lunes, 30 de junio de 2025

La batalla de las Lomas de San Juan, la más sangrienta de la guerra hispano-estadounidense

Tal día como hoy, 1 de julio de 1898: En Santiago de Cuba, en el marco de la guerra hispano-estadounidense, 15.000 estadounidenses y 4.000 guerrilleros independentistas cubanos vencen a 1.700 españoles, en la batalla de las Colinas de San Juan.

Durante el 1 de julio de 1898, los soldados españoles recibieron la orden de resistir la ofensiva estadounidense, en las lomas de San Juan. El posicionamiento de las tropas españolas en la cima de la colina fue pobre, lo que dificulto los disparos de fusil ,para detener el avance enemigo.

En el afán de tomar cuanto antes Santiago de Cuba, el ejército estadounidense decidió atacar las líneas defensivas de El Caney y San Juan, para romper estas posiciones fortificadas y entrar a la ciudad. 

Mientras que la división del general Lawton marchaba contra El Caney, el grueso del ejército invasor, se dirigió hacia San Juan. Los soldados estadounidenses, apoyados por 12 cañones, se desplegaron frente a las posiciones españolas, en donde se encontraban apostados 1700 españoles, pertenecientes a los regimientos Talavera, Asia, Constitución, Puerto Rico y a la marina.

El 1 de julio, comienzan las acciones bélicas en El Caney y en San Juan. Las divisiones de los generales Wheeler y Kent iniciaron el despliegue, apoyándose en la brigada de Sumner, que intentaba cruzar el río San Juan, para envolver las posiciones defensivas españolas Los españoles observan la maniobra, y el general Linares, ordena reforzar la loma de San Juan y la posición de Canosa.

La artillería española, al mando del coronel Díaz Ordóñez, se despliega en la loma de San Juan y logra contrarrestar, el fuego de la artillería estadounidense. Los disparos españoles silencian durante un rato los cañones enemigos, los cuales, se encontraban escondidos, entre la vegetación de la manigua.

Las trincheras españolas realizan un fuego denso y continuo, que provoca un gran número de muertos y heridos. Mientras, los estadounidenses avanzan por el flanco derecho de la loma ejecutando un fuego intenso, que provoca muchas bajas en el regimiento Talavera. 

Nuevamente los cañones españoles salvan la situación, conteniendo el avance enemigo. Sin la ayuda de sus baterías, el avance norteamericano es recibido por el fuego de los dos cañones y de los Mauser españoles, pero pronto la munición de las dos piezas, comienza a agotarse.

Los planes de las tropas norteamericanas se han visto seriamente afectados a causa de la fuerte resistencia encontrada. Los invasores se percataron del error que cometieron al enviar sobre El Caney las fuerzas comandadas por Lawton. Por ende, se ordenó a Lawton cesar la acción y regresar de inmediato. 

Sin embargo, este, con el anhelo de no dejar escapar la oportunidad de alcanzar su propia victoria, desobedece la orden y pone en riesgo las operaciones, sobre el verdadero objetivo.

Los españoles, tras haberse defendido con gran valor, han sufrido numerosas bajas y se ven obligados a retirarse hacia nuevas posiciones, permitiendo a los norteamericanos conquistar la colina. 

Los estadunidenses colocan tres ametralladoras y provocan múltiples bajas españolas. Poco después, se une el fuego de la artillería, la cual había sido anulada hasta el momento por las tropas hispanas.

Seguidamente, los americanos lanzan un asalto a las trincheras enemigas. La situación para los españoles se vuelve insostenible, pues la mayoría de los defensores se encuentran muertos o heridos, y no cuentan con la posibilidad de recibir refuerzos.

Tal escenario propicia la retirada hacia la segunda línea defensiva, pero en ese momento, cuando parece que el avance norteamericano va a continuar sobre esta línea, se produce un inesperado contraataque español.

Esta iniciativa detiene el avance americano, y estos, ante el temor de recibir nuevos contraataques, toman la determinación de reforzar sus posiciones en todo el frente. 

