Tal día como hoy, 16 de junio de 1586: la Reina María I de Inglaterra, de la casa Tudor, reconoce a su esposo, Felipe II de España, como su heredero.
El matrimonio entre Felipe II de España y María I de Inglaterra, fue una unión política, no amorosa, cuyo objetivo era unir Inglaterra a la Monarquía Hispánica. La unión, aunque breve, no logró su propósito y fue marcada, por la oposición del pueblo inglés y la falta de descendencia.
Aunque mucha gente los desconoce, España e Inglaterra estuvieron bajo el mando de un mismo Rey, bien avenidos, como si fueran una sola potencia. De haber perdurado en el tiempo esta unión, hoy probablemente estaríamos hablando,del mayor imperio de la historia.
Este episodio no es fácil de comprender si tenemos en cuenta que España e Inglaterra han mantenido casi siempre una relación de rivalidad con sentimientos de temor, desprecio y admiración mutuos.
La lista de pugnas y rupturas es interminable. Por citar solo algunos, los abordajes de los corsarios a los barcos españoles en el siglo XVI, las pugnas por la soberanía de Gibraltar, la expedición de la Armada Invencible, el apoyo español a la independencia de Estados Unidos, la tradicional alianza de los ingleses con Portugal ,contra los intereses españoles y la Batalla de Trafalgar.
Sin embargo, hubo un momento, en que todas esas diferencias no fueron tan evidentes, aunque fuera por un corto periodo de tiempo. Nos referimos a los cuatro años en que Felipe II fue también Rey de Inglaterra, bajo el nombre de Felipe I.
Aquello fue consecuencia, de su matrimonio con María I Tudor entre 1554 y 1558, una circunstancia ya de por sí importante, pero que se habría sumado a las consecuencias que tuvo para España, el descubrimiento de América, que se había producido poco antes. De hecho, el retrato del monarca español todavía cuelga, en las paredes de la Cámara del Príncipe, estancia anexa a la Cámara de los Lores, en el palacio de Westminster.
El matrimonio, sin embargo, no tuvo hijos. De haberlos tenido, la historia de Europa y España habría sido diferente. Todo comenzó cuando el príncipe Felipe enviudó de su primera mujer, María Manuela de Portugal, en 1545. Ocho años después, su padre, el emperador Carlos V, todavía Rey de España, eligió a María Tudor como nueva esposa, para aprovechar que esta acababa de ser coronada.
El objetivo último, era que la descendencia de ambos, uniese en una sola corona a Flandes, Borgoña, España e Inglaterra, formando una defensa infranqueable de sus posesiones continentales, contra la ambición de los franceses.
Felipe concibió el enlace, como una obligación política impuesta por su padre. Su única misión parecía ser engendrar a un heredero, que se convirtiera en el futuro aliado de España y el Imperio. Los opositores contra los que tuvo que pelear, no obstante, fueron muchos. En primer lugar, Francia, que observaba con pánico un matrimonio que podía conceder a España, un gran poder y un vasto territorio.
En segundo, los nobles, que se habían enriquecido con los bienes eclesiales expropiados en tiempos de Enrique VIII de Inglaterra, padre de María, y temían que tuvieran que devolverlos. En tercero, los protestantes, pues la unión ponía en grave peligro a su Iglesia.
El monarca español, representaba para María de Tudor un perfecto apoyo, en su causa de restaurar el catolicismo y frenar las aspiraciones protestantes. Estas estaban representadas por su hermanastra Isabel, hija de Enrique VIII y Ana Bolena.
A su favor solo contaba con algunos nobles católicos, pero estos ya habían sido duramente reprimidos e, incluso, condenados a muerte en la Torre de Londres por su padre. La boda, por lo tanto, se celebró con urgencia en Winchester, en enero de 1554, en medio de este clima de tensión.
Para desgracia de Felipe II, se estableció que este solo ostentaría el título de Rey de Inglaterra mientras María viviese. Además, solo ella dispondría de las rentas públicas y él solo podría usarlas, con el permiso de esta. El monarca aprovechó el amor que su esposa le profesaba, para mover hilos en la corte con el objetivo de que le nombraran su sucesor, en el caso de que no tuvieran hijos. El Parlamento invocó los acuerdos prematrimoniales y lo impidió en el último momento.
Once meses después de la boda, Inglaterra volvía oficialmente a la obediencia de Roma. Para tranquilizar a la nobleza protestante, se dictó que las antiguas tierras eclesiales que Enrique VIII les había cedido, no tuvieran que restituirse. Solo se devolverían aquellas que habían ido a parar, a manos del Rey de Inglaterra.
Sin embargo, no era suficiente para María Tudor, puesto que ella quería venganza, después de que su madre hubiera sido repudiada y ella misma, hubiera sido desheredada. Así que hizo prisionera a su hermana Isabel, en la Torre de Londres y empezó a perseguir a los protestantes, a muchos de los cuales condenó a muerte, sin ningún reparo.
Pasó el tiempo y el objetivo del matrimonio no se cumplía. María estaba tan obsesionada que, incluso, llegó a creerse que estaba embarazada. Dijo que su hijo nacería en abril de 1555 y puso a su hermanastra, a hacer la ropa de su futuro bebé, como una especie de tortura psicológica. Cuando llegó la fecha, se produjo la desilusión.
La salud de la Reina empeoró y Felipe se sintió engañado, pero todavía necesitaba a su esposa desde el punto de vista político. Cuando marchó a Flandes para asistir a la abdicación de Carlos V, le respondió a todas las cartas de amor que esta le envió, aunque fuera cortésmente, para hacerla creer que era la mujer de su vida. A su regreso siguió manteniendo relaciones sexuales con ella, aunque no tuviera ninguna esperanza de procrear.
Tras la guerra que se desencadenó con Francia, Felipe II volvió a marcharse. Esta vez, a Flandes. María Tudor se quedó destrozada y siguió escribiéndole cartas, rogándole que regresara pronto. No se imaginaba,que ya nunca volvería a verle y que el sueño de aquella unión indefinida,entre los dos reinos se perdía para siempre.
Ella lo intentó y le escribió, para comunicarle que estaba embarazada, pero él no la creía y envió al duque de Feria para confirmarlo. Este le dijo que la Reina simplemente esta enferma y que parecía, no tener cura. Solo el láudano le aliviaba ya, los fuertes dolores y se pasaba el día rezando y llorando.
Ni siquiera fue a estar junto a ella, en su agonía. Felipe II había perdido todo interés en ella. También por la corona inglesa. Era consciente de que el Parlamento, jamás cambiaría las leyes de sucesión y dio el trono por perdido.
El 17 de noviembre de 1558, María Tudor moría sola, sin despedirse de su esposo, creyendo que este aún la amaba. Felipe II dejaba de ser monarca de Inglaterra de manera automática. El monarca hispano, hizo un último intento y sondeó la posibilidad de casarse con su cuñada Isabel, pero esta le rechazó.
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