domingo, 30 de marzo de 2025

La proclamación de Felipe IV de España, el llamado "Rey Planeta"

Tal día como hoy, 31 de marzo de 1621, Felipe IV, quien también fue conocido como Felipe "el Grande" o el "Rey Planeta", en referencia a la extensión de sus dominios a lo largo de cuatro continentes, era proclamado Rey de España.

La muerte inesperada de su padre, el Rey Felipe III, en 1621 iniciaba un periodo lleno de incertidumbres en el que un joven Felipe, de tan solo 16 años, ascendía al trono.

Su reinado, el más largo de los Austrias, fue una mezcla de luces y sombras para la monarquía hispánica. En lo político, pasó más pena que gloria, su reinado estuvo marcado por la guerra, y el fin de la hegemonía española en Europa. No se puede decir lo mismo en el ámbito cultural, que vivió el periodo de mayor esplendor, de las artes y las letras, periodo que pasó a la historia como el Siglo de Oro.

Durante la primera etapa de su reinado, compartió la responsabilidad de los asuntos de Estado con don Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, quien desplegó una ambiciosa política belicista, en el exterior y reformista en el interior, que buscaba mantener la hegemonía española en Europa. 

Esa mezcla de luces y sombras, del reinado de Felipe IV son perfectamente visibles, en su forma de gobierno. En un primer momento, al contrario que su padre, Felipe IV tomó las riendas de sus Reinos y asumió todas las responsabilidades, que implican gobernar. 

Sin embargo, pronto quedó patente su escasa capacidad de mando, así como su poco interés por los asuntos de Estado. Asuntos de los que se empezó a ocupar, una de las figuras más importantes de su reinado, su valido el conde-duque de Olivares, figura que ejerció, un tremendo poder de influencia sobre Felipe IV.

Tras la caída de Olivares, el rey pareció decidido a llevar personalmente las tareas de Estado, pero pronto tomó la decisión de nombrar como nuevo valido, a Luis Méndez de Haro, sobrino de Olivares, con el título de primer ministro. Su objetivo fue el de acabar con los conflictos interiores, y alcanzar la paz en Europa.

Los exitosos primeros años de su reinado, auguraban la restauración de la preeminencia universal de los Habsburgo, pero la guerra constante de la Europa protestante y la católica Francia, contra España condujeron al declive y ruina de la Monarquía Hispánica, que hubo de ceder la hegemonía en Europa, a la pujante Francia de Luis XIV, así como reconocer, la independencia de Portugal y las Provincias Unidas.

A principios de septiembre de 1665, Felipe IV comenzó a sentirse mal y cayó gravemente enfermo, probablemente de disentería. Un duro golpe del que el Rey Felipe IV no se pudo recuperar, pues la enfermedad acabó con su vida, el 17 de septiembre de ese mismo año tras 44 años de reinado.

sábado, 29 de marzo de 2025

La fundación de la Guardia Civil Española

Tal día como hoy 30 de marzo de 1844, se produce la creación de la Guardia Civil cuando, por Real Decreto, se determina la creación de un "cuerpo especial de fuerza armada de Infantería y Caballería”" bajo la dependencia del Ministerio de la Gobernación y con "la denominación de Guardias Civiles”,

A los efectos de organizar esta nueva fuerza, se comisiona al mariscal de campo Francisco Javier Girón y Ezpeleta, II Duque de Ahumada.

El reto que se le plantea al Duque de Ahumada, es poner en marcha una institución que, caracterizada por su eficiencia y, en términos del Real Decreto, se destine “... a proteger eficazmente las personas y las propiedades”. 

Para ello, propone que la Guardia Civil sea una organización basada en la calidad, por lo que recomienda cubrir la plantilla paulatina y selectivamente, para garantizar la excelencia del personal. Suya es la siguiente cita: “servirán más y ofrecerán más garantías de orden cinco mil hombres buenos, que quince mil, no malos, sino medianos que fueran.”

En consonancia con ello, el 20 de abril de 1844, el Duque de Ahumada elabora un informe determinante, de cuya aceptación hacía depender su vinculación al proyecto, y en el que además de lo anterior, sugiere cambios organizativos y aboga por una mayor remuneración, de los nuevos guardias puesto que ésta debería estar en consonancia, con las responsabilidades que se les iban a asignar.

Aun con todo, manifestando una capacidad organizativa excepcional, la propuesta significaba, una reducción importante del gasto inicialmente presupuestado. El informe provocó la derogación del decreto anterior, que ni siquiera entró en vigor, para dar lugar al definitivo Real Decreto de 13 de mayo, presentado por el Presidente de Gobierno y Ministro de la Guerra, Ramón María Narváez, auténtico decreto fundacional, de la Guardia Civil.

La organización del nuevo organismo lo hará depender "del Ministerio de la Guerra en lo concerniente a su organización, personal, disciplina, material y percibo de sus haberes, y del Ministerio de la Gobernación, en lo relativo a su servicio peculiar y su movimiento.”