Aunque el ejército español lucho duramente y provocó un alto coste a las tropas estadunidenses, las cuales se encontraban cerca de un terrible desastre militar, no pudieron evitar la caída de las lomas de San Juan, pues los soldados americanos, junto a sus aliados cubanos, que participaron en la acción al mando de Calixto García; asaltaron y aniquilaron la resistencia que quedaba en San Juan.

domingo, 29 de junio de 2025

La batalla de San Marcial, fin de la independiente del reino de Navarra

Tal día como hoy, 30 de junio de 1522, se libraba la batalla de San Marcial, un enfrentamiento en el que las tropas de la Monarquía Hispánica, vencían a un ejército franco-navarro, que intentaba recuperar la independencia del Reino de Navarra, perdida en 1512 en favor del Rey Fernando "el Católico".

Los antecedentes de la batalla de San Marcial, se remontan a octubre de 1521, cuando las tropas del señor de Bonnivet, Guillermo Goufier, asaltaron la villa guipuzcoana de Fuenterrabía, tomando por el camino el castillo de Behobia.

La villa de Fuenterrabía, había sido tomada el 18 de octubre de 1521 por fuerzas navarras, con apoyo de tropas francesas en nombre del rey Enrique II de Navarra, dentro de la guerra italiana, en un intento de recuperar el Reino de Navarra, conquistado en 1512 por tropas castellanas. El castillo de Behobia, fue abandonado por el ejército navarro

Tras ello, el III Duque de Alburquerque, Beltrán de la Cueva, fue nombrado capitán general de Guipúzcoa, en mayo de 1522 y se lanzó rápidamente a recuperar el castillo con una hueste de soldados españoles, reclutados de las villas cercanas y cerca de 3.000, lansquenetes alemanes.

Ante la imposibilidad de defender el castillo, el enemigo abandonó sus posiciones no sin antes intentar volarlo, pero el capitán Ochoa Sanz de Asua, junto a unos cuantos hombres, lograría evitarlo.

No obstante, nada estaba asegurado, puesto que un ejército franco-navarro, formado por más de 4.500 soldados se plantó en las orillas del río Bidasoa, con el objetivo de cruzarlo y tomar nuevamente el castillo de Irún. 

Los aldeanos, sin apenas armas, opusieron una gran resistencia y no permitieron al enemigo, cruzar el Bidasoa. Por ello, y ocultos por la noche, se dirigieron río arriba, donde era más fácil vadearlo, y, abandonando la artillería, lograron sortear aquel obstáculo natural.

Ante esta situación, De la Cueva accedió a presentar batalla, marchando al frente de una hueste de 1.500 soldados y 150 jinetes. Allí se unirían con los 400 soldados y el millar de hombres, reclutados a toda prisa en la zona, con los que derrotaría finalmente al enemigo mediante un gran engaño.
 
En plena noche, Mosén Pedro de Hirizar, clérigo y vecino de Rentería, reúne a 400 mozos y mujeres y, con 400 teas encendidas pasa por el camino real, desde el cruce de los caminos de Oyarzun y Rentería hacia Irún.

Esto hace que los franco-navarros crean, que el ataque va a venir desde Irún. Pero mientras tanto, los Capitanes Azcue y Ambulodi, con las tropas locales, atacan a los franceses, a los que encuentran desprevenidos. En la refriega hay algunos muertos y unos 30 prisioneros, dándose a la fuga el resto de los franceses.

La batalla de San Marcial, que se desarrolló en el antiguamente conocido como monte Aldabe, hizo que la zona pasase a conocerse desde entonces como, monte de San Marcial.

En celebración de dicha victoria, tiene lugar desde 1522 el día de San Marcial, una procesión a la ermita erigida en honor del santo, por mandado de Beltrán de la Cueva, duque de Alburquerque, tal y como dejó ordenado en su testamento. 


sábado, 28 de junio de 2025

El gran auto de fe de la Inquisición en la Córdoba del siglo XVII

Tal  día como hoy, 29 de junio de 1655,:En Córdoba, la Inquisición española celebra un multitudinario auto de fe, en la Plaza Mayor de la ciudad con 55 penitenciados, de los cuales 10 son ejecutados.

Este acto público, con la participación de autoridades civiles y religiosas, era una forma de ejemplificar,  las sentencias de la Inquisición y de advertir a la población, sobre las consecuencias de no adherirse, a la ortodoxia religiosa.
 
