Tal día como hoy 18 de mayo de 1291, los sarracenos, al mando del sultán mameluco de El Cairo, Al Malik Al-Ashraf Kalil, abren brecha en las murallas de la ciudad de Acre, en la actual Israel, último bastión cristiano en Tierra Santa.
Algunas fuentes cristianas - cuyas cifras son exorbitantes - afirman que el ejército de Al Malik Al-Ashraf Kalil tenía 60.000 soldados de infantería y unos 20.000 de caballería muy superiores a las defensas de la ciudad, con 14.000 soldados a pie y 800 caballeros, más 2.000 hombres que llegaron desde Chipre
El 5 de abril de 1291, el ejército musulmán fue divisado y para los cristianos estaba claro, debían negociar y si no podían preservar la ciudad al menos obtener salvoconducto a tierras cristianas, por esto se envió al campamento musulmán una embajada para negociar la paz, pero el Sultán se negó a negociar y sólo aceptaría la rendición incondicional.
El 7 de abril, numerosas catapultas comenzaron a lanzar rocas sobre los muros de la ciudad, destruyendo casas, templos y calles y una lluvia de flechas incendiarias, saetas y jabalinas, se alzó desde el campamento enemigo, provocando estragos en la población y prendiendo fuego a los tejados de paja o madera.
El día 18 de mayo, las tropas del Sultán abrieron brecha y Al-Ashraf ordenó el asalto acompañado de un importante número de tambores, trompetas y timbales, para amedrantar a la población.
El miedo se contagió a la gente aterrorizada, que huyó presa de pánico hacia los muelles intentando caóticamente encontrar sitio en los pocos barcos disponibles y algunos fueron literalmente abordados y hundidos por el excesivo peso.
El 25 de mayo, el comandante de los templarios, se avino a la rendición con la única condición de obtener salvoconductos hacia Chipre para los caballeros y refugiados civiles, pero los mamelucos desconfiaron y la lucha comenzó saldándose con la muerte de algunos mamelucos y el posterior cierre de las puertas de la fortaleza, reiniciándose las hostilidades.
Sin embargo, en la noche del 28 de mayo, los zapadores mamelucos que habían procedido a minar los muros de la fortaleza, abrieron, con ayuda de explosivos, una brecha permitiendo la entrada del resto de ellos y precipitando la conquista de la ciudad.
En pocos meses, las ciudades restantes en poder de los cruzados cayeron con facilidad y ninguna cruzada efectiva se organizó para recapturar Tierra Santa tras la caída de Acre, pues otros ideales habían sustituido el entusiasmo de los monarcas y nobles de Europa y aunque el Papado realizó enérgicos esfuerzos para levantar expediciones que liberaran la Tierra Santa, estos tuvieron poco impacto.
El ideal de la Cruzada estaba irremediablemente oxidado.
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