lunes, 8 de junio de 2015

Viviendo en el mundo de George Orwell

Precisamente hoy,  ocho de junio, se cumplen sesenta y nueve años de la publicación de “1984”, la inquietante novela futurista de George Orwell.

Los que al inicio de los sesenta leíamos la obra, no sin dificultades por cierto, ya que entonces no era libro que se encontrase en las bibliotecas de los institutos, al adentrarnos en su trama, no podíamos evitar un sentimiento de opresión, al experimentar la misma sensación de asfixia del protagonista, en un mundo controlado por la férrea dictadura impuesta al pensamiento.

Pero lo que hasta hace poco parecía solo una quimera de escritor, está tomando cada día más cuerpo en nuestra moderna sociedad cibernética. Hoy, a cambio de una imitación a la democracia, materializada en vacuas consultas cada cuatro años en las que nada se decide, pues los que resultan elegidos en ellas - sean los que sean - una vez instalados en el poder, ejercen como “el Gran hermano de Orwell” el más absoluto control sobre nuestras vidas..

Y como triste evidencia de lo que aquí digo, se me ocurren algunos ejemplos.

Existe un proyecto en la ciudad de Barcelona - en avanzado estado de estudio - según el cual y con la excusa de la gestión sostenible del tráfico, van a ser gravados de forma electrónica, todos los vehículos que entren o salgan de la ciudad condal.

Cuando el sistema se ponga en funcionamiento, el “Gran hermano” sabrá quien llega o se va de la urbe, el tiempo que permanece en ella y lo que hace en su interior, esto último a través de los cientos de cámaras que – con la excusa de la protección de la seguridad ciudadana – controlan ya en todo momento, cada metro cuadrado de sus calles.

Y cambiando de región, en el País Vasco y en todos los municipios regidos por una coalición política cuyos orígenes se encuentran en las cenizas de una banda terrorista y totalitaria, al objeto de realizar un tratamiento sostenible de los residuos urbanos - en nuestro país de un tiempo acá todo ha de ser “sostenible” - se ha implantado un servicio selectivo de recogida de basuras, según el cual, esta ha de ser cuidadosamente separada por tipos, materiales y clases, en bolsas de distintos colores.

Para mejor cumplir la misión, se ha creado en estos ayuntamientos una especie de “brigada carroñera”, encargada de inspeccionar y comprobar lo que hay dentro de cada bolsa y para evitar molestias al ciudadano, las van recogiendo puerta a puerta, con lo que tienen ya identificada su procedencia.

¿Te imaginas, amigo lector, la información que puede conocerse analizando cuidadosamente la basura,.? Datos sobre nosotros, nuestra familia, los amigos, las finanzas, la salud... En suma toda nuestra vida, para lo que no hace falta además, orden judicial alguna..

Y acabo en las tierras de mi añorada Andalucía, en donde, según me ha contado un buen amigo, la Benemérita, se dedica ahora - con tanto “chorizo” suelto como hay - a controlar a los jubilados que tengan un trozo de tierra, en la que cultiven algo, imponiéndoles multas que pueden llegar hasta los diez mil euros, si son sorprendidos en tan aberrante actividad.

Teniendo en cuenta las espléndidas pensiones que nuestro gobierno da a sus jubilados, tales multas pueden suponer para quienes las sufran, permanecer al menos un par de años sin poder comer, al objeto de hacerlas efectivas.

Hay algunos - me cuentan -  que ante el temor a ser descubiertos y tratados como delincuentes, han optado por dejar que sus sembrados se sequen al sol, no sea que por cultivar unos cuantos tomates, les acaben estos costando a mil euros el kilo.

Mientras tanto - tal y como sucedía en la novela de Orwell - “El Gran Hermano” al tiempo que nos va arrebatando parcelas de libertad, lo justifica con sus medios de propaganda, como demostración de que está siempre trabajando por nuestro bien.

Y lo más aberrante es que nosotros mientras tanto - como borregos en piara - estamos todos tan contentos, mientras lenta, pero inexorablemente, el universo Orgelliano, se va apoderando de nuestras vidas..

   

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