El auto de fe era un evento significativo, en la historia de la Inquisición. En él, los condenados por el Tribunal de la Inquisición, eran obligados a abjurar de sus errores y a mostrar arrepentimiento, en un acto público que debía servir de lección, a los presentes.

Los autos de fe, que podían ser generales (en la Plaza Mayor) o particulares (en iglesias o conventos), eran celebraciones solemnes, donde se leían las sentencias y se ejecutaban las penas. En algunos casos, los reos eran condenados a penas leves, como el uso del sambenito o la confiscación de bienes, mientras que otros eran ejecutados, generalmente por quemas.
 
La Inquisición española, que llegó a Córdoba en 1482, tuvo un papel crucial en la vida de la ciudad y de la región. Los autos de fe, como el de 1655, eran actos que recordaban, la autoridad de la Inquisición y la necesidad, de adherirse a la fe católica

Se sabe que en Córdoba hubo multitud de procesos, en los que se acusaba a los detenidos de blasfemia, bigamia, brujería, luteranos y por supuesto, a los seguidores del judaísmo y musulmanes.

La llamada Ruta de la Inquisición en Córdoba, se inicia en la Galería de la Inquisición, también llamado museo de tortura.

Se trata de un museo, que nos muestra distintos tipos de elementos de tortura, usados para ejecutar a los condenados, por el Tribunal de la Inquisición.

Es un museo privado, cuyo fondo contienen más de 700 piezas. Aquí encontramos elementos de tortura como, aplasta cabezas, jaulas de exhibición, látigos, sillas de pinchos, cepos, tenazas, garruchas, entre otros.

Destaca un potro de tortura, el elemento más usado durante la inquisición, con el que se llegaba incluso a desmembrar a los torturados. Actualmente este museo se encuentra cerrado.
 
El último auto de fe general en España, se celebró en Sevilla en 1781, y la Inquisición fue abolida definitivamente, en 1834. 

Cuando Carlos I fue nombrado Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico

Tal día como hoy, 28 de junio de 1519, el Rey Carlos I de España y V de Alemania, era nombrado Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, tras la muerte de su abuelo Maximiliano I y una larga y feroz lucha, por el título con el Rey francés Francisco I

Carlos I  de España, fue nombrado Emperador, del Sacro Imperio Romano Germánico en 1519. Después de la muerte de su abuelo Maximiliano I, Carlos I fue elegido emperador, por los electores imperiales

El camino del Rey Carlos I de España y V de Alemania, para conseguir el título de Emperador no fue nada fácil, pero las intrigas de sus enemigos; desde los monarcas de Inglaterra y Francia, los Príncipes alemanes e incluso el Papa del momento; nada pudieron hacer contra los 800.000 florines, con los que los ministros del Rey Carlos I sobornaron a los electores, que el 28 de junio de 1519 nombraron Emperador al monarca español, en la ciudad de Frankfurt

Carlos I fue elegido finalmente emperador, sin embargo, la elección debía ir seguida por tres ceremonias diferentes. La primera, la coronación como ‘Rey de los romanos’, tenía que celebrarse en la capilla Palatina de Aquisgrán, la antigua capital imperial en la que al emperador electo,se le imponía la corona de Carlomagno y se le hacía entrega ,de su espada y sus otras insignias imperiales: el anillo, el orbe y el cetro. Una ceremonia que el Rey Carlos I de España y V de Alemania llevo a cabo,el 23 de octubre de 1520.

La segunda coronación" era la de ‘Rey de los borgoñones’ o "Rey de Italia’" coronación que no tenía un lugar establecido. Por su parte, la tercera y última coronación, la de imposición por parte del Papa, de la Corona imperial, estaba previsto que tuviera lugar en Roma tal y como habían hecho, Carlomagno y muchos de sus sucesores, pero pasados varios años de su elección, el Rey Carlos I de España y V de Alemania todavía no había cumplido, dos de las tres coronaciones.

No se trataba de una situación excepcional. La coronación imperial de manos del Papa había caído en desuso, desde hacía tiempo. De hecho, el propio abuelo de Carlos, Maximiliano I, nunca se coronó en Roma, pero a diferencia de sus antepasados, el Rey Carlos I de España y V de Alemania, tenía la gran aspiración de un gran imperio cristiano.

