Cuando los musulmanes llegaron a la península en 711, el norte de la antigua provincia romana de la Tarraconense estaba en poder del rey visigodo Agila II, enemigo del rey Rodrigo, que se alió con los musulmanes para combatir a este, lo que evitó al principio la conquista de la ciudad.
Sin embargo seis años después, su sucesor se opuso a los musulmanes y entre 717 y 718, estos conquistaron todo el territorio que fue devastado, aunque su entrada en Barcelona se pactó sin resistencia.
El nuevo valí árabe de la ciudad, era contrario a Abderramán I y buscó la ayuda en Carlomagno coontra el poder de Córdoba, aunque este acuerdo no prosperó y a su muerte, su hijo se declaró a favor del emirato, hasta que un nuevo valí, solicitó en 797 a Carlomagno, ayuda contra Córdoba.
Los musulmanes dominaron Barcelona plenamente algo más de 83 años, pero no intentaron convertir la población al islam, permitiendo libertad de culto y los valíes, apoyados por soldados, se limitaron a cobrar impuestos especiales a los no musulmanes y aunque la catedral fue convertida en mezquita, se respetaron sin embargo las autoridades, como el conde, el obispo o el jefe de la comunidad judía, aunque subordinados al poder militar musulmán.
A partir de que el 801 Carlomagno tomó pacificamente la ciudad y se mantuvieron en ella hasta la ofensiva de Almanzor en 985, coincidiendo su caída con el declive del Imperio carolingio incapaz de controlar los territorios periféricos, viviendo Barcelona en constante temor a un ataque de los ejércitos de Córdoba.
Así en el 815, tropas musulmanas de Al-Hakam I,- el más sanguinario y déspota de los emires omeyas - se dispuso a conquistar la ciudad, pero el ejército reclutado por el conde Bera frustró el intento, obligándoles a retirarse, hasta que finalmente en 852, la tomaron devastándola y de nuevo otra vez en 861, hasta que el conde franco Hunifredo consiguió renovar la tregua, con el emir de Córdoba.
Entre el 877 y el 888, se puede dar por finalizado el Imperio Carolingio, situación aprovechada por el conde Wifredo “el velloso”, para librarse de la dependencia francesa, repoblando la Cataluña central y estableciendo una nueva frontera con los árabes al sur del Llobregat, en la llamada “Marca del Penedès”.
La ampliación de esta frontera fue observada por los árabes con gran recelo, por lo que en una ofensiva llegaron a las puertas de Barcelona, derrotando e hiriendo de muerte a Wifredo “el Velloso”, que falleció en agosto del 897.
Tras Wifredo, heredaron el condado sus hijos Wifredo II, Suñer I y Borrell II, ya sin depender de los francos, pero todo cambió con la llegada a Córdoba del caudillo Almanzor, que a finales de junio de 985, al frente de sus tropas llegó a sus murallas y tras 8 días de intensos ataques tomó la ciudad, sometiendo a la población a la esclavitud, siendo muchos llevados a Córdoba para pedir rescate, mientras Barcelona era saqueada e incendiada, con sus monasterios, iglesias y catedral.
La ocupación duró unos seis meses, con un trato muy duro para los habitantes y el rescate de los cautivos largo y difícil, aunque fue esta la última vez que los musulmanes conquistasen Barcelona.
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