Tal día como hoy 13 de abril de 1534 en Londres, el canciller del reino y autor de la “Utopía” Tomás Moro, se niega a firmar el acta que reconocía a Enrique VIII su divorcio de Catalina de Aragón.
A partir de este momento el rey se enemistó con Moro por las desavenencias sobre la validez de su matrimonio del que había pedido la nulidad al Papa, cuya negativa supuso la ruptura de Inglaterra con la Iglesia Católica. La pretensión real era obtener la nulidad, que le hubiera permitido un matrimonio válido con Ana Bolena, a fin de conseguir tener un hijo varón, que Catalina no podía ya darle.
Las sucesivas negativas de Tomás Moro a aceptar los deseos del rey provocaron el rencor de Enrique VIII, que acabó encarcelándolo en la Torre de Londres. Finalmente mandó juzgarlo acusado de alta traición, siendo condenado a muerte, con la prohibición real de hablar a la gente desde el cadalso, por el temor a su oratoria.
Aunque dirigentes europeos como Carlos V, presionaron para que se le perdonara la vida, fue decapitado el 6 de julio de 1535.
Hasta el final, Moro mantuvo su buen humor, confiando en que Dios “le recibiría al cruzar el umbral de la muerte”. Mientras subía al cadalso se dirigió al verdugo en estos términos: “¿Puede ayudarme a subir..?, porque para bajar, ya sabré valérmelas por mí mismo”.
Enrique VIII supeditó a su incontrolada lujuria, tanto su vida como su reino.
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