Lauria fue un brillante marino, cuyos triunfos se basaron no solo en abordajes con espadas, sino en innovaciones técnicas, como el empleo de espolones y ballestas montadas en los barcos, con capacidad para romper los buques enemigos. Su más brillante victoria la obtuvo sobre la flota francesa de Felipe III, en la batalla de Formigues en 1285.
Con ella cortó las comunicaciones logísticas francesas y anuló completamente su poder naval. Tomó también parte en la batalla del Coll de Panissars -Gerona- en la que el ejército de Pedro el Grande derrotó al de Felipe III de Francia.
El rey de Aragón llamó en su ayuda a Roger de Llúria, quien en septiembre de 1285 derrotó a la armada francesa en la costa gerundense y, un mes después, al ejército de tierra en la batalla del Coll de Panissars, lo que supuso la derrota definitiva de Felipe el Atrevido; por su actuación, Roger de Llúria recibió el señorío de Gelves.
A la muerte de Pedro III, los territorios de la Corona de Aragón se repartieron entre sus hijos Alfonso y Jaime; sobre el primero recayeron los reinos peninsulares, mientras que al segundo le correspondió Sicilia.
El nuevo papa Honorio IV y Carlos el Cojo de Nápoles lanzaron una ofensiva conjunta sobre los dominios de Jaime, pero su hermano Alfonso envió a Roger de Llúria para repeler el ataque y el ejército angevino-pontificio fue derrotado por el almirante aragonés frente a Nápoles
Por el tratado de Anagni, firmado por Jaime II de Aragón, el monarca aragonés se comprometía a devolver Sicilia al papa y a su vez, el pontífice levantaba la excomunión que pesaba sobre el rey de Aragón y, de forma secreta, prometía a éste la investidura de los reinos de Córcega y Cerdeña.
Pero los sicilianos en diciembre 1295, eligieron a Federico II como señor de la isla que fue coronado rey, lo que provocó un nuevo estallido bélico. La guerra concluyó con la firma de la paz de Caltabellotta de 1302, por la que Federico II era reconocido monarca vitalicio de la isla, pero con la condición de que a su muerte Sicilia revertiría al reino de Nápoles.
El cronista medieval Bernat Desclot, pone en su boca esta frase, dirigida al emisario del rey francés sobre el poderío marítimo de la corona de Aragón:
"Señor. No solo pienso que galera u otro barco se atreva ir sobre el mar, sin tener salvoconducto del rey de Aragón; y no solo galera, ni aún leño, sino que no creo que ningún pez ose levantarse sobre el mar, si no lleva un escudo con la enseña del rey de Aragón en la cola, para mostrar el salvoconducto de este noble señor, el rey de Aragón y de Sicilia".
Está enterrado en el monasterio cisterciense de Santes Creus -Tarragona - al pie del sepulcro de su amado rey Pedro el Grande de Aragón.
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