Ese año de 1913, entraba
en vigor en nuestro país una nueva Ley de Reclutamiento, motivada
por las revueltas de independentistas marroquíes, cada vez más
violentas, centradas sobre todo en la cordillera del Rif, un lugar
estrategicamente muy importante por encontrarse allí, minas de
hierro, muy codiciadas.
La ley significaba,
enviar a la muerte millares de jóvenes españoles, lo cual parecía
lógico por defender una supuesto prestigio, siglos antes perdido, a
los gobiernos dinásticos alternantes en el poder, tanto
conservadores como liberales.
Sin embargo, la gente
estaba cansada de una guerra interminable, que causaba millares de
muertes y heridos, así como su secuela de viudas y huérfanos, que
quedaban en la miseria, representando además una sangría económica
imposible de asumir.
Las calles estaba llenas
de gentes, pues muchos antiguos soldados, pedían limosna
inútilmente; entre mutilados de guerra, desatendidos por el
gobierno, sin posibilidad de empleo y para pretender animar al
pueblo, justo ese año, se quiso dar mayor relevancia al acto anual
de la jura de banderas.
Tras la misa de campaña,
los nuevos reclutas desfilaron bajo la bandera y Alfonso XIII, a
caballo, avanzaba a solas, ante su Estado Mayor.
Tras pasar la Cibeles y
ante el Banco Español Río de la Plata, un joven anarquista Rafael
Sancho, después de sortear el cordón de seguridad, se acercó al
monarca y le disparó.
Las dos primeras balas no
alcanzaron el objetivo y el rey encabritó la caballería y lanzó a
tierra el agresor, que realizó un tercer disparo, que hiere al
caballo del rey en el cuello, mientras la policía, se lanza contra
el anarquista que, desde tierra, dispara nuevamente hiriendo a un
sargento.
Detenido de inmediato, la
multitud quiere lincharlo, lo que ha de evitar a duras penas, la
policía que lo custodiaba.
Pocos meses después, en
julio de 1913, se realiza el juicio contra Rafael Sancho, en el cual,
fue condenado a muerte, aunque en septiembre de aquel año fue
indultado por el rey y, la condena conmutada por cadena perpetua,
juicio en que también se había juzgado a otro anarquista, como
cómplice del atentado, siendo absuelto por falta de pruebas
Pocos días después, se
hizo pública la sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid, en
la que se le reconocía culpable de un delito frustrado de regicidio,
con las agravantes especificas de “premeditación conocida y alevosía”,sin que durante el sumario ni el juicio, demostrarse
tener perturbadas sus facultades mentales, como alegó en su momento
la defensa, por lo que el tribunal no estimó causa alguna de
exención o atenuación de la pena.
Durante el juicio, alegó
que había actuado así, porque el rey era culpable de la guerra
africana y de los fusilamientos de 1909 y que sólo había realizado
un acto de venganza y, cuando se leyó la sentencia, al preguntarle
si tenía algo que alegar contestó simplemente: “No, está bien.”
y se negó a firmarla, por lo que lo hubieron de hacerlo dos
vigilantes de custodia, que actuaron como testigos.
Al
proclamarse la Segunda República Española, consiguió la libertad
bajo fianza, estableciéndose en Terrassa – Barcelona – y otros
dicen que, tras huir al final de la guerra civil, cuando se le
calculaban unos 70 años de edad murió, poco después en Marsella
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