Tal día como hoy, 8 de septiembre de 1541: En la localidad de Santiago de los Caballeros, Beatriz de la Cueva, la viuda del conquistador español Pedro de Alvarado, jura su cargo como gobernadora del Reino de Guatemala. Dos días después, fallecía después de que un terremoto, derrumbase la capilla en la que rezaba.
Cuando Beatriz de la Cueva, dama noble de España, arribó a las hermosas tierras americanas, quedó hipnotizada por la belleza de Santiago de los Caballeros. Una ciudad de la gobernación de Guatemala, situada a los pies del imponente volcán de Agua. Cuando Beatriz observó toda aquella magnificencia, no podía imaginar que terminaría siendo, el principio del fin de su existencia.
Beatriz de la Cueva, había llegado a la Gobernación de Guatemala, como la esposa del gobernador Pedro de Alvarado. Era hija de Luis de la Cueva y había nacido alrededor del año 1505. Tenía siete hermanos y seis hermanas y todos ello, crecieron en la hermosa casona de la familia, en la localidad de Úbeda.
Todos los hijos de Luis de la Cueva y su esposa, María Manrique de Benavides, recibieron una esmerada educación, y aprendieron ciencias, letras y desarrollaron talentos artísticos, como era habitual en la época. Beatriz, aprendió a cantar y a tocar instrumentos como el laúd. Además de recibir, una educación piadosa.
En 1528, Pedro de Alvarado se casaba con Francisca de la Cueva, hermana de Beatriz. El recién nombrado gobernador y adelantado de Guatemala, inició junto a su esposa un largo viaje, a través del océano. Pero Francisca de la Cueva, no llegó a pisar tierras americanas.
Tras una travesía infernal, en la que la peste se declaró en la nao en la que viajaban Pedro y su esposa, ésta falleció.
Pedro de Alvarado, pasó años en Guatemala. Cuando en 1537 regresó a España, para terminar de negociar las condiciones de su expedición, en busca de especias hacia lugares ignotos del planeta, pasó por Úbeda y allí se reencontró de nuevo con Beatriz, su cuñada, y decidieron contraer matrimonio, tras conseguir una dispensa papal por ser cuñados.
Se casaron, el 17 de octubre de 1538 y Beatriz emprendió, el mismo viaje que su hermana realizara una década antes. Por suerte, la nueva esposa de Alvarado, sí arribó a las hermosas tierras que atraparon, el corazón de la dama.
Pedro de Alvarado y Beatriz de la Cueva, iniciaron una breve pero intensa vida conyugal, en la que no solo hubo amor y sexo, también respeto. Pedro admiró y ensalzó, la inteligencia de su esposa, a la que pidió consejo para dilucidar cuestiones de gobierno. Beatriz participó activamente, en la política de la zona con determinación.
El año de 1540, marcó el inicio de las desdichas de Beatriz de la Cueva, cuando se despidió de su esposo, quien partió, a una expedición hacia el Pacífico. Nunca más lo vería con vida.
Pedro de Alvarado, falleció en una contienda con los chichimecas, dejando a su esposa como gobernadora de Guatemala, cargo ratificado por el Cabildo guatemalteco. En el verano de 1541, cuando Beatriz recibió la trágica noticia, quedó consternada. El absoluto desconsuelo en el que quedó la viuda, no le impidió que asumiera el cargo, que se le había otorgado.
Obviando a aquellos, que pudieran definir como una aberración, el hecho de que una mujer fuera capaz de gobernar, se situó ante la cruz de la vara de la gobernación y con gran solemnidad, firmó el acta que le otorgaría el privilegio, de ser la primera mujer en ostentar un cargo de aquella magnitud, en tierras americanas.
El atardecer del, 9 de septiembre de 1541, se convirtió en noche en un abrir y cerrar de ojos. El cielo se oscureció, iluminado solo por los rayos, mientras la tierra rugía con fuerza. Un terremoto, empezó a resquebrajar los cimientos, del suelo bajo los pies, de los habitantes de la zona.
Beatriz, queriendo mantener la calma, durante la noche, guió a sus damas entre truenos, réplicas del terremoto, lluvia y oscuridad hasta la capilla de palacio. Juntas, ante el pequeño altar en el que había una cruz, empezaron a rezar con la misma devoción con la que rezaran, en momentos de más sosiego.
Las damas no pudieron terminar la Salve, pues el rugir del volcán de Agua, en cuya ladera, se encontraba la pared de la capilla, y el volcán de Fuego, al otro lado de la ciudad, silenciaron para siempre, las voces de Beatriz de la Cueva y las otras mujeres que la acompañaron. Cuentan las crónicas, que Beatriz falleció abrazada a los pies de la estatua de Cristo.
Su vida, su matrimonio, su mandato, fueron breves. Nunca sabremos si Beatriz de la Cueva, podría haber sido una gran gobernadora, pero durante su corta existencia demostró que seguramente, sí lo habría sido.
Los habitantes de Santiago de los Caballeros, admiraron no solo su belleza exterior, igualmente por su sabiduría, su elegancia, su inteligencia, discreción y virtud. Fue, nos cuenta el cronista Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, "la más heroica y graciosa española que obtuvo en muchos tiempos Guatemala”.
El cuerpo sin vida, de Beatriz de la Cueva, fue enterrada en la iglesia catedral de Santiago con honores de gobernadora, pues aunque brevemente, fue la primera gobernadora de la historia de Guatemala.
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