Tal día como hoy, 14 de junio de 1800, las tropas napoleónicas derrotaron a los austriacos, en la Batalla de Marengo.
La batalla de Marengo fue un enfrentamiento bélico, durante las Guerras Napoleónicas, que tuvo lugar el 14 de junio de 1800 cerca de la ciudad italiana de Alessandria. La victoria de las tropas francesas, lideradas por el mismo Napoleón Bonaparte, tuvo un gran impacto en la evolución de las guerras en Europa.
El desarrollo inicial de la batalla, puso de manifiesto la superioridad austríaca. A las ocho de la mañana, el general austríaco Melas lanzó la unidad de O’Reilly al asalto de la división francesa Gardanne; al principio, ésta se resistió, pero golpeada por la artillería, se replegó y retrocedió hacia el pueblo de Marengo, que se convirtió en el epicentro de la batalla.
Los franceses trataron de resistir durante toda la mañana, pero cuando Melas hizo entrar en escena a su caballería, se desató una lucha encarnizada. Sólo entonces compareció Bonaparte, convencido al fin de que el ejército austríaco estaba en Marengo.
El mariscal frances Kellermann, respondió a las cargas austríacas con sus dragones y frenó cuatro asaltos seguidos, pero hacia las 14 horas, las líneas francesas empezaron a ceder. Las divisiones de Lannes y de Victor retrocedieron dejando allí parte de su artillería.
La situación era cada vez más comprometida y se complicó todavía más cuando el general austríaco Ott, logró hacerse con el pueblo de Castel Ceriolo, al norte, e intentó, atacar a las tropas francesas por retaguardia.
A primera hora de la tarde, todo indicaba que los franceses habían sido derrotados. Hasta tal punto que el general austríaco Melas, agotado por la jornada, decidió pasar el mando al general Kaim y partió a Alessandria, para anunciar la victoria de su ejército sobre el primer cónsul francés. De inmediato, los correos partieron hacía las principales capitales europeas para transmitir la sensacional noticia.
Entre tanto, desde lo alto del campanario de un pueblo próximo, Bonaparte observaba cómo sus tropas se batían en retirada. En ese momento, lo máximo que podía esperar era que su ejército retrocediera de forma ordenada y sin sufrir demasiadas bajas; la derrota, era inapelable. Pero entre las 4 y las 5 de la tarde, Napoleón avistó en la lejanía al destacamento del general Desaix, uno de los que había enviado por la mañana en busca de las tropas austríacas.
Tres horas antes, hacia la una, Desaix –un ardoroso general de 32 años - que había acompañado a Napoleón a Egipto, había recibido un mensaje desesperado de Bonaparte: "Volved, por amor de Dios". Obedeció sin demora, y llegó a marchas forzadas al campo de batalla, dispuesto a sostener al ejército en retirada.
Rápidamente improvisó una reunión de mandos, en la que participaron Berthier, Murat, Marmont y Desaix. Fue este último, quien mostró mayor ímpetu. Informado de la situación, proclamó: "Hemos perdido una batalla, pero sólo son las cinco y todavía estamos a tiempo de ganar otra".
Bonaparte dio, la orden de lanzar una contraofensiva, con todas las fuerzas disponibles en una acción conjunta. La infantería de Desaix se lanzó contra la columna principal austríaca, mandada por el general Zach. El propio Desaix murió en el ataque, de un balazo en el pecho, pero la artillería del general Marmont y una carga de la caballería del general Kellermann, lograron desorganizar a las fuerzas enemigas.
La acción coordinada de estos tres elementos, dio un vuelco a la situación e hizo que las divisiones de Lannes y Victor, que llevaban retrocediendo desde principios de la tarde, volvieran a avanzar respaldadas por la Guardia Consular. El general austriaco, Anton von Zach, fue hecho prisionero junto a más de 2.000 de sus soldados. La sorpresa inicial de los austríacos se trocó en pánico y todos se batieron en retirada.
Contra toda esperanza, al anochecer del 14 de junio, el ejército francés había quedado dueño del campo de batalla. Algunos batallones austríacos resistieron valientemente en la misma Marengo, mientras el general austríaco Melas retornaba a la acción, para reunir a los fugitivos y ponerlos a salvo. Las bajas de unos y otros fueron considerables: cerca de 9.500 hombres por el bando austríaco, por 5.600 del lado francés.
La victoria de Marengo llegó en el mejor momento para Bonaparte. En los primeros meses de 1800, su poder como primer cónsul parecía debilitarse. Sus primeras reformas todavía no habían dado frutos, y en París hasta sus más allegados habían empezado a conspirar en su ausencia, previendo que fracasara o muriera en Italia.
De hecho, cuando llegó a la capital la falsa noticia de la derrota de Marengo, transmitida precipitadamente por Melas, Talleyrand, el ministro de Relaciones Exteriores, y Fouché, jefe de la Policía, estaban dispuestos a considerar una alternativa. Hasta los hermanos de Napoleón, José y Luciano, discutieron sobre un posible traspaso de poderes.
La victoria de Marengo, permitió a Bonaparte barrer las resistencias a su poder. Al regresar victorioso de Italia, Bonaparte obtuvo una popularidad sin precedentes y pudo volcarse en las reformas de Francia, que fue posible gracias a la paz que suscribió con Austria mediante el tratado de Lunéville, de enero de 1801, y que duraría hasta 1804, cuando, ya coronado emperador, se lanzaría a sus grandes campañas de conquista en Europa.
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