El papa Clemente VII aceptó coronar a Carlos I pero con la condición, de no hacerlo en Roma, donde aún estaba muy reciente el recuerdo del Saco; en su lugar, se eligió la ciudad de Bolonia, que se engalanó para la fiesta tratando de hacerla parecerse lo más posible a Roma, construyendo arcos triunfales, levantando estatuas de emperadores romanos, haciendo que la iglesia de San Petronio, se pareciese a la Basílica de San Pedro construyendo un altar similar al de esta, etc.

La coronación debía ser recordada para siempre y, para darle mayor esplendor, si cabe, Carlos decidió que se celebrase, el día de su trigésimo cumpleaños, el 24 de febrero de 1530, coincidiendo también con el quinto aniversario, de su victoria en la batalla de Pavía.

En realidad, dos días antes, ya fue coronado como Rey de los Borgoñones y Clemente VII le había impuesto la Corona de Hierro de los lombardos, llamada así porque, aunque era de oro, tenía un reborde de hierro, que estaba hecho con uno de los clavos de la crucifixión de Cristo; pero esta coronación se llevó a cabo en “petit comité” para no restar  importancia a la auténtica coronación, como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.

Los territorios heredados, tanto por parte paterna como materna, lo convirtieron en el soberano más poderoso del momento, eso y los grandes éxitos militares, de los ejércitos del Rey Carlos I de España y V de Alemania, éxitos como la batalla de Pavía, enfrentamiento que le valió el dominio, sobre el norte de Italia.

Precisamente, para conmemorar la batalla de Pavía, el Rey Carlos I de España y V de Alemania fue coronado por el Papa Clemente VII, el 22 de febrero de 1530, en la localidad de Bolonia.

viernes, 27 de junio de 2025

La Ciudadela de Jaca, Monumento Histórico-Artístico

Tal día como hoy, 28 de junio de 1951, la Ciudadela de Jaca es declarada, Monumento-Histórico Artístico.

Jaca ocupa una situación militar privilegiada, al estar situada en la intersección de la Canal de Berdún, depresión paralela al Pirineo, que une Jaca con Navarra, con el cauce norte del rio Aragón, que conduce por el puerto de Somport a Francia.

Forma parte de la cadena de fortalezas similares, que a lo largo de la historia se levantaron como defensa, frente a las incursiones desde Francia: Fuenterrabía, Pamplona, Jaca o Figueras. 

La Ciudadela, también conocida como Castillo de San Pedro, fue ordenada construir, por Felipe II en 1592, al ingeniero italiano Tiburcio Spannocchi, conservándose, según el proyecto original hasta nuestros días.

Su construcción se enmarcó, en la estrategia de defensa adoptada por Felipe II, tras la invasión del valle de Tena por tropas procedentes del Sur de Francia, que capitaneaba Antonio Pérez, antiguo secretario del Rey, en enero de 1592, y también como elemento apaciguador, de las posibles revueltas internas.

De planta pentagonal estrellada, está construida con el mismo estilo que haría celebre, el ingeniero francés Vauban sesenta años más tarde. Su estructura exterior, es consecuencia de los avances de la artillería, con muros bajos y escarpas construidas en pendiente, para aumentar su resistencia.

Por el mismo motivo, la planta, de forma pentagonal, presenta muros oblicuos, a la dirección de asalto. Dispone de cinco baluartes, que permiten batir de flanco tanto los fosos como los glacis. (1)

En su interior, un gran patio de armas rodeado por los cuarteles, que servían para alojamiento y vida de la guarnición. Se accede a la fortaleza, por un puente de tres arcos y un puente levadizo, que atraviesa el foso.En su interior se encuentra el Museo de Miniaturas Militares y se conservan elementos,  como el foso, escarpas y cuarteles.

Su ubicación, entre la ciudad medieval y el río Aragón, extramuros de la muralla, no fue bien recibida inicialmente por los jaqueses, que consideraban su construcción, una amenaza para sus fueros y privilegios. 

Las obras comenzaron a mediados de 1592 y un año después, ya estaban prácticamente finalizados los trabajos del exterior, a falta de su revestimiento con piedra sillar. En el interior, se habían levantado los cinco cuarteles, que albergarían a los 300 hombres de la tropa.