Inicialmente, se compondrá de 14 jefes, 232 oficiales y 5769 guardias, repartidos en 14 Tercios, recuperando de este modo, un término de gran tradición y prestigio en la historia militar española, pues hace referencia a unidades selectas del Ejército, en la época de los Austrias. En cada uno de estos Tercios, se encuadraría un número variable, de Compañías de Infantería y un Escuadrón de Caballería.

En el verano de 1844, se inició el reclutamiento de los primeros aspirantes, muy superiores en número a las plazas ofertadas, en lo que fue una muy rigurosa selección, que había de complementarse, con una instrucción minuciosa y exigente de los nuevos guardias, en las instalaciones del Ejército de Madrid, en Leganés y Vicálvaro.

El 1 de septiembre de 1844, día de la designación del Duque de Ahumada, como Inspector General de la Guardia Civil, tuvo lugar la presentación oficial del Cuerpo, con una parada militar ante las autoridades dónde mil ochocientos setenta guardias, desfilaron organizados en sus compañías y escuadrones, haciendo gala de marcialidad y mostrando una nueva uniformidad, en la que era nota distintiva un original sombrero de tres picos, de origen francés: el tricornio, que con el tiempo se convertiría, en uno de los símbolos representativos, de la Guardia Civil y de nuestro país.

El 9 de octubre de 1844, se aprobaba el Reglamento para el Servicio de la Guardia Civil, estableciendo las obligaciones y facultades de la Guardia Civil, su dependencia orgánica, vinculada en lo referido a su servicio peculiar, al Ministerio de la Gobernación, y el objeto primordial de la Institución: “la conservación del orden público, la protección de las personas y las propiedades (...) y el auxilio que reclame la ejecución de las leyes”.

El Reglamento Militar de la Guardia Civil, aprobado el 15 de octubre, es elaborado por el Ministerio de la Guerra, bajo la égida del Duque de Ahumada y es por tanto más conforme con su doctrina y carácter. Determina la organización con arreglo a criterios castrenses, los ascensos, dependencia, obligaciones, disciplina y estatuto del personal del Cuerpo.

Para culminar el proceso, faltaba una filosofía de servicio, que sirviera de puente y aunara ambos reglamentos y que distinguiera a la Guardia Civil, de los cuerpos policiales anteriores o paralelos. Surge así el 20 de diciembre de 1845, de la propia mano del Duque de Ahumada, un documento que constituye el auténtico código moral, de la Institución: la “Cartilla del Guardia Civil”, que sintetiza los reglamentos anteriores y que, con alguna modificación, compone el actual Reglamento, para el Servicio de la Guardia Civil.

A lo largo de su articulado, la “Cartilla” establece la doctrina del Cuerpo; un código deontológico, que pretende dotar al personal de un alto concepto moral, del sentido de la honradez y de la seriedad en el servicio y que está presidido, por su artículo más famoso donde se lee: “el honor es la principal divisa del guardia civil; debe, por consiguiente, conservarlo sin mancha. Una vez perdido, no se recobra jamás”.

Diego García de Paredes, el llamado "Sansón extremeño"

Tal día como hoy, 30 de marzo de 1468, nacía en la localidad extremeña de Trujillo, el militar español Diego García de Paredes.

Hijo del hidalgo Sancho Delgadillo de Paredes, Diego García de Paredes ingresó a muy temprana edad en la milicia castellana. Lo hizo a los catorce años de edad, junto a su hermano bastardo Álvaro y su escudero Tapia.

Cuando la unión de los reinos hispánicos, dio origen al imperio militar que disputó la hegemonía de Europa en los siglos XVI y XVII, los españoles se percataron de que los personajes clásicos, sobre todo griegos y romanos, ya no servían para hablar de la heroicidad y el sacrificio. Se necesitaban héroes nacionales. 

Una muestra de esta hornada de héroes modernos, es Diego García de Paredes , "el Sansón extremeño", así como el hombre al que siguió con devoción en sus campañas, a Gonzalo Fernández de Córdoba , el "Gran Capitán".

Diego García de Paredes nació en Trujillo el año 1468. Poco se sabe de su infancia y juventud, más allá de que aprendió a escribir y leer, pese a que ya entonces se inclinaba por el oficio de las armas. Los historiadores no se ponen de acuerdo, en sí participó o no en la Guerra de Granada, que terminó con la rendición final de 1492.

Pero si se sabe  que en 1496, tras el fallecimiento en Trujillo de su madre, Diego García de Paredes ya se encontraba en Italia, buscando fortuna como soldado. En ese momento, Gonzalo Fernández de Córdoba combatía en Nápoles, contra las ambiciones francesas de anexionarse este reino, entonces bajo la esfera de Aragón. 

Sin embargo, la actividad militar estaba parada a la llegada de García de Paredes, quien decidió desplazarse a Roma para ofrecerse como guardia del Papa Alejandro VI, de origen español.

El Papa accedió a contratar al extremeño, tras presenciar como Diego García de Paredes se impuso en una disputa callejera, contra un grupo de más de veinte italianos. Armado solamente con una barra de hierro, el soldado español destrozó a todos sus rivales, que habían echado mano de las espadas, " matando cinco, hiriendo a diez , y dejando a los demás maltratados y fuera de combate". Alejandro VI, asombrado por la fuerza del extremeño, le nombró miembro de su escolta.

