Xīcohténcatl, llamado “el mozo” para distinguirlo de su padre, el señor de Tizatlán, fue un guerrero tlaxcalteca nacido en el actual estado de Tlaxcala, en México, distinguiéndose por su valor y arrojo en las acciones guerreras, lo que le llevó a comandar el ejército de los “cuatro señoríos”.
Su capacidad de liderazgo y patriotismo, se manifestó al oponerse a los invasores españoles, y aunque intentó combatirlos enfrentándose con su ejército en 1519, fue derrotado en varias ocasiones y al no poder vencerlos, se alió con ellos para la conquista de Tenochtitlan.
Cuando Hernán Cortés solicitó a los tlaxcaltecas permiso para pasar por su territorio hacia Tenochtitlan, este guerrero – enemigo acérrimo de los conquistadores - se opuso, argumentando que el anuncio de la llegada de los “hombres blancos barbados” podía ser un engaño y, que quizás no fueran, los que anunciaban las profecías del dios de la guerra, Camaxtli.
Xīcohténcatl rechazó las ofertas de paz de Cortés; “Paz - le dijo son ironía - Venid a Tlaxcala donde está mi padre. Allí haremos las paces, hartándonos con vuestra carne y honrando a nuestros dioses con vuestros corazones”.
Fue derrotado varias veces y, pensando que los “hombres rubios” ganaban con el apoyo del sol, intentó combatir de noche, siendo también vencido, por lo que el senado de los tlaxcaltecas al conocer estas derrotas, optó por suspender las hostilidades y ofrecer la paz, la cual se acabó firmando en septiembre de 1519 y concertada una alianza amistosa entre las dos naciones.
Contra sus principios, Xīcohténcatl concedió aposento a sus nuevos aliados los españoles y les ofreció presentes, comandando después las fuerzas tlaxcaltecas que acompañaron a Cortes a conquistar Tenochtitlan, enemigos tradicionales de Tlaxcallan.
Pese a la alianza, las relaciones entre Cortés y Xīcohténcatl fueron siempre muy difíciles, pues pocos dirigentes indígenas como éste, se dieron cuenta del drama que suponía la conquista y cuando se estaba preparando el sitio de Tenochtitlan, dejó el ejército aliado ya que, contra lo acordado, sostuvo que eso contradecía sus convicciones libertarias, siendo acusado de traición por Cortés, al haber desertado ante el enemigo.
Cortés, antes de actuar y, para no ofender a sus aliados, solicitó y obtuvo del senado de la señoría de Tlaxcala, el permiso para que le permitieran apresarlo y poder juzgarlo y obtenido este, lo mandó prender e hizo ahorcar cerca de Texcoco, el 12 de mayo de 1521, por huir del frente de guerra, pidiendo también que se apropiasen de sus pertenencias, entre las cuales “había una buena cantidad de oro, plumas, chalchihuites (piedras semipreciosas) y treinta mujeres”.
Debido a la devoción que sentían por él, sus seguidores hicieron tiras de sus vestidos y se los repartieron, procurando tener cada uno una reliquia de tan gran señor.
Hoy día está considerado, por su valor y sagacidad, como uno de los símbolos de la resistencia de los pueblos originarios centroamericanos, oponiéndose al embate de los españoles.
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