Tras el final de la Guerra de la Independencia en 1814, Fernando VII volvió al trono aboliendo la Constitución de 1812 y reinando así durante 6 años, que se conocen como “Sexenio Absolutista”, que se mantuvo hasta 1820, cuando el coronel Riego inició una sublevación en Cabezas de San Juan -Sevilla- que obligó al rey a jurar la Constitución de 1812, con su frase - tan famosa como falsa-: “marchemos, y yo el primero, por la senda constitucional”, dando paso al sistema liberal que duraría 3 años, el llamado “Trienio Constitucional”.
España se colocaba así, a la vanguardia europea en cuanto a libertades políticas, algo que las potencias vencedoras de Napoleón no veían con buenos ojos, por lo que en 1820 los países adheridos a la “Santa Alianza”, trataron la intervención militar en España, animadas por Fernando VII que pasó todo el Trienio Constitucional, conspirando para volver a la monarquía absoluta, olvidando sus promesas y juramentos, hasta que finalmente en 1822, la Santa Alianza aprobó la intervención militar en España.
Así pues, esta invasión francesa se produjo a solicitud del propio rey Fernando VII, para apoyarlo frente a los liberales en el gobierno y restablecer así el absolutismo, cuyo objetivo fundamental, era terminar con ellos definitivamente.
El número de efectivos del ejército francés invasor, era de 95.062 soldados y el 7 de abril de 1823 atravesaron el río Bidasoa. iniciando una campaña que tendría un desarrollo rápido, pues sólo Espoz y Mina supo oponer una tenaz resistencia en Cataluña, hasta el punto de ser Barcelona la última ciudad que cayó en manos de los franceses.
Tras vencer en Cataluña, el ejército francés ocupó Madrid sin resistencia y siguió hacia Andalucía en persecución de los liberales, que habían huido con el rey Fernando VII como rehén.
El 10 de abril, llegó la familia real a Sevilla. y las Cortes seguíeron desarrollando allí su labor, hasta que tuvieron que trasladarse a Cádiz, ante el avance del ejército francés y aunque Fernando VII se negó a acompañarles, las Cortes forzaron al monarca y a su familia a partir con ellos hacia allí.
Cádiz ya no era la ciudad inexpugnable de tiempos de Napoleón, pero fue sitiada y bombardeada, y aunque los franceses no pudieron tomarla, acabaron con las fortalezas que la protegían.
Ante la desesperada situación de los sitiados, los liberales parlamentaron con Fernando VII y con el general francés – Duque de Angulema - por separado y aceptaron liberar al monarca, si este prometía el olvido del pasado, a lo cual el rey felón accedió, aunque nada más verse libre, demostró una vez más su falsedad y felonía, ya que tras salir de la ciudad, se unió al invasor y decretó la abolición inmediata, de cuantas normas jurídicas habían sido aprobadas los tres años anteriores, dando fin al Trienio Liberal e iniciando la sangrienta persecución de los liberales.
Una nueva etapa, marcada otra vez por el signo del absolutismo, se abría a partir de aquel momento: era la última década del reinado de Fernando VII, quien se mantendría en el trono sin nuevas limitaciones hasta su muerte en 1833, dejando a España dividida y ensangrentada con un nuevo conflicto: Las guerras Carlistas.
Cómo siempre ocurre, en esta Piel de toro. Los que más dicen defender a España, son los primeros en traicionarla.
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