En 1613, ya bajo el reinado de Felipe III, se concluyó la portada de acceso. Sin embargo fueron más lentas las obras de excavación, de los fosos y otros proyectos colaterales, que todavía continuaban en el tramo final del siglo XVII.

En torno al inmenso patio central, se alinean los edificios destinados a albergar la guarnición, oficinas, almacenes y pertrechos, organizados en cinco manzanas paralelas a las cortinas o murallas. En el interior se encuentra también la capilla castrense de San Pedro, edificio barroco con portada de piedra, construido en la segunda mitad del siglo XVII.

La Ciudadela sólo fue utilizada defensivamente, durante la Guerra de la Independencia. Pero paradójicamente, fueron las tropas francesas las que se hicieron fuertes en su interior, tras conquistar la plaza. Los franceses ocuparon la fortaleza durante 4 años.
 
En la actualidad, está gestionada por el Consorcio del Castillo de San Pedro formado por el Ministerio de Defensa, la Diputación Provincial de Huesca y el Ayuntamiento de Jaca.

Glacis (1) Es una fortificación permanente, en declive desde el camino cubierto hacia el campo.

jueves, 26 de junio de 2025

Biografía del militar y político español Manuel Gutiérrez de la Concha

Tal día como hoy, 27 de junio de 1874, fallecía en combate, el militar y político español, Manuel Gutiérrez de la Concha e Urigoyen, conocido por su título nobiliario de marqués del Duero.

Manuel de la Concha nació en la actual Argentina, hijo de Petra Irigoyen y de Juan Gutiérrez de la Concha y Mazón, brigadier de marina y entonces gobernador intendente de la provincia de Tucumán. Su padre murió fusilado durante las luchas que siguieron a la Revolución de Mayo de 1810, recibiendo en 1864 honras fúnebres en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando (Cádiz).

Después de la muerte del padre, en 1814, la familia fijó su residencia en España, donde Manuel de la Concha, hizo sus estudios preparatorios.Ingresó en la Guardia Real como cadete en 1820, ascendió a alférez en 1825 y a teniente en 1832.

Se adhirió al liberalismo, lo que le valió algunos meses de prisión, antes de la muerte de Fernando VII. Posteriormente y ya habiéndose desencadenado la Primera Guerra Carlista, se unió a la causa liberal de Isabel II y fue destinado al ejército del Norte, distinguiéndose en las acciones de Durango, Alsasua y Zúñiga, por las que obtuvo la Cruz de San Fernando.

El 6 de abril de 1836 fue ascendido, recibiendo su primer mando por valentía demostrada en combate. Siguió siendo ascendido, alcanzando el grado de teniente coronel, después de la conquista de Urrieta, en la cual se distinguió sobremanera. En la batalla de Belascoain, mereció una segunda cruz de San Fernando y el ascenso a coronel.

Fue ascendido a mariscal de campo en 1840. Participó entonces en la campañas de Arroniz, en las que mereció una tercera cruz de San Fernando.

Habiéndose adherido al partido moderado, fue entonces nombrado comandante general de las provincias de Guadalajara y Cuenca en 1841. En octubre de ese año participó, con Diego de León y otros militares y políticos moderados, en la tentativa fallida de derribar la regencia de Espartero, razón por la cual tuvo que exiliarse a Florencia.

En el verano de 1843, contribuyó activamente a la caída del regente Baldomero Espartero, provocada por Narváez, lo que le valió la promoción a teniente general. Fue entonces nombrado inspector general de Infantería por los moderados entonces en el poder, y después capitán general de Castilla la Vieja.

En 1847 recibió orden de encabezar una expedición a Portugal para ayudar a mantener el gobierno de la reina María II de Portugal, siguiendo las directrices de la Cuádruple Alianza. Tras haber vencido el 30 de junio de 1847 a las fuerzas setembristas mandadas por el general FranciscoXavier da Silva Pereira, primer conde das Antas, consiguió restablecer por la fuerza, la autoridad de la soberana portuguesa, en la ciudad de Oporto..
 

Por ese hecho recibió distinciones honoríficas tanto en Portugal como en España, destacando el marquesado del Duero, con Grandeza de España de primera clase. Fue nombrado capitán general de Cataluña, poniendo fin en 1849 a la revuelta de los matiners (catalán: madrugadores) en el ámbito de la Segunda Guerra Carlista.

