sábado, 5 de octubre de 2024

El conquistador español Hernando de Soto, explorador de los Estados Unidos

Tal día como hoy, 6 de octubre de 1539, en la actual Tallahassee -estado de Florida-, el conquistador español Hernando de Soto y su ejército, entran a la fuerza en la ciudad de Anhaica, capital de la tribu de los apalaches, de 30 000 habitantes.

Uno de los exploradores de los actuales Estados Unidos, fue Hernando de Soto. Este extremeño había amasado una gran fortuna, desde 1514 en Centroamérica y en la conquista del reino inca del Perú, junto a Francisco Pizarro en 1532.

De vuelta a España, fascinado por las historias que se contaban de la Florida, logró de Carlos V una licencia, para explorar esas tierras. Ansioso por superar las conquistas de Cortés y de Pizarro, 

Soto se ofreció a costear una expedición al interior de la Florida, a cambio de que la Corona obtuviese el 50 por ciento de los beneficios y a él se le nombrara, adelantado de las tierras por descubrir y gobernador de Cuba. El acuerdo fue sellado el 20 de abril de 1538. Un año después partía desde Cuba, al frente de una flota de nueve navíos, con 650 hombres y 237 caballos a bordo.

La expedición desembarcó en Florida, en la bahía de Tampa o Espíritu Santo. Dejando los barcos anclados y un retén de soldados, para cubrir la retaguardia y poder mantener la comunicación con Cuba, Soto se adentró en una región insalubre, plagada de pantanos, con un calor húmedo insoportable y habitada, por nativos hostiles que tenían muy mal recuerdo, del paso de la hueste de Narváez.

Los hombres de Soto se llevaron una sorpresa, cuando de repente apareció un hombre tatuado y vestido con falda de hierba y taparrabos, que se dirigió a ellos en español. Se trataba del sevillano Juan Ortiz, un miembro de la expedición de Narváez, que había sido capturado por los indios doce años atrás y que ahora, se puso al servicio de Soto como guía e intérprete.

El conquistador extremeño, había llegado a la Florida convencido de que encontraría tesoros, como el que Pizarro obtuvo en Perú, pero Ortiz le dijo que no tenía noticias de que hubiera oro en la región. Pese a ello, Soto decidió continuar la marcha. 

Los expedicionarios, alcanzaron en unos meses los montes Apalaches. Soto envió un puñado de hombres de vuelta a Cuba, para dar noticias de la expedición y conseguir más hombres y provisiones, aunque los navíos de socorro enviados por la esposa de Soto, jamás llegaron a contactar con los expedicionarios.

Sin noticias ni provisiones ni rumbo conocido, en marzo de 1540 Hernando de Soto y sus hombres, reanudaron la exploración alentados por las noticias, que les dieron algunas tribus sobre la reina de Cofitachequi, un país que suponían rico en oro y perlas. Antes pasaron por otros territorios indios, en los actuales territorios de Georgia y Carolina del Sur: los creek inferiores, el pueblo de Toa, los ichisis, los indios de Atamaha...

Para entonces, el frío y las epidemias habían provocado la muerte de la mayoría de los indios auxiliares, por lo que al pesado avance de los españoles, se unía el tener que arrastrar los bastimentos. Sin destino claro, atravesaron Carolina del Norte y Tennessee, y descendieron hacia la costa sur por Alabama. Al llegar a cada pueblo indio, Soto secuestraba al jefe y exigía la entrega de comida, porteadores y mujeres que les sirvieran.

La expedición de Soto fue un rotundo fracaso. Los españoles no hallaron las ciudades esplendorosas, con las que soñaban ni un lugar donde asentarse, pero iluminaron una enorme porción de la geografía norteamericana. Recorrieron Florida, Georgia, Alabama, Arkansas y Luisiana. Llegaron a los montes Apalaches y cruzaron el río Mississippi, por el que salieron de nuevo al mar.

En noviembre, los supervivientes llegaron al territorio de los indios choctaw, al sur del actual estado de Alabama. En Atahachi, Soto encontró al jefe Tascalusa, a quien se llevó hasta, la siguiente etapa de su avance, Mabila. Allí los españoles fueron recibidos con bailes y regalos, pero uno de ellos descubrió, que cientos de guerreros estaban agazapados listos para atacarlos.

Tras un incidente en que un español le cortó el brazo a un indio, "comenzaron todos a tirarnos flechas, unos por dentro de las casas y otros por fuera, y nos fue forzado salir huyendo del Pueblo", escribió el expedicionario Hernández de Biedma. Hernando de Soto decidió sitiar el pueblo y asaltarlo a sangre y fuego.

La ciudad fue incendiada, y los choctaw, masacrados. El mismo Biedma recordaba que los indios "pelearon como bravos leones; matámoslos todos, unos con el fuego, otros con las espadas, otros con las lanzas". Por parte española murieron 20 hombres y hubo 250 heridos, incluido Hernando de Soto, fue flechado en un glúteo, lo que le impedía cabalgar.

El adelantado decidió continuar hacia el norte, arrastrando tras de sí a una hueste cada vez más desmoralizada, convencida ya de no encontrar nada, salvo la muerte. El invierno les obligó a buscar refugio y descanso. En el poblado de Chizaca donde aguantaron el frío, el hambre y el acoso de los indios.

Con la llegada de la primavera, continuaron hacia el noroeste hasta encontrar, el 8 de mayo de 1541, un inmenso río que los nativos llamaban Meatt-Massipí (Mississippi) y que los españoles bautizaron como río Grande, o del Espíritu Santo. Construyeron balsas para cruzar la enorme corriente de agua, y siguieron hacia el sudoeste, con la esperanza de alcanzar la inexistente riqueza y el Pacífico, como camino de regreso. El nuevo invierno les sorprendió en el poblado de Utiange, hoy en Arkansas.

A mediados de marzo de 1542, sólo seguían vivos la mitad de los hombres que partieron de Cuba. Convencido ya de su fracaso, Soto cambió de rumbo, enfiló hacia el sur y en abril alcanzó de nuevo el Mississippi. Intentando vadear el río, el extremeño se sintió con fiebre y moriría pocos días después.

Hernando de Soto murió de fiebre tifoidea el 21 de mayo de 1542. Fue enterrado en una hoya de terreno cerca del río Misisipi, pero sus compañeros, temiendo que los indios pudieran profanar la tumba, lo desenterraron, lo introdujeron en el hueco de un tronco con lastre y lo arrojaron al río,

Su lugarteniente Luis Moscoso, quedó al mando de la expedición e intentó llegar a México por tierra. Ante la imposibilidad de cruzar el río Trinidad, los expedicionarios retrocedieron hasta el Mississippi, donde construyeron unas pequeñas naves, para descender por la corriente y salir al mar. 

Allí, los vientos les empujaron hacia la costa y les impidieron navegar hasta Cuba. Tardaron cerca de 50 días en llegar a Pánuco (México), donde pudieron desembarcar. 

Los supervivientes, un tercio de los que partieron de Cuba, habían concluido una fabulosa gesta, descubriendo un enorme territorio, pero con  un elevado coste en vidas humanas.

 

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