Tal día como hoy 18 de enero del 532, en Constantinopla -actual Turquía - termina la fallida revolución, denominada “los Disturbios de Niká”, en la que se pretendía la independencia del Imperio Romano de Oriente.
La revuelta de Niká se le llama a una rebelión popular en la ciudad de Constantinopla durante el año 532, que tomó el nombre del grito lanzado por los rebeldes: “Niká”, que significa “Victoria” en griego, que tuvieron lugar en los alrededores de la residencia del emperador Justiniano I.
Los disturbios estallaron fruto de una creciente tensión social en el Imperio bizantino a raíz de una intrascendente discusión entre las facciones rivales los "Verdes" y los "Azules" -colores con los que competían en las carreras de carros- que se transformó en un estallido popular sin precedentes que hizo tambalear el mismo trono de Justiniano I.
Según Procopio, destacado historiador bizantino del siglo VI: “ La población de las ciudades se había dividido en dos grupos, los Verdes y los Azules y sus miembros luchaban contra sus adversarios... no respetando ni matrimonio ni parentesco, ni lazos de amistad, incluso aunque los que apoyaban a diferentes colores pudieran ser hermanos o tuvieran algún otro parentesco”.
Esta rivalidad, estaba agravada por un trasfondo político y teológico, pues mientras los Verdes estaban formados mayoritariamente por comerciantes y arrendatarios de servicios que profesaban el “monofisismo”, - doctrina teológica que sostiene que en Jesús sólo está presente la naturaleza divina, pero no la humana - los Azules eran principalmente terratenientes o aristócratas y practicaban el cristianismo oficial. El emperador Justiniano apoyaba a estos últimos.
El momento político también era turbulento, pues Justiniano estaba en medio de una negociación con los persas y para pagar a estos y a otros bárbaros debió establecer grandes impuestos a la ciudadanía, que no fueron bien recibidos por estos.
La revuelta comenzó en el Hipódromo y se fue extendiendo por toda la ciudad, atacando y destruyendo edificios públicos como el Gran Palacio y la iglesia más importante, Santa Sofía, que más tarde sería reconstruida por Justiniano.
Los rebeldes llegaron a nombrar hasta un nuevo emperador, Hipatio, que era sobrino del antiguo emperador Anastasio I.
Solo la serenidad de su esposa, la emperatriz Teodora, impidió que Justiniano huyera de la capital y permitió que la rebelión fuera finalmente sofocada por el general Flavio Belisario, el más famoso general de la historia del Imperio bizantino y protagonista militar de la expansión del Imperio en el Mediterráneo occidental durante el reinado de Justiniano I.
Belisario y Narsés, un liberto eunuco - castrado para cuidar de los harenes persas - que fue comprado por Justiniano I, fingiendo negociar, rodearon a los rebeldes en el hipódromo y los masacraron.
Se calcula que murieron en la revuelta cerca de 30 000 personas.
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