Colaboró con el general Leopoldo O'Donnell durante el Bienio Progresista, ocupando, entre otros cargos, los de capitán general de Cataluña diputado a Cortes y presidente de la Junta Consultiva de Guerra.

Fue capitán general de las Dos Castillas durante el gobierno de la Unión Liberal, y en la década de 1860 fue presidente del Senado, durante cinco legislaturas consecutivas. A pesar de ser ya sexagenario, a petición del general Serrano volvió a la actividad militar y política en 1872, convirtiéndose en uno de los más firmes partidarios de Alfonso XII de España.

Su gran capacidad y prestigio militar hicieron que fuese considerado el mejor estratega del siglo XIX español, lo que llevó a que el gobierno de la Primera República en 1874, le entregara el mando del Tercer Cuerpo del Ejército del Norte, una unidad crucial para la defensa del régimen. 

En los tres meses durante los cuales estuvo al mando del frente carlista del Norte, consiguió victorias de gran resonancia y significado, con especial relieve en la liberación de Bilbao, en mayo.

Fue el autor de un Proyecto de táctica de las Tres Armas, obra considerada de gran valía técnica su tiempo y que ha sido reeditada recientemente, por el Ministerio de Defensa.

En los preliminares del ataque a Estella, la capital simbólica de los carlistas, una bala le atravesó el pecho durante la batalla de Monte Muro, cerca del pueblo de Abárzuza, en la tarde del 27 de junio de 1874.

Su muerte, aunque supuso una gran pérdida para la causa alfonsina, le dio una gran popularidad e incluso fue recreada, por un cuadro en la Exposición Nacional de 1884, hoy en el Senado.

 

miércoles, 25 de junio de 2025

Biografía breve del conquistador español Francisco Pizarro

Tal día como hoy, 26 de junio de 1541, era asesinado el Lima el conquistador español Francisco Pizarro.

Francisco Pizarro González, fue un conquistador español que lideró durante la primera mitad del siglo XVI, la expedición que iniciaría el derrocamiento del inca Atahualpa y un nuevo orden político y religioso.

Pizarro era hijo natural del capitán Gonzalo Pizarro, desde muy joven Francisco Pizarro, conoció lo que era la combatir al acompañar a su padre en las guerras italianas. Hombre inquieto y de fuerte carácter, embarcó en 1502 en la flota que llevaba a las indias a Nicolás de Ovando, el nuevo gobernador de La Española.

Al llegar al nuevo mundo, Pizarro no logró adaptarse a la vida sedentaria del colonizador, por lo que decidió participar en la expedición de Alonso de Ojeda, que exploró América Central y más tarde, la de Vasco Núñez de Balboa, que descubrió el Océano Pacífico.

A finales de septiembre de 1526, cuando habían transcurrido dos años de viajes hacia el sur, afrontando toda clase de inclemencias y calamidades, llegaron extenuados a la isla del Gallo, en la bahía de Tumaco, actual sur de Colombia en la costa del Pacífico.

El descontento entre los soldados era muy grande; llevaban varios años pasando calamidades sin conseguir ningún resultado. Pizarro intentó convencer a sus hombres, para que siguieran adelante; sin embargo, la mayoría de sus huestes quería desertar y regresar.

Allí se produjo la acción extrema de Pizarro, de trazar una raya en el suelo de la isla, obligando a sus hombres a decidir entre seguir o no en la expedición descubridora. Tan solo cruzaron la línea los que posteriormente serían conocidos como "los Trece de la Fama", o "los Trece caballeros de la isla del Gallo", quienes fueron: Bartolomé Ruiz de Estrada, Pedro de Halcón, Alonso Briceño, Pedro de Candía, Antón de Carrión, Francisco de Cuéllar, García Jerén, Alonso de Molina, Martín de Paz, Cristóbal de Peralta, Nicolás de Ribera y Laredo, Domingo de Soraluce y Juan de la Torre.

Conocedor de los rumores, que hablaban de la existencia de grandes riquezas, en el Imperio de los Incas, decidió unir la fortuna que había amasado, con la de Diego de Almagro para financiar dos expediciones, que resultaron ser un fracaso. A pesar de ello Pizarro volvió a intentarlo, esta vez con el respaldo de Carlos V y en 1531 partió nuevamente hacia Perú.

