martes, 16 de marzo de 2021

Cuando Hitler rompió el Tratado de Versalles

 

Tal día como hoy, 16 de marzo de 1935, Adolf Hitler rompe el Tratado de Versalles cuando abre el reclutamiento militar obligatorio en Alemania para formar de nuevo las fuerzas armadas alemanas, con una nueva Armada (Kriegsmarine), las divisiones blindadas completas (Panzerwaffe) y una Fuerza Aérea (Luftwaffe).

El Tratado de Versalles de 1919, fue el acuerdo que permitía vislumbrar un mundo nuevo después de la Primera Guerra Mundial, murió de inanición el 11 de marzo de 1938, aquel día Alemania se anexionó Austria, violando definitivamente los límites geográficos impuestos por el acuerdo trazando un mapa geopolítico que inevitablemente conduciría a un nuevo conflicto.

El tratado recogía que el territorio alemán no podía exceder Dinamarca, Bélgica, Luxemburgo, Francia, Suiza, Polonia, Checoslovaquia y, desde luego, Austria. El énfasis del Tratado en estas especificaciones tiene una doble motivación. Por un lado, el afán expansionista germano, y por otro, la presencia del concepto de la Gran Alemania,  el llamado “espacio vital”, que Hitler ya había anunciado en Mein Kampf .

Versalles quiso poner límite a esa ambición. Pero, de algún modo, las condiciones draconianas que supuso Versalles hicieron que fuera imposible.

El panorama de la Austria de entreguerras resultaba desolador. Como en Alemania, en el país existía una partido nazi que había encontrado el apoyo popular tras el Crac del 29 y la crisis económica subsiguiente. El canciller austriaco Dollfuss dio en 1933 lo que podría definirse como un autogolpe de Estado: disolvió el Parlamento, ilegalizó los partidos nazi y comunista y se propuso gobernar por decreto con un programa nacionalsocialista, pero de corte austríaco.

El resultado del movimiento de Dollfuss fue una rebelión dirigida por los nazis austríacos que acabó con su vida. Pero la falta de apoyo desde Alemania llevó a la rebelión nazi austríaca al fracaso, aunque desde entonces la tutela y presión de Hitler sobre el gobierno austriaco fueron constantes.

Mientras en Austria la estrategia terrorista de los nazis dejaba el país al borde de la Guerra Civil, la Alemania nazi ya había comenzado a ignorar las consignas de Versalles y Alemania comenzó a rearmarse, también prohibido en Versalles y dejó de pagar la multa de guerra impuesta en 1919.

El rearme alemán tuvo como consecuencia que la carencia de recursos propios llevaba, inevitablemente, a que el nazismo se plantease una ampliación territorial que ya estaba en su ideario, pero que la necesidad económica hizo imperativa: el regreso de la Gran Alemania.

Poco a poco, Alemania fue ignorando el Tratado de Versalles y tomando posiciones bélicas cercanas. En Europa, solo Francia manifestaba su oposición a lo que ocurría. Gran Bretaña, gobernada desde 1937 por Neville Chamberlain, optó por la política apaciguadora. En ese contexto, con una Alemania ya fortalecida, Hitler volvió de nuevo la mirada hacia Austria.

En Berchtersgaden, Hitler exigió la amnistía a todos los nazis condenados por la justicia local y el control del ejército. De no aceptar esas condiciones, Alemania invadiría Austria. Schuschnigg no tenía salida. No obstante, el canciller austríaco impulsó, a espaldas de Hitler, un referéndum que dejase elegir entre la anexión de Austria a Alemania o su continuidad como estado libre. Cuando se hizo pública la iniciativa -el 9 de marzo de 1938; Schuschnigg se encontró con la la violencia de los nazis y las reticencias de su propio partido por el poco margen para desarrollar la votación.

Al saber que las tropas alemanas se acercaban a la frontera austríaca, el canciller canceló el referéndum y presentó su renuncia. El presidente de la República de Austria, Wilhem Miklas, viéndose sin defensa, claudicó y aceptó, la última condición de Hitler para evitar la invasión: nombrar al nazi Arthur Seyss-Inquart como presidente del Gobierno.

Hitler pisó territorio austríaco el 12 de marzo y dos días después, el 14, apareció en público en Viena. Para eliminar la impresión de conquista, el referéndum que había ideado Schuschnigg acabó llevándose a cabo el 10 de abril de 1938, sin la garantía del secreto del voto, tutelado por las SS y con una papeleta en la que el círculo del sí a la anexión a Alemania era mucho más grande que el del no. El sí ganó con más del 99% de los votos.

La reacción de la comunidad internacional fue entre tibia y nula. Gran Bretaña y Francia mostraron su rechazo, pero no tenían capacidad de castigar a Berlín y la Sociedad de Naciones era inoperante.

Apaciguado por voluntad propia el Imperio Británico, la Alemania nazi comenzó a trabajar en un acuerdo con la URSS, que suponía el reparto de Polonia y la no beligerancia entre ambos. Con Italia y España de su lado, Austria anexionada, la Sociedad de Naciones deshecha, el Reino Unido burlado y Versalles abolido de facto, la Alemania nazi invadió Polonia. Veinte años después, Europa volvía a estar en guerra.


 

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