Lo cierto es que Diego García de Paredes, adquirió rápidamente gran fama como espadachín en Italia. Tras matar durante un duelo, a un capitán italiano de la confianza de los Borgia , el extremeño pasó a los servicios del Duque de Urbino, una de las familias rivales del Pontífice. Su tiempo como soldado a sueldo quedó aparcado, cuando el "Gran Capitán" reclamó hombres para recuperar Cefalonia, una ciudad de Grecia que había sido arrebatada por los turcos, a la República de Venecia .

Durante el asedio a esta localidad, los turcos usaron un garfio, para elevar a Diego García al interior de su muralla. Una práctica habitual en los asedios de la época, que era posible, gracias a una máquina provista de garfios que los españoles llamaban "lobos", con los cuales aferraban a los soldados, por la armadura y los lanzaban contra la muralla

El "gigante extremeño" consiguió zafarse de las ataduras, en lo alto de la fortificación y resistió el ataque de los otomanos durante tres días, donde a cada instante "parecía que le aumentaba las fuerzas con la dificultad". Una vez reducido, los turcos respetaron la vida del extremeño, con la intención de usarlo para el intercambio, de prisioneros.  

Pero el soldado español escapó, por su propio pie y se unió al combate, poco antes de la rendición turca. Fue aquella gesta el origen de su leyenda y cuando comenzó a ser conocido como, entre otros apodos," el Sansón de Extremadura", "el gigante de fuerzas bíblicas" y " El Hércules de España "..

Ya convertido en un mito, Diego García se reincorporó a los ejércitos del Papa a principios de 1501. César Borgia tenía puestos los ojos en la Romaña y permitió, que las ofensas pasadas quedaran olvidadas. 

El hijo de Alejandro VI le nombró coronel, en el ejército que participó en las tomas de Rímini, Fosara y Faenza . Pero tampoco duró mucho, esta nueva asociación con los Borgia, puesto que ese mismo año, acudió a la llamada del " Gran Capitán " para luchar en Nápoles.

Tras el final de la guerra en Italia en 1504, Nápoles pasó a la Corona de la monarquía hispana y el "Gran Capitán" gobernó el reino napolitano como virrey con amplios poderes . Como agradecimiento a sus servicios,, Gonzalo Fernández de Córdoba nombró a Diego García de Paredes, marqués de Colonnetta (Italia) . 

Sin embargo, cuando el "Gran Capitán" cayó en desgracia, la defensa que hizo "el Sansón de Extremadura" de su antiguo general, le costó la pérdida del marquesado de Colonnetta y forzó a un exilio voluntario de la corte. Durante años, el soldado extremeño, se dedicó a la piratería en el Mediterráneo, teniendo como presas favoritas a los barcos berberiscos y franceses.

En 1509, Diego García de Paredes, recuperó el favor real y se unió a la campaña española para conquistar el norte de África. Durante estos años, Paredes participó en el asedio de Orán, fue maestre de campo de la infantería española, que el emperador de Alemania usó para atacar a la República de Venecia, y sirvió como coronel de la Liga Santa, al servicio del Papa Julio II en la batalla de Rávena , entre un sinfín de gestas militares.

Con la llegada de Carlos V en España, gran admirador de su leyenda, el extremeño acompañó al emperador por Europa, quien le nombró Caballero de la Espuela Dorada, sirviendo a este en Alemania, Flandes, Austria y en todos los conflictos acontecidos, en España, desde la Guerra de los Comuneros, a la conquista de Navarra.

En 1533, tras regresar con Carlos V de hacer frente a los turcos en el Danubio, Diego García de Paredes, falleció por las heridas sufridas durante un accidente, cuando jugaba con unos niños a tirar con la lanza, unos palos en la pared. Lo que no habían conseguido quince batallas campales y diecisiete asedios, lo alcanzó un juego infantil: matar al gigante.

Diego García de Paredes falleció el 15 de febrero de 1533 en la ciudad de Bolonia. Fue enterrado en la Iglesia de San Gregorio. Doce años después, sus restos fueron repatriados y, por orden de su hijo Sancho, enterrados en la Iglesia de Santa María la Mayor de Trujillo.


viernes, 28 de marzo de 2025

Las últimas operaciones bélicas de la Guerra Civil española

Tal día como hoy, 29 de marzo de 1939: En el contexto de la Guerra Civil Española, los sublevados toman sin apenas resistencia, las ciudades de Cuenca, Albacete, Ciudad Real, Jaén, Almería y Murcia. Tres días más tarde, finalizará la guerra que había dividido España en dos.

La ofensiva final de la guerra civil española, fue la última operación bélica ejecutada por los mandos militares del bando sublevado, contra la Segunda República española, a finales del mes de marzo de 1939, aprovechando la situación del bando republicano, tras la severa derrota sufrida en la Ofensiva de Cataluña y el triunfo del golpe de Estado del coronel Casado, que puso fin a la política de resistencia, que hasta entonces había mantenido el gobierno de Juan Negrín.

