba los recursos que pudieran liderar un cambio de la situación del reino, como se ve en el hecho, que los territorios españoles en 1660, son prácticamente los mismos que en 1800, con una consolidación de las zonas donde ya eran fuertes, y un mayor control de los territorios interiores.
Luis Borbón Condé, duque de Enghien, terminó pasándose a los españoles debido a las luchas de la Fronda. Tomando la ciudad de Rocroi, esta vez comandando las tropas españolas en 1653. El Tratado de los Pirineos devolvería la ciudad a Francia.
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