La hazaña más notable de Pizarro, fue la conquista del Imperio Inca. En 1529, tras dos expediciones fallidas y armado con la autorización real, obtenida en las Capitulaciones de Toledo, Pizarro inició su tercera y definitiva expedición.

Informado de la guerra que enfrentaba al emperador inca Atahualpa y a su hermanastro Huáscar, Pizarro se reunió con Atahualpa en la ciudad de Cajamarca. Allí, tras invitar sin éxito al líder inca a convertirse al cristianismo, Pizarro capturó a Atahualpa, en un sangriento ataque por sorpresa.

El emperador inca acordó con los extranjeros llenar de oro, plata y piedras preciosas una habitación a cambio de su libertad. De nada le sirvió cumplir el pacto, ya que Pizarro, reforzado por la llegada de Almagro, acusó a Atahualpa de haber ordenado el asesinato de su hermanastro Huáscar, desde la prisión y de preparar una revuelta contra los españoles. Por ello, Pizarro ordenó su ejecución.

Muerto Atahualpa, Pizarro nombró como soberano inca a Manco Cápac II, hermano del fallecido Atahualpa, pero el nuevo soberano inca se reveló contra Pizarro en 1536. La rebelión fue aplacada por los españoles, soldados cuyas ansias de poder y riqueza les llevaría a enfrentarse entre sí, dos años más tarde, en la batalla de las Salinas.

Pizarro derrotó e hizo prisionero a Diego de Almagro, que fue ejecutado por su hermano Hernando Pizarro. La venganza de los partidarios de Almagro, se consumó el 26 de junio de 1541, Pizarro fue asesinado en Lima por partidarios de Diego de Almagro "el Mozo", hijo de su antiguo socio y rival. Su muerte simbolizó, el turbulento periodo de las guerras civiles, en el Perú colonial.

Pizarro dejó un legado complejo. Por un lado, es recordado como el audaz conquistador, que expandió los territorios de la Corona española y fundó ciudades que perduran hasta hoy. Por otro, su figura está asociada, con la destrucción de una civilización y la subyugación de sus pueblos.

La biografía de Francisco Pizarro, es un testimonio de la complejidad de la historia humana, donde la valentía y la crueldad, a menudo se entrelazan. Su vida sigue siendo objeto de estudio y debate, reflejando las luces y sombras de una era, que cambió el mundo para siempre.


martes, 24 de junio de 2025

Juan Pablo de Carrión, el español vencedor de los combates de Cagayan

Tal día como hoy, 25 de junio de 1582, en las islas filipinas, tienen lugar los cambates de Cagayan, entre soldados de los tercios españoles y piratas japoneses chinos, coreanos y filipinos

Juan Pablo de Carrión, fue un hidalgo español que, ya en el ocaso de su vida, recibe el encargo del gobernador de Manila, de dirigir una expedición para acabar con Tay Fusa, un pirata japonés, que está sembrando el terror en las aguas de Filipinas, amenazando las rutas comerciales entre el mar de China y Nueva España.

Juan Pablo de Carrión nació en 1513 en Carrión de los Condes, Palencia, un hidalgo español. En 1543 participó en la expedición de Ruy López de Villalobos a las Filipinas. La expedición fue un fracaso y él fue, uno de los pocos supervivientes.

En 1582, a la edad de 69 años, le fue encargada la misión, como capitán, de expulsar a los piratas japoneses de la isla de Luzón, en Filipinas, combate que libró de manera exitosa con solamente siete barcos, bien armados y dirigidos en los Combates de Cagayán.

Al despuntar el siglo XVI, los japoneses, al igual que los chinos y otros pueblos de los alrededores, llevaban muchos años contrabandeando y comerciando en las islas Filipinas, pero la llegada de los españoles, cambió drásticamente el panorama.