Franco dio la orden, de que se iniciara la ofensiva en todos los frentes. Las primeras operaciones tuvieron lugar en el Frente Sur, donde la misma noche del 26 de marzo el Cuerpo de Ejército Marroquí, al mando del general Yagüe y el Cuerpo de Ejército de Andalucía,al mando del general Muñoz Castellanos, avanzaron desde Peñarroya-Pueblonuevo, hacia Hinojosa del Duque, Pozoblanco y Almadén, que ocupan el 27 y Ocaña donde llegan el día 28, ambos encontraron muy poca resistencia, ya que muchas de las posiciones republicanas habían sido abandonadas. 

Por  añadidura, los Ejércitos republicanos de Extremadura y de Andalucía depusieron poco después las armas, mientras los pueblos se llenaban de banderas blancas ante la inminente llegada de las tropas rebeldes. 

El día 29 el Cuerpo de Ejército Marroquí de Yagüe, ya había alcanzado Ciudad Real y Puertollano; por su parte, el Cuerpo de Ejército de Andalucía tomaba Bailén y Linares, mientras que el Cuerpo de Ejército de Córdoba , mandado por el general Borbón, entraba en Jaén, y el de Granada comenzaba el avance tomando Albuñol por el litoral mediterráneo, en dirección a Almería, ocupada por tropas del cañonero Cánovas del Castillo el día 29.​

En el Frente del Centro, los cuerpos de ejército de Toledo, Maestrazgo, y Navarra avanzaron desde Talavera de la Reina y Toledo hacia el sur, ocupando el 27 de marzo entre otros pueblos, Polán, Mora, Arges, Yepes o Gálvez; en el frente de Levante, los cuerpos de ejército de Urgel y de Aragón, lo hicieron desde Torre del Burgo, Masegoso y Cifuentes, marchando hacia Madrid y Valencia.

Los atacantes no encontraron resistencia: las líneas de los frentes republicanos se desintegraron el 28 de marzo, en un proceso espontáneo, se ocupa Aranjuez, Orgaz, Tembleque y Las Ventas con Peña Aguilera.​ Algunos soldados se abrazaban entre sí aliviados por el fin de la guerra.

La ofensiva del Ejército del Centro, iniciada el día 26, tampoco encontró resistencia, puesto que en los frentes de Madrid, los republicanos habían empezado a abandonar las trincheras, especialmente después de que fueran transmitidas por radio, las famosas "Concesiones del Generalísimo", que prometían "benevolencia" para los militares, que favorecieran la terminación de la lucha.

En algunos lugares del frente, se produjeron confraternizaciones entre soldados de los dos bandos, que festejando que, la guerra había acabado, y en otros sitios los soldados republicanos, se pasaban al bando sublevado.​

Donde los sublevados encontraron mayor resistencia, fue en el frente de Levante, debido a que era por Valencia, donde las personalidades republicanas estaban saliendo del país, y había que darles tiempo. Fue el caso del Cuerpo de Ejército de Aragón, dirigido por el general Rafael García Valiño, que marchaba hacia Valencia el 28 de marzo; en esta ciudad aún se concentraban tropas republicanas, deseosas de proteger a los refugiados del bando republicano, que esperaban abandonar España desde el puerto valenciano.

Cuando estos refugiados, fueron convencidos de dirigirse hacia Alicante, en la tarde del día 28, las tropas republicanas cesaron su resistencia y abandonaron Valencia, a la quinta columna franquista, que la ocupó en las horas siguientes.

Así, el día 29 Valencia y Alicante, ya estaban prácticamente en manos de las respectivas quintas columnas, sin que todavía hubieran llegado las tropas rebeldes, mientras que el Cuerpo de Ejército de Galicia, al mando del general Aranda, ocupaba Sagunto y el Cuerpo de Ejército de Castilla entraba en Segorbe.

Al día siguiente los italianos de la División Littorio, ocupaban Almansa, Requena, Villena y Elda, y entraban en Alicante. Ese mismo día 30 la División , al mando del general Martín Alonso, entraba triunfalmente en Valencia. El 31 de marzo, la 4.ª División del Cuerpo de Ejército de Navarra, mandada por el general Camilo Alonso Vega, ocupaba Murcia y Cartagena.​

A los soldados republicanos que iban siendo cercados, por las tropas franquistas en el frente se les ordenó, que fueran dejando sus armas en montones, antes de conducirles a las plazas de toros, o a los campos de alambradas al aire libre. Los que estaban en las líneas posteriores, tiraron sus fusiles antes de que llegaran los franquistas y se marcharon a sus casas.

A lo largo del día 27, los sublevados capturaron 30 000 prisioneros en la primera línea del frente y todas las localidades que pudieron. Al saber de esta situación, en la retaguardia el Ejército Popular Republicano, se auto-desmovilizaba en todo el frente: divisiones y regimientos se disolvían de inmediato, al saber de la cercanía de los franquistas, en tanto que los soldados, abandonaban sus posiciones y armas para volver a sus casas.

