Tal día como hoy, 14 de septiembre de 1580, nacía en Madrid uno de los más prolíficos escritores de la historia de España, Francisco de Quevedo y Villegas.
Francisco de Quevedo, fue un escritor español del Siglo de Oro, conocido por su poesía satírica y su habilidad, con el lenguaje.
Además de su prolífica obra literaria, Quevedo también fue una figura pública, involucrado en la política y la nobleza. Su vida fue turbulenta, marcada por rivalidades literarias, como la que mantuvo con el poeta Luis de Góngora, a quién consideraba su rival y por los periodos de exilio y prisión.
A pesar de sus dificultades personales, su legado literario perdura, como uno de los más importantes, de la literatura española
Francisco de Quevedo nació, en el seno de una familia perteneciente a la nobleza, que se encontraba muy bien posicionada. Tanto su padre como su madre, trabajaban en la corte. Motivo por el cual, Quevedo estuvo relacionado desde muy pequeño, con las altas esferas.
Se cree, que sus primeros años de infancia, los pasó en soledad debido a su cojera y a su miopía. La cosa debió cambiar, al estudiar en el colegio imperial de los Jesuitas y, posteriormente, en las Universidades de Alcalá de Henares y de Valladolid, una ciudad esta última, en la que adquirió su fama de gran poeta y comenzó su famosa rivalidad con Góngora.
En 1616, tuvo el honor de ser nombrado caballero de la Orden de Santiago, pero al poco tiempo cayó en desgracia, tras ser acusado de participar, en la conjura de Venecia. En 1629 fue desterrado a Torre de Juan Abad, (Ciudad Real) y un año más tarde, encarcelado en Uclés.
Tiempo después, fue liberado y formó parte del círculo cercano, del conde-duque de Olivares, valido del Rey Felipe IV. Una etapa en la que volvió a pasar por el destierro.
En 1639, la sospecha de la traición volvía a caer sobre Quevedo. El motivo fue, la interceptación de una misiva, en la que hablaba de una conspiración con Francia. Por ello, fue inmediatamente encarcelado, en San Marcos de León, donde permaneció en una minúscula celda, hasta 1643.
Con la salud mermada, por las duras condiciones del encierro, Quevedo se retiró a la provincia de Ciudad Real, para afrontar sus últimos años de vida. Murió finalmente el 8 de septiembre de 1645, en Villanueva de los Infantes.
Francisco de Quevedo, conocido por su ingenio y sátira, protagonizó varias anécdotas memorables. Entre ellas destacan sus duelos verbales, como cuando llamó "coja" a la reina de España, de forma ingeniosa, y su enfrentamiento con Luis de Góngora, al que atacó en versos satíricos.
De la rivalidad con Góngora nos quedó su famoso soneto titulado: "A una nariz" en donde se burlaba del gran tamaño, del apéndice nasal de Gongora,
Érase un hombre a una nariz pegado,érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado;
Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era;
Erase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.
Entre sus famosas anécdotas, se encuentra la que le sucedió al encontrarse con una mujer en un balcón. La mujer, al ver al escritor, comenzó a insinuarsele, hasta que llegó a un punto, en el que Quevedo, subió al balcón gracias a una polea, que allí había.
Lo que ignoraba, es que a la mujer le acompañaban unos amigos, que eran quienes tiraban de la polea y que todo era una broma. Cuando recorrió la mitad del tramo,que iba desde la calle al balcón, dejaron al escritor colgado, mientras los amigos de la mujer, se burlaban de él.
Esta situación, causó gran expectación entre los viandantes, lo que alertó a la guardia nocturna. Cuando llegaron a instaurar el orden preguntaron:
¿Quién vive? y este respondió : "Soy Quevedo, que ni sube, ni baja, ni está quedo"
Se cuenta que, en una conversación con amigos, Quevedo retó a alguien a que le dijera "coja" a la reina, Isabel de Borbón, la cual padecía este defecto. Sabiendo que era un tema delicado ninguno se atrevió a hacerlo.
Quevedo, con su natural ingenio, se ofreció a hacerlo y, para evitar represalias, le llevó a la reina un clavel y una rosa, para que eligiera, la que mas le gustase, diciéndole: "Entre el clavel y la rosa, Su Majestad es-coja"
Un día paseando por el Real Alcázar, el rey le retó a improvisar un verso. Quevedo respondió: "Dadme pie", el rey, bromeando, mostró su pie a Quevedo, que con su rapidez mental y habilidad para el juego de palabras dijo. "Parecerme gran señor, que estando en esta postura, yo parezco el herrador y vos la cabalgadura".
En una cena, al recibir una bofetada por mancharse con salsa, Quevedo respondió, golpeando al comensal de al lado, quien resultó ser el rey. En lugar de disculparse, con su habitual ingenio, exclamó: "¡Que siga la rueda!".
Cuenta otra anécdota, que cierto día, el rey Felipe IV y Quevedo subían por una escalera del alcázar y el poeta, que iba delante, se agachó para atarse un zapato.
Cuando Felipe pasó junto a él, le propinó una traviesa palmada en el trasero, que provocó que Quevedo se doblara hacia delante y no pudiera evitar, una ruidosa ventosidad.
Felipe, le afeó el gesto y a Quevedo solo se le ocurrió responder: “No hay puerta a que llame Vuestra Majestad, que no se abra”.
La última anécdota con los Monarcas, que voy a relatar es aquella en que, por algún tipo de agravio que se desconoce, tal vez alguna impertinencia, mal recibida por el Rey, este desterró a Quevedo fuera de España diciéndole:
“Quevedo, me tenéis harto, os destierro; No volváis a pisar tierra española hasta que se os levante la pena” El poeta se fue a Portugal y allí cargó, con dos testigos, un carro con tierra portuguesa, y volvió a Madrid.
Al llegar a palacio, y sin descender del carro, solicitó que el Monarca saliese a una ventana, para rogarle el perdón. El Rey, indignado le soltó una reprimenda diciéndole:
“Pero como os atrevéis Quevedo a presentaros ante mí, cuando tenéis prohibido pisar tierra española” A lo que el poeta contestó:
“Señor no os parezca mal
Que venga a pedir perdón
Y os lo haga en el balcón.
Y en tierra de Portugal”
Afirmó señalando la tierra, que había en el carro Al parecer la chanza hizo gracia al Rey, que levantó el castigo.
Estas anécdotas reflejan la personalidad de Quevedo: ingenioso, satírico, valiente y con un profundo, conocimiento de las letras.