domingo, 11 de junio de 2023

El llamado "milagro de la lluvia"

Tal día como hoy 11 de junio del 173 en el marco de las Guerras marcomanas, el ejército romano en Moravia es rodeado por el Quadi, que ha roto el tratado de paz. En una violenta tormenta, el emperador Marco Aurelio los derrota y los somete en el llamado "milagro de la lluvia".

En una ardiente primavera, en un campo de batalla en Panonia, los dos ejércitos se encontraron. El terreno era favorable a los cuados y hacía un calor abrasador, según relata Dión, cuando los guerreros germánicos, «muy superiores en número», aparentemente sorprendieron a los legionarios en marcha a primera hora de la mañana.

La situación de Marco Aurelio y la legión XII, que estaba rodeada, era desalentadora. Según relata Dión, los legionarios, con sus escudos encajados entre sí y,en formación crearon un sólido muro a su alrededor, dejando a la caballería y al séquito del emperador en el centro de la formación.

A pesar de emplear varias horas, muchas de sus lanzas y buena parte de su energía en el ataque, los cuados no consiguieron romper la línea de legionarios. En consecuencia, el rey Ariogesto ordenó detener el ataque y retiró a sus guerreros, pero mantuvo el círculo en torno a la XII Fulminata y su emperador y se dispuso a esperar a que los romanos capitularan. Porque Marco Aurelio y la legión XII Fulminata, declara Dión, «se hallaban en una situación lastimosa, por la fatiga, las heridas, el calor del sol y la sed que tenían».

Acompañaba a Marco Aurelio el egipcio Arnuphis, quien, según afirma Dión, era mago. En aquel momento, Arnuphis empezó a entonar unos cánticos a diversas deidades, y en especial al equivalente egipcio de Mercurio, el dios del aire, pidiendo que interviniera en nombre del emperador y sus tropas.

Poco tiempo después, aparecieron unas nubes grises en el cielo y empezó a caer una fuerte lluvia. «Al principio, todos levantaron las caras y recibieron el agua en la boca. Después, algunos extendieron sus escudos y algunos sus cascos, para recogerla». Las tropas romanas no solo bebieron grandes cantidades de agua de lluvia, sino que también se la dieron a sus caballos. La sangre de los soldados romanos heridos se mezclaba con el agua de sus cascos, pero eso no los detuvo: agradecidos, bebieron el agua ensangrentada
.
Los cuados, viendo que los romanos se habían concentrado en calmar su sed, cargaron de repente contra la línea de legionarios. Algunos que habían bajado sus curvados escudos para beber o que los habían elevado para recoger la lluvia, cayeron bajo las lanzas germánicas. Cuando los cuados se abalanzaron para iniciar el combate cuerpo a cuerpo, la defensa romana carecía de solidez.

Sin embargo, la intensidad de la tormenta se incrementó y ahora el granizo empezó a golpear a ambos ejércitos, cayendo como piedras lanzadas con hondas. Los legionarios, protegidos por cascos y armaduras, podían resistir el granizo, pero los germanos, desprovistos de cualquier protección, sufrieron toda la fuerza de la granizada, por lo que interrumpieron el ataque y corrieron a refugiarse bajo los árboles.

La tormenta arreció. En lo alto resonaban los truenos y varios rayos cayeron sobre los árboles con terroríficos resultados. No solo hicieron que los árboles estallaran en llamas, también los guerreros cuados y sus armas fueron alcanzados por los rayos. 

El poeta Claudiano describió la escena con las siguientes palabras: «Las lanzas se encendieron, fundidas por el rayo, y las espadas desaparecieron de repente en una nube de humo». Aquí un guerrero cuado «se desplomó bajo su casco destruido por el fuego», allí un jinete quedó temblando sobre los humeantes lomos de su caballo de batalla.

Los aterrorizados germanos, algunos de ellos envueltos en llamas, se alejaron corriendo de los árboles y se dirigieron hacia los romanos, rogándoles que les ayudaran y protegieran. La batalla se transformó en una catástrofe para los cuados. Cuando la tormenta amainó, la batalla había terminado y muchos cuados, incluyendo al rey Ariogeso, habían sido hechos prisioneros.”

Quién sabe si la vida y la obra de Marco Aurelio era grata a Marte o si fue Mercurio invocado por el sacerdote egipcio quién dio la victoria a los romanos, pero el Emperador atribuyó la victoria a sus legionarios. Tras haber derrotado a los cuados en una tormenta eléctrica provocada por los dioses se le concedió a la Legio XII, el título oficial de Fulminata (relámpago).


No hay comentarios:

Publicar un comentario