Si bien los españoles no controlaban de manera efectiva, todo el territorio filipino, desde la recién fundada Manila , en 1571 los conquistadores castellanos, se habían erigido en dueños y señores de las islas, y no estaban dispuestos a permitir, ninguna injerencia extranjera. Dejemos que José Eugenio Borao, autor de "La colonia de japoneses en Manila en el marco de las relaciones de Filipinas y Japón en los siglos XVI y XVII2, nos ponga en situación:

"[…] en 1575, Juan Pacheco de Maldonado era más explícito, al señalar que los japoneses llegaban cada año a Luzón, para intercambiar plata por oro, siendo sus principales destinos Cagayan, Lingayen y Manila. Las noticias que llegaron poco después, en 1580 y 1581, señalaban, que los japoneses estaban haciendo daño a los nativos, y ya en 1582, se habla claramente del pirata Tayfuzu -Tay Fusa- que se aprestaba para ir a Cagayan con diez navíos […]"

El origen del conflicto era una flota pirata, aparentemente de origen japonés, formada por japoneses, chinos, coreanos y filipinos (guerreros wako), que había llegado al norte de la isla de Luzón, con la intención de establecerse en el lugar. Llama la atención el nombre del capitán pirata, Tay Fusa (aparece transcrito de decenas de maneras diferentes,) que no parecía japonés.

Lo más probable es que fuera un apelativo dado por los chinos, o una deformación fonética de su nombre original, tras llegar a oídos españoles. En cualquier caso, este capitán, según fuentes de la época, era un valiente japonés que después de asolar las costas de China, Corea y Camboya, llegaba a Filipinas con la intención de establecerse allí.

A las autoridades españolas en Manila, les incomodó que Tay Fusa y sus piratas tratasen de asentarse en sus dominios y en junio de 1582 enviaron al norte de Luzón, una expedición de castigo, para acabar con la amenaza de los recién llegados. 

Cuarenta hombres armados y dos naves de guerra, una galera –la Capitana– y un navío ligero –el San Jusepe-, apoyados por cinco embarcaciones menores, de apoyo y un contingente de cien indígenas filipinos, al mando del capitán Juan Pablo de Carrión, experimentado comandante y avezado lobo de mar, que conocía perfectamente la zona, donde había navegado y combatido, en innumerables ocasiones.

La flota zarpó de Manila y se dirigió a Cagayan, bordeando la isla de Luzón, dirigiéndose al norte, al encuentro del enemigo. En total, la expedición de Carrión, tuvo tres choques armados con piratas, pero sólo uno de ellos, el tercero y definitivo, fue con las tropas de Tay Fusa.

Los dos primeros choques, fueron lances de escasa entidad, el primero, un champán chino al que doblegaron con facilidad y el segundo contra un barco japonés que no estaba claro que perteneciera a la flota de Tay Fusa, pero que puso seria resistencia, combatiendo contra los castellanos con armas de fuego, para sorpresa de los españoles. Finalmente, no resistieron el empuje de las naves españolas, dejando numerosos muertos como resultado.

La flota de Carrión siguió su camino y, a mediados de junio, llegó a la desembocadura del río Grande de Cagayan, donde se encontró con las fuerzas de Tay Fusa. Éste contaba con entre 600 y 1000 hombres, provistos de 18 champanes. 

Los piratas habían construido, además, una serie de fortificaciones a lo largo del río, para controlar toda la zona. El capitán Carrión, diestro militar se las arregló para atraerlos río adentro, fuera de sus posiciones, hacia un terreno más propicio a sus armas.

Los españoles, que contaban con unos cien hombres, improvisaron también una serie de fortificaciones, tras las que se atrincheraron para esperar el ataque del enemigo, contando además con la artillería pesada de la galera, que habían desembarcado a tierra, los españoles, arcabuceros, piqueros y rodeleros, rechazaron todos los asaltos que les lanzaron los piratas, llegando al cuerpo a cuerpo.

El combate fue terrible y tras varios asaltos de los japoneses, que en cada nuevo asalto, atacaban con más furia que el anterior, los españoles resistieron hasta que los piratas se dieron por vencidos. Tay Fusa trató de negociar, algún tipo de acuerdo de paz con Carrión, pero el hidalgo español se mostró inflexible. No habría condiciones, los piratas debían abandonar Luzón, de inmediato.

Carrión aprovechó la coyuntura para fundar una ciudad en el lugar, a la que llamó Nueva Segovia, desde la que organizó la defensa de la zona, para que no se volvieran a repetir, incursiones como la rechazada.