martes, 17 de enero de 2017

Abd al Rahman V y la desintegración del califato de Córdoba

Tal día como hoy 17 de enero de 1024, el  Califa de Córdoba Abd al Rahman V, es depuesto y ejecutado, mientras sus ministros - entre ellos el poeta Ibn Hazm - son encarcelados.

Abderramán V fue el décimo califa del Califato de Córdoba, elegido en diciembre de 1023 cuando los cordobeses decidieron expulsar del trono a la dinastía hammudí y sustituirla por la omeya legítima.

Era bisnieto del califa Abd al-Rahman III y su reinado fue el más corto - tan sólo de cuarenta y siete días - de toda la historia de al-Andalus, pues convertido en un títere de las distintas facciones que existían en la capital del califato, Abderramán, que adoptó el título de al-Mustazhir bi-llah - “El que implora el socorro de Alá”- fue incapaz de evitar los continuos disturbios.

El 2 de diciembre del 1023 se procedió a la elección de califa entre tres candidatos, todos ellos descendientes directos de Abd al-Rahman III y cuando se estaba deliberando, Abd al-Rahman hizo su entrada en la Mezquita Aljama, acompañado de una fuerte escolta militar, con la que se impuso a la multitud allí congregada, siendo reconocido por todos y entronizado como califa.

A pesar de tener cierta capacidad para la política y poseer gran cultura y sensibilidad artística, su poca edad, inexperiencia en asuntos de Estado y falta de autoridad para imponerse, provocaron su rápida caída.

Pese a que supo rodearse de consejeros de valía, como el gran escritor Ali Ibn Hazam - autor de la  obra “El collar de la paloma”- no tuvo tiempo para restaurar la tradición de los emires y califas de su dinastía, tal como él se proponía.

Heredó el poder con el Tesoro Público arruinado y, el dinero que pudo recaudar, apenas llegaba para pagar a los funcionarios que había reclutado, lo cual le indujo a iniciar una serie de operaciones ilegales en busca de dinero, que le supuso la enemistad de la pequeña burguesía y los escalones sociales más bajos de Córdoba, que resultaron los más perjudicados.

Para colmo, como carecía de un ejército preparado, acogió a un escuadrón beréber que llegó a Córdoba a ofrecerle sus servicios, lo cual fue una terrible imprudencia, pues la población cordobesa se levantó contra los odiados norteafricanos, invadiendo después el palacio califal, mientras  Abd al-Rahman V intentaba escapar de la gente enloquecida, escondiéndose en el depósito de leña del palacio..

Durante la revuelta, los amotinados encontraron en el edificio a otro miembro de la familia omeya, también bisnieto de Abd al-Rahman III, que estaba escondido temiendo por su vida y le aclamaron como  califa, coronándole el mismo día 17 de enero de 1024.

La primera medida que adoptó el nuevo soberano, que se auto nombró al-Mustakfi bi-llah - “el que se satisface con Alá” - fue traer a su predecesor y primo a su presencia y ordenar su ejecución inmediata.

La descomposición eran tal que el, en otro tiempo, brillante califato de Córdoba, dominaba ahora solo la ciudad y sus alrededores.

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