martes, 20 de diciembre de 2016

“El cantar del mio Cid”, la peripecia de esta obra literaria.

Tal día como hoy 20 de diciembre de 1960, el códice del "Cantar del Mío Cid" llega a la Biblioteca Nacional por donación de la Fundación Juan March, que ese mismo día lo había adquirido.

El manuscrito que conocemos, no es el original, sino una copia del siglo XIV, sobre la copia realizada por un tal Per Abat, en 1207, que el estudioso Juan Ruiz de Ulivarry encontró en 1596, en el archivo del concejo de Vivar del Cid – Burgos - y realizó una copia del mismo.

Quedó custodiado en un convento de monjas clarisas del mismo pueblo, hasta 1776, cuando se ordenó se cediera al filólogo, clérigo y encargado de la Biblioteca Real, Tomás Antonil Sánchez, el cual lo estudió e incluyó dentro de su obra “Colección de poesías castellanas anteriores al siglo XV”, editada en 1779.

Más tarde, pasó a ser propiedad del catedrático de árabe, Pascual Gayangos y Arce, famoso por las muchas obras que escribió sobre temas arábigos, además de formar parte de la comisión que catalogó los documentos confiscados en los conventos desamortizados.

Este arabista, ofreció el Cantar al Museo Británico, pero el marqués de Pidal presionó al Gobierno español, para que comprara la obra y no se marchara fuera del país, aunque como España estaba, como siempre, arruinada, el Gobierno no pudo pagar el precio y el mismo marqués, tuvo que adquirirla de su bolsillo en 1863.

Tras su muerte, el manuscrito fue heredado por su hijo, tío del conocido erudito español Ramón Menéndez Pidal, que recibió tentadoras ofertas, pero siempre se negó a venderlo al extranjero y lo depositó en la caja de un Banco en Madrid, para protegerlo de un posible robo.

Allí lo incautó el Gobierno de la II República y lo trasladó, en 1936, junto con otros bienes de interés cultural a Ginebra.

Tras la guerra civil, se consiguió su devolución y fue depositado de nuevo en la caja fuerte de un Banco en Madrid, de donde no salió hasta su traslado definitivo a la Biblioteca Nacional.

En 1959 la familia Pidal, ofreció el manuscrito por la entonces enorme suma de diez millones de pesetas, pero el Estado español se vio impotente para pagar esa suma, así que el propio director de la Biblioteca Nacional, remitió una carta a la Fundación Juan March, pidiéndoles que lo compraran y evitar que fuera vendido al extranjero.

Esta institución aceptó el encargo y decidió colaborar comprando el manuscrito para donarlo a la Biblioteca Nacional, pero como el presupuesto de la Fundación para ese año ya se había agotado, se hubo que recurrir al capital social para poder pagar un precio tan alto.

La venta se llevó a cabo el 20 de diciembre de 1960, incorporándose de manera definitiva esta obra al Patrimonio Nacional.

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