El día 28 los sublevados entraron en Madrid, sin encontrar resistencia y ocuparon todos los edificios públicos. Nada más entrar a la ciudad, los mandos franquistas arrestaron a Julián Besteiro, quien había decidido compartir la suerte de los civiles madrileños, y no huir al extranjero como el resto de miembros, del Consejo Nacional de Defensa.

Todo el territorio español, se hallaba en manos del régimen de Franco al anochecer del día 31 de marzo de 1939 menos el muelle de Alicante, que lo estaría a la mañana siguiente. Los vencedores anunciarían el fin de la guerra oficialmente en Burgos, al día siguiente 1 de abril.


miércoles, 26 de marzo de 2025

La Reconquista de Vigo, primera ciudad recuperada a las tropas de Napoleón

 

Tal día como hoy, 28 de marzo de 1809, un alzamiento popular lograba expulsar por primera vez en la historia, a las tropas de Napoleón Bonaparte, de una plaza conquistada por los franceses.

Este hecho, que pasaría a la historia como la Reconquista de Vigo, no solo logró poner a Vigo en el mapa, sino que también mostró lo que parecía un imposible, que Napoleón Bonaparte, el emperador que había sometido a media Europa, podía ser derrotado.

Vigo fue la última plaza gallega en ser tomada por los franceses. Estos lo consiguen el 31 de enero de 1809, tras derrotar al ejército inglés comandado por Sir Jhon Moore, en la batalla de Elviña. 

La toma de la playa fue sencilla pues Vigo, no estaba defendida por soldados profesionales, sino por una milicia que nada podía hacer, ante las tropas más temidas de la época. De hecho, los defensores no llegaron a combatir, ya que el gobernador Juan de Villavicencio, les convenció de lo inútil que sería, sin embargo, la ocupación no resultó nada sencilla para los franceses.

Vigo capituló, en las condiciones más honrosas, incluía respeto a bienes y a las vidas. La ocupación duró apenas 58 días. Los franceses se vieron totalmente hostigados, tanto por fuera de la plaza, al ser sitiados por los patriotas bajo el mando de Pablo Morillo y Bernardo Fernández del Valle, más conocido como Cachamuiña, como en su interior gracias a las labores de sabotaje, llevadas a cabo desde dentro por la milicia honrada.

El 27 de marzo de 1809 se inició el ataque final. Las tropas dirigidas por Pablo Morillo y Bernardo Fernández del Valle, disparan desde fuera con la ayuda de dos fragatas inglesas.

Al amanecer del 28 de marzo de 1809, los franceses izaban la bandera blanca en señal de rendición y a las diez de la mañana, 46 jefes y oficiales y unos 1.400 soldados franceses abandonaron Vigo, por la puerta de la Laxe siendo embarcados en las fragatas inglesas, para partir rumbo a Inglaterra. Por su parte, todas esas unidades que participan en la Reconquista de Vigo, se van a unir al ejército del Miño para seguir combatiendo, al invasor francés.

La Reconquista de Vigo, la primera vez que las tropas napoleónicas eran expulsadas de una plaza conquistada, no solo tuvo su recompensa aquel día sino que también un año después, en 1810 cuando el Rey Fernando VII concedió a Vigo, el título de"‘Ciudad, fiel y valerosa". Años después Vigo también recibirá, el título de "siempre benéfica" por la ayuda a los repatriados, por la Guerra de Cuba pero eso ya es otra historia.

Hoy en día, una fiesta conmemora el alzamiento popular, que ocurrió el 28 de marzo de 1809, cuando las tropas francesas del ejército de Napoleón, salieron de la ciudad. La lucha de los vigueses, encabezada por los militares Pablo Morillo y Bernardo González “Cachamuíña” consiguió expulsar a los franceses, convirtiéndose en la primera localidad de Europa en conseguirlo.

Posteriormente, durante la retirada francesa, cara al interior de la ría de Vigo, se entablaría combate en la Batalla de Puentesampayo, en las tierras donde coinciden los ayuntamientos de Sotomayor y Pontevedra.

En el año 2009, se celebró el bicentenario de la reconquista de la ciudad. Además de los actos habituales, se celebró el Congreso sobre la Reconquista de Vigo. 

La conquista de Algeciras y Gibraltar, por las tropas del rey castellano Alfonso XI

Tal día como hoy,  27 de marzo de 1344, el Rey Alfonso XI de Castilla entraba en la vieja villa de Algeciras, tras veintiún meses de asedio.

El sitio de Algeciras de 1342, fue una empresa bélica llevada a cabo por las tropas castellanas de Alfonso XI, junto a las flotas de Aragón y Génova durante la Reconquista, con el objetivo de conquistar la ciudad musulmana de al-Ŷazīra al-Jaḍrā, llamada Algeciras por los cristianos, principal puerto de la orilla europea, del estrecho de Gibraltar.

El sitio llegó a extenderse hasta veintiún meses, durante los cuales la población de la ciudad, unas 30 000 personas entre civiles y soldados bereberes, sufrió las consecuencias de un férreo asedio, que impedía la entrada de alimentos a la ciudad.

Se trataba de un importante punto estratégico, de vital importancia para acabar de una vez por todas con la reconquista, pues se trataba del principal puerto árabe, en las costas del sur de la Península Ibérica.

