El Bismarck fue el primero de los dos acorazados de su clase de la marina de guerra alemana, fue puesto en grada en julio de 1936 y botado dos años y medio después, en febrero de 1939, junto con su gemelo Tirpitz y fue el acorazado más grande jamás construido por Alemania y uno de los mayores de cualquier armada europea.
Solo estuvo en servicio ocho meses y participó en una única operación ofensiva, en la que tenía la misión de irrumpir en el océano Atlántico junto con el crucero pesado Prinz Eugen y atacar la navegación aliada entre Estados Unidos y Gran Bretaña.
Sin embargo, ambos buques fueron localizados por los Aliados frente a Escandinavia y los británicos enviaron varios buques de guerra para interceptarlos, en la batalla del Estrecho de Dinamarca, en la que el Bismarck hundió el crucero de batalla Hood, y causó importantes daños al nuevo acorazado Prince of Wales.
La travesía empezó con la mejor fortuna pues como se ha dicho, en su primer combate, el 24 de mayo, destrozó al crucero de batalla Hood y obligó a huir al acorazado Prince of Wales. Por contra, el Bismarck recibió los impactos de tres proyectiles británicos y sufrió una importante pérdida de combustible de un tanque dañado.
La destrucción del Hood desencadenó una búsqueda del acorazado alemán por parte de la Royal Navy británica, que desplegó para ello docenas de barcos y dos días después, mientras navegaba hacia las costas de la Francia ocupada, el Bismarck fue atacado por aviones torpederos del portaaviones Ark Royal y un biplano Swordfish le alcanzó con un torpedo en la popa, dejándolo sin timones.
Este hecho imposibilitó que maniobrase y al día siguiente, incapaz de navegar, el buque aguardó impotente la llegada de los británicos que le alcanzaron el día 27, abriendo fuego a las 9 de la mañana por parte de varios buques británicos.
Al principio el Bismarck devolvió golpe por golpe, pero sus cañones quedaron mudos bajo la lluvia de proyectiles enemigos, por lo que el comandante Lindemann ordenó abrir los grifos de inundación y abandonar el barco, que se fue a pique sin arriar bandera, hundiéndose con gran pérdida de vidas.
El acorazado se convirtió en la tumba de 2200 hombres, hasta que en 1989 el oceanógrafo Robert Ballard encontró sus restos a 4.700 m de profundidad.
Desde entonces, tres expediciones más han descendido hasta el último lugar de reposo del navío más célebre de la Batalla del Atlántico, la más larga de la Segunda Guerra Mundial.
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