viernes, 16 de junio de 2023

La muerte de Juliano el Apóstata en la campaña de Persia

Tal día como hoy 16 de junio del año 363 el emperador romano Juliano el Apóstata regresa del río Tigris y quema su flota. Durante su retirada, las fuerzas romanas sufren diferentes ataques de los persas.

Para evitar una larga guerra de posiciones y desgaste —que se suponía beneficiaba a los persas—, Juliano contaba con la alianza del rey armenio Arsaces II. La intención de esta gran expedición de 65.000 hombres parecía ser la instalación en el trono persa del príncipe Hormizd, hermano del rey persa Sapor II, que había huido al Imperio romano en 324.

Los testimonios de Zósimo y Amiano Marcelino permiten una reconstrucción bastante precisa de la marcha del ejército romano, iniciada en marzo de 363. Una gran victoria lograda cerca de Seleucia del Tigris permitió a Juliano alcanzar la capital sasánida, Ctesifonte, sin mayores contratiempos. Pero ante la imposibilidad de tomarla por asalto, decidió marchar hacia el norte y unirse con la columna conducida por su lugarteniente Procopio.

Para conseguir una mayor rapidez de movimientos, ordenó inopinadamente la quema de la flota, que hasta entonces había acompañado al ejército a lo largo del Tigris, lo que sin duda desmoralizó a la tropa. En el curso de una marcha agotadora, continuamente hostigado por un enemigo que se negaba a presentar batalla, Juliano sucumbió en una escaramuza el 26 de junio de 363, alcanzado en la espalda por la jabalina de un soldado al servicio de los persas.

Se ha planteado la posibilidad de que la jabalina fuera en realidad proveniente de sus propias filas. En esta línea se ha especulado con un posible complot del sector asiático del ejército, encabezado quizás por el Conde Víctor, general de Juliano, y otros oficiales cristianos, entre los cuales se ha sugerido la hipotética implicación de Valentiniano, con posterioridad Emperador de Occidente. La tradición histórica posterior no tuvo inconveniente en aceptar la versión de que el soldado que dio muerte al Emperador era cristiano.

El Emperador fue llevado a su tienda donde fue atendido por su médico personal Oribasio de Pérgamo, que no pudo hacer nada por salvarlo, ya que tenía perforados el hígado y los intestinos. Después de conferenciar con algunos de sus oficiales, el Emperador falleció. El corto reinado de Juliano terminaba así en un completo fracaso. El ejército eligió como su sucesor a Joviano, un oficial cristiano de origen panonio, que se encontró en una situación desesperada, en territorio hostil y rodeado por un enemigo superior.

Ansioso por llegar a territorio romano y confirmar su nombramiento, firmó una paz muy desfavorable con los persas, a quienes cedió Nísibis y gran parte de la Armenia conquistada por Diocleciano en 298 a cambio del paso franco hasta el territorio romano.

Los restos de Juliano fueron sepultados en Tarso, y posteriormente trasladados a la Iglesia de los Santos Apóstoles, en Constantinopla, siendo depositados en un gran sarcófago de pórfido. Aunque la iglesia fue destruida por los turcos y sus restos vejados y expoliados, el sarcófago aún se conserva en el Museo Arqueológico de Estambul. 

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