El 26 de marzo de 1344, tras la derrota en las vegas del río Palmones, del ejército del Reino de Granada que debía socorrer la ciudad, se produjo la rendición de la capital europea del Imperio meriní y su incorporación, al Reino de Castilla.

A pesar de la notable importancia, que tuvo el sitio y la toma de Algeciras en la sociedad de su época, son escasas las fuentes escritas que relaten los hechos acaecido,  durante los meses del asedio y las pocas que lo hacen, hablan desde el punto de vista cristiano. 

La principal obra utilizada en la historiografía medieval, es la "Crónica de Alfonso XI" que narra los principales acontecimientos, del reinado de este monarca, cuya parte concerniente al asedio de Algeciras, se supone escrita en el campamento cristiano, por los escribas reales.

La toma de Algeciras supone un paso decisivo en la Reconquista, al dotar al Reino de Castilla del principal puerto, de la costa norte del Estrecho de Gibraltar. La ciudad sería a partir de entonces, la base principal de actuación de los ejércitos cristianos.

Para asegurar la prosperidad de la nueva ciudad castellana, el rey Alfonso XI emite en 1345 la Carta de ordenación de Algeciras, que proporciona tierras de cultivo y beneficios fiscales, a cuantas personas quieran establecerse en la ciudad.​ 

Se añade a los títulos de los reyes de España, el de Rey de Algeciras y se solicita al Papa Clemente VI el traslado de la catedral de Cádiz a Algeciras, creándose la diócesis de Cádiz y Algeciras​ y consagrándose la mezquita mayor de la ciudad como catedral bajo la advocación de la Virgen de la Palma.​

Tras la pérdida de Al-Yazira Al-Jadra, queda para los benimerines de Fez tan sólo la ciudad de Gibraltar como puerto de comunicación con sus dominios africanos. Todos los esfuerzos de la reconquista se centrarían desde entonces en la toma de esta ciudad portuaria.

En 1350 Alfonso XI impuso un fuerte asedio a la ciudad  de Gibraltar, apoyándose de nuevo en las flotas de Aragón y Génova que establecieron su base principal en Algeciras. 

Sin embargo en esta ocasión la suerte de la ciudad no dependería de las acciones bélicas, pues en marzo del mismo año se desata una fuerte epidemia de peste bubónica en el campamento castellano que provocó la muerte del rey el 26 de marzo.

Esta inesperada muerte, desembocó en una guerra civil entre los pretendientes al trono de Castilla. Las consecuencias de la guerra en Algeciras, no se hicieron esperar y en 1369 en plena guerra entre Pedro I y su hermano Enrique II, la ciudad se vio con una débil guarnición de soldados, debido a la necesidad de tropas en el norte.

Este lance, fue aprovechado por el rey de Granada Muhammad V, para reconquistar Al-Yazira Al-Jadra. Los musulmanes reconstruyen las defensas y establecen allí, una gran tropa para defender la ciudad.

La suerte de esta sin embargo, cambiará de nuevo con el fin de las disputas en Castilla. En 1379, una vez recompuestas las huestes cristianas, los granadinos comprenden la imposibilidad de defender la ciudad, en el caso de que se le ponga de nuevo asedio y el peligro que podría suponerles, que cayera de nuevo en manos castellanas.

Por ello, ese mismo año, procedieron a la destrucción de la ciudad.​ Para ello cegaron el puerto, derruyeron las murallas y mandaron incendiar todos los edificios. En tres días Algeciras queda totalmente arrasada y permanecerá así, hasta la conquista británica de Gibraltar en 1704, cuando parte de los exiliados gibraltareños, se establecen en los campos baldíos que ocupaban la antigua Villa Vieja de la ciudad, en torno a la capilla de Nuestra Señora de Europa.​ Ya que Algeciras, desde la toma de Gibraltar en 1462, era parte de su término municipal.

martes, 25 de marzo de 2025

Historia del Rey Don Pelayo, el iniciador de la Reconquista

Tal día como hoy, 26 de marzo del 717, más de 500 nobles proclamaban a Don Pelayo como el primer Rey de Asturias.

Se desconoce el origen de Don Pelayo, aunque las fuentes más fiables indican que pertenecía a una de las familias más importantes, de la aristocracia del norte de la Península Ibérica, asentada en la cuenca del Sella.

A raíz de la muerte del último Rey visigodo, Don Rodrigo, a manos de los árabes en la batalla de Guadalete, la España visigoda sufrió un colapso que permitió adueñarse a los musulmanes de la Península Ibérica. Sin embargo, tras la caída del Reino visigodo, apareció una nueva figura, la de Don Pelayo, el primer héroe de la Reconquista.

Según las crónicas musulmanas, Don Pelayo estuvo en Córdoba como rehén pero, años más tarde, organizó una revuelta contra el pago de los impuestos, exigidos por los nuevos gobernantes, rebelión que acabó convirtiéndose en una guerra abierta.

Aprovechando el conocimiento del terreno, los sublevados acosaron a las tropas árabes, tropas que estaban muy poco habituadas a combatir, en regiones tan abruptas y con un clima tan frío.

