viernes, 2 de septiembre de 2016

Melancolía


                                                                                  A un amigo muy querido

Septiembre es para Juan este año, un mes de melancolía. Se acaba el verano y parece como si el paréntesis que, en todo, supone la estación canicular que se marcha, le trajera recuerdos del ayer.

En esta primera quincena, cuando aún su trabajo no ha comenzado, y está en un monótono y - por la crisis -  inquietante compás de espera, es cuando más se acentuá esa sensación.

Como sin querer, busca entre sus antiguos discos de vinilo hasta encontrar uno para él lleno de añoranza. Una canción, que ha oído cientos de veces; “Melancolía” en su mejor versión de Peppino di Capri, que le transporta al escucharla, a los años sesenta.

Su letra significaba el final del verano pero, sobre todo, el retorno a sus mejores recuerdos, su juventud y a la época en que había de dejar - siempre con tristeza - los amores del verano...

¡Oh los amores del verano...! Alguien dijo alguna vez, y hubo un tiempo en que él lo creyó, que “los amores de verano nunca llevaban a buen puerto...”

Muchas veces, a lo largo de su vida, se había preguntado, cuales serían “los buenos puertos” en los que pensaba el autor de la frase.

¿Era quizás un buen puerto, lo que con frecuencia le sucedía. Vivir en el permanente reproche de lo que debió ser y no fue, o de lo que fue y nunca debió haber sido...?  ¿Era un buen puerto la decadencia física, acentuada por el hastío y la frustración de una eterna convivencia, que hacía ya muchos años solo era rutina..?

Sin embargo, cuando pensaba en sus amores de verano, advertía que todos llegaron siempre a buen puerto y seguían hoy tal como él los vivió: ilusionantes, vivos, radiantes, luminosos...

Ninguno de ellos envejeció jamás y conservaban, como si hoy mismo fuese, el recuerdo de deliciosas tardes de estío, de adolescente entre osado e inseguro y muchachas con olor a limpio, faldas plisadas y cabellos perfumados a escondidas en el tocador de mamá, mientras jugaban a ser mujeres.

Todos sus amores significaron días inolvidables, jugando sobre la arena de la playa o paseando al anochecer en los parques de su ciudad, donde su mayor atrevimiento era coger las manos de ella y luego conservar el olor en las suyas...

Aquellos amores de verano siempre permanecerán así y por eso, de modo inevitable cada septiembre le llevaban a la melancolía, mientras esperaba que llegase otra vez el otoño.

Los años, con su memoria traidora, le hacían revivir solo lo bello del pasado tamizado por la lejanía del tiempo. Ahora, cree advertir mejor los errores. Analiza los caminos no andados, que jamás podrán ya ser recorridos aunque, de haberlo hecho le habrían conducido con seguridad, a cometer otros...

De nuevo, como ha hecho tantas veces, en un sin querer que siempre es queriendo, vuelve a hacer sonar la melodía de Peppino de Capri, que inunda la estancia con sus notas cadenciosas y su nostálgico mensaje.

Poco a poco la música se va adueñando de todo conduciéndole una vez más, de forma invariable a su adolescencia. Durante unos instantes  - como siempre le sucede - Juan  se siente feliz.

Mientras cierra los ojos, todo aparece envuelto en aquella melodía: recuerdos, añoranzas, melancolía...melancolía... melancolía... amores de verano.

Melancolía:  https://www.youtube.com/watch?v=67yBPdgu2u8

2 comentarios:

  1. Hermoso relato. Felicitaciones por ser tan preciso. Me transportó a mí juventud. La misma melancolía. Gracias . José Maria.!. Un abrazo.

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  2. Gracias. Desde Santiago del Estero. República Argentina.

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