jueves, 6 de octubre de 2016

Marko, una historia gótica

Aquella noche fue la primera vez en su vida que Marko salía de casa. Todo tenía que llegar, pensó eufórico mientras con paso seguro atravesaba el jardín, jugando al escondite con los árboles esperando no ser descubierto y encantado de su recién estrenada libertad.

La oscuridad era casi total, pues la noche de invierno había tapizado el cielo con negros nubarrones que no dejaban ver las estrellas que él siempre había contemplado desde las ventanas del salón.

Al pisar por primera vez la tierra del jardín todo le parecía diferente, sintiendo al tiempo sensación de libertad y protección por causa de la noche, como si fuese su cómplice en aquella imprevista escapada al mundo exterior.

Al cabo de unos segundos había rebasado el parterre de los rosales, adentrándose en la arboleda de cipreses y encinas que servían de límite al borde de la finca. Sus ojos se habían adaptado a la oscuridad y veía como si fuese de día, mientras escuchaba el sonido del viento frío de invierno, agitando con sus ráfagas las hojas de las ramas.

Una vez rebasada la barrera de árboles, pudo ver por vez primera la calle de la que solo conocía los ruidos, aunque su vista le decepcionó. Estaba casi toda a oscuras, con coches aparcados en sus aceras y montones de basura en uno de los lados.

Fue entonces cuando, desde la penumbra, advirtió como se acercaba aquel extraño ser. Jamás había visto a nadie parecido; era más pequeño que él y se movía de manera nerviosa, mirando hacia todos lados como si temiese algo, mientras con movimientos rápidos y precisos rebuscaba entre los cubos de basura.

Con curiosidad le observó despacio y mientras lo hacía, algo primitivo pareció estar despertando en su interior. Era un sentimiento instintivo, que con una fuerza inusitada le impulsaba a sentir deseos irrefrenables de matar a aquel ser desconocido...

Intentó pensar en otras cosas... Recordar las caricias y los amorosos cuidados que había recibido hasta ahora, pero todo fue inútil, porque la idea de acabar con el desconocido merodeador de las basuras cada vez se hacía más y más fuerte en su mente, como si eliminarlo fuese el único objetivo en su vida.

Despacio, procurando no hacer ningún ruido rodeó la montaña de desperdicios y deslizándose mientras huía de la luz, siguió tras su víctima..

Ajeno a cualquier peligro, el desconocido no advirtió como la sombra de Marko se proyectaba sobre él y solo notó un agudo dolor en su nuca y en unos instante, todo se hizo negro a su alrededor.

Marko, miró a sus pies. En el suelo sobre un charco de sangre yacía aquel extraño, muerto tras su fiero y despiadado ataque, mientras advertía en su nariz un olor nuevo y desconocido, el de la sangre de este.

Tras la excitación de la cacería, todo fue lentamente volviendo a la normalidad, hasta que sonó una voz que insistente le llamaba desde el otro lado de los árboles.

¡Marko...!, ¡ Marko...!, se oyó gritar a una mujer cada vez más cerca desde la arboleda... ¿Pero, donde se habrá metido...?

Marko cruzó la calle y tras saltar  la valla, entró de nuevo en el jardín corriendo hacia donde sonaba la voz.. -Ya sabes que no me gusta que salgas de casa y mucho menos por la noche... le reprendió la mujer.

Con el pelo erguido como el de un plumero, Marko se restregó insistente contra las piernas de su ama mientras cariñosamente maullaba.
   
J. M. Hidalgo (Cuentos)

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