El gobernador árabe de la Península Ibérica, Anbasa, se decidió a aplastar de una vez por todas la revuelta. Para ello envió un ejército que Don Pelayo y sus seguidores atrajeron hasta los valles de Covadonga, lugar en el que los cristianos pudieron derrotar por fin a los musulmanes, en la batalla de Covadonga.

Este hecho permitió a Don Pelayo, convertirse en el primer héroe de la Reconquista, una figura que ha sido mitificada con el paso de los años.

El rey don Pelayo falleció en Cangas de Onís, donde tenía su corte, en el año 737. Después de su defunción, su cadáver recibió sepultura en la iglesia de Santa Eulalia de Abamia, situada en la localidad asturiana de Abamia, en la que previamente había sido sepultada su esposa, la reina Gaudiosa.

En el lado del Evangelio de dicha iglesia, se conserva en la actualidad el sepulcro, vacío, que contuvo los restos del rey y enfrente, colocado en el lado de la Epístola, se encuentra el que contuvo los restos de la esposa de don Pelayo. 

El cronista Ambrosio de Morales, dejó constancia en su obra de que Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y de León, ordenó trasladar los restos del rey don Pelayo y los de su esposa a la Santa Cueva de Covadonga.​

En una cavidad natural de la Cueva de Covadonga, e introducidos en un túmulo de piedra, reposan en la actualidad los restos del rey don Pelayo, los de su esposa y los de Ermesinda, hermana del rey. En el sepulcro se encuentra esculpida la siguiente inscripción:

AQVI YACE EL S REY DON PELAIO ELLETO EL AÑO DE 716 QUE EN ESTA MILAGROSA CUEBA COMENZO LA RESTAVRACION DO ESPAÑA BENCIDOS LOS MOROS FALLECIO AÑO 737 Y ACOMPAÑA SS M/gEr Y ErMANA

No obstante lo anterior, numerosos historiadores han cuestionado la autenticidad del traslado de los restos del rey don Pelayo y de su esposa a Covadonga.

lunes, 24 de marzo de 2025

Francisco de Goya, el genial pintor de cámara del rey Carlos IV

Tal día como hoy, 25 de marzo de 1789, el Rey Carlos IV nombraba a Francisco de Goya y Lucientes, pintor de cámara.

Francisco de Goya, fue el artista europeo más importante de su tiempo y el que ejerció mayor influencia, en la evolución posterior de la pintura, ya que sus últimas obras, se consideran precursoras del impresionismo.

De su padre aprendió el oficio de dorador, pero Francisco de Goya decidió dedicarse a la pintura. Para ello se trasladó a Madrid a formarse, junto a Francisco Bayeu, la persona que le proporcionó trabajo, en la Real Fábrica de Tapices.

Al mismo tiempo, Francisco de Goya empezó a pintar retratos y obras religiosas, que le dieron un gran prestigio, hasta el punto de que en el año 1785 ingresó en la Academia de San Fernando y, más tarde, el 25 de marzo de 1789, fue nombrado pintor de corte por el Rey Carlos IV.

Francisco de Goya, no solo trabajó como retratista para la familia real, también para la aristocracia madrileña, y de hecho, entre estos retratos, se encuentran algunas de sus obras más valoradas, como"La condesa de Chinchón" o las famosas "La maja vestida" y "La maja desnuda". Sobre estas últimas, se dice que representan a la duquesa de Alba, noble con quien Goya, había mantenido una relación, de tintes escandalosos.
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En 1799, concluyó una de sus grandes series de grabados, "Los caprichos", ochenta y dos aguafuertes, que constituyen una crítica feroz, de la sociedad civil y religiosa de la época. En esta serie, aparecen ya algunos personajes extraños y macabros, que acabarán protagonizando sus obras posteriores. Por esos mismos años, Francisco de Goya, también se ocupó de la decoración del fresco, de la ermita de San Antonio de la Florida.

En 1808, con la invasión de las tropas napoleónicas, Francisco de Goya pasó a encontrarse en una situación delicada, ya que mantuvo su puesto de pintor de corte con el Rey José Bonaparte. Ello no le impidió plasmar los horrores de la guerra, en obras como "El 2 de mayo" y "Los fusilamientos del 3 de mayo", que reflejan los dramáticos acontecimientos, de aquellas fechas en Madrid.

En cuanto a su carácter, es muy conocido el mal humor del pintor, tan típico de los sordos. La sordera que le agrió el carácter, fue provocada quizás por el saturnismo, una intoxicación por derivados del plomo, ya que el color blanco, se hacía con este metal.

Cada vez más sordo, Goya se encerró en sí mismo, se volvió huraño y solitario, pero a cambio pintó lo mejor de su producción, con nuevas y arriesgadas obras, como las geniales Pinturas Negras, que preludian el expresionismo o el surrealismo, casi 100 años antes de que este naciera.

El puesto como pintor de corte, bajo el reinado de José Bonaparte, le hizo caer en desgracia a la conclusión de la Guerra de Independencia española. Un hecho que le llevó a retirarse en 1815, de la vida pública.

El 30 de mayo de 1826, se hallaba en Madrid, adonde había viajado para solicitar del rey su jubilación, que le fue concedida el 22 de junio, con su sueldo íntegro de pintor de cámara y permiso para residir en Francia. De vuelta a Burdeos, todavía se entretuvo con algunos retratos, por ejemplo, el de Juan Bautista Muguiro, de la primavera de 1827.

Volvió a Madrid por última vez, a pasar el verano con los suyos, retratando entonces a su nieto Mariano. El 2 de abril de 1828, ya en Burdeos, sufrió un ataque que le dejó hemipléjico. Murió la noche del 15 al 16 de abril. 

A su cabecera estaba el pintor Antonio de Brugada, exiliado desde 1823 y albacea testamentario, del maestro. Todavía pudieron verle con vida su nuera y su nieto, que habían llegado el 28 de marzo, anticipándose a Javier.

El funeral se celebró el 17 de abril y fue enterrado, en el cementerio de la Chartreuse, en el panteón de los Martín de Goicoechea. Sus restos reposan hoy en Madrid, en la ermita de San Antonio de la Florida.

domingo, 23 de marzo de 2025

Nacimiento y vida del pintor español José María Casado del Alisal

Tal día como hoy, 24 de marzo de 1832, nació en Villada,-Palencia- el pintor español José María Casado del Alisal.

José María Casado del Alisal, se formó en la Escuela Municipal de Dibujo de Palencia, creada en 1838, al igual que Dióscoro  Puebla Tolín, y  Serafín Martínez del Rincón, entre otros, y en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde estudió bajo la dirección de Federico Madrazo.

En 1855 consigue, por su cuadro " Resurrección de Lázaro", una beca para ir a Roma, en donde se encontró con Antonio Gisbert y Dióscoro Puebla, con quien mantuvo una amistad, que cultivó toda la vida. Residió en Nápoles, Milán y Venecia. 

Prorrogada su beca, continuó su formación en París a partir de 1861, donde pintó el lienzo "El juramento de las Cortes de Cádiz", obra que presentó en la exposición de 1862 y que se encuentra colgado, en el hemiciclo del Congreso de los Diputados de España. 

Su celebridad y buena factura, le llevó a dirigir la propia Academia de Bellas Artes de Roma. Aunque cultivó otros géneros, como el costumbrista y los retratos, su fama se sustenta en sus grandes obras, de pintura histórica, fruto de encargos oficiales o bien de su concurrencia, a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes.

Así ocurre con la célebre "Rendición de Bailén -de la tradición y la historia"-, que conmemora la victoria de los españoles el 19 de julio de 1808, sobre el ejército napoleónico, un cuadro de grandes dimensiones pintado en 1864, que obtuvo la primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes, de ese año y que hoy forma parte de las colecciones, del Museo Nacional del Prado.

Además de este acontecimiento bélico, Casado del Alisal interpretó otros momentos claves de la Historia de España, como en "Los últimos momentos de Fernando IV, el Emplazado" y "La Leyenda del Rey Monje o la campana de Huesca", en 1881.

La Rendición de Bailén, pese a su indiscutible éxito popular, fue sin embargo muy criticado en su momento, por artistas e historiadores, que lo tacharon de falta de rigor documental, consideraron incorrecta su contextualización, e incluso llegaron a afear al pintor su alusión a una composición, harto conocida, la del cuadro de "La rendición de Breda" de Diego de Velázquez.

El 22 de diciembre de 1870 y el pintor José Casado del Alisal llegaba a la casa de su amigo el poeta Gustavo Adolfo Bécquer, quien había caído gravemente enfermo.

Esa misma mañana, en la calle Claudio Coello 25 de Madrid, falleció, a sus 34 años, Gustavo Bécquer. Tras la muerte de su amigo Gustavo Adolfo Bécquer, Casado siguió dos de los procedimientos habituales en el siglo XIX ,para honrar y recordar a su amigo:

Realizó un dibujo de Bécquer, en su lecho de muerte. Media hora después del óbito, acaecido al amanecer del 22 de diciembre de 1870, se produjo un eclipse total de sol. El pintor elaboró un grabado, en que el semblante tranquilo, destaca sobre un fondo envuelto en penumbras.

A la salida del funeral, Casado propuso a varios de los asistentes la idea de editar las obras, del malogrado escritor. Para estudiar los detalles de esta edición, se celebró a la una de la tarde del día 24 de diciembre, una reunión en su estudio de pintura.

Así se acordó una suscripción pública para recaudar fondos. Ese propósito respondía a dos motivos: por un lado, honrar al amigo fallecido y, por otro, ayudar económicamente a la mujer e hijos de Bécquer. 

Gustavo Adolfo Bécquer,le debe a Casado del Alisal, su gloria literaria, ya que sus obras podrían haber sido olvidadas, de no ser por la decisión de Casado, tal y como corrobora el poeta español, Rafael Montesinos en su libro, "Bécquer, biografía e imagen".

El estilo  de Casado del Alisal es un tanto frío, intentando conciliar el academicismo y los ideales románticos. 

José María Casado del Alisal. murió en Madrid, el 8 de octubre de 1886 a los 54 años de edad.