miércoles, 26 de julio de 2017

La derrota cristiana de Valdejunquera.

Tal día como hoy 26 de julio del 920, cerca de Pamplona, los musulmanes derrotan en la batalla de Valdejunquera a la alianza cristiana navarro-leonesa.

La batalla tuvo lugar entre el ejército del emir cordobés Abderramán III y las fuerzas conjuntas de los reyes Ordoño II de León y Sancho Garcés I de Pamplona, a unos 25 km de Pamplona y  enfrentó a los tres monarcas más poderosos de la península ibérica de comienzos del siglo X.

Abderramán, viendo que sus generales eran derrotados una y otra vez por los cristianos, decidió ponerse personalmente al frente de un poderoso ejército, saliendo de Córdoba el 4 de julio, para dirigir una campaña de castigo, en represalia por la derrota musulmana en la batalla de Castromoros, y tras tomar la plaza de Calahorra se dirigió hacia la capital del reino navarro.

El emir pasó por Toledo y enfiló el camino de Atienza hasta Medinaceli y una vez allí, se dirigió a tierras del Duero, donde emprendió una dura represión, arrebatándole al rey de León las plazas que tres años antes este le había quitado y desde San Esteban de Gormaz, cruzó el Ebro y se presenta al fin en  Tudela el 19 de julio, un mes y medio después.

El rey de Navarra aguardaba en Arnedo, pero al ver que las tropas musulmanas, tras tomar Calahorra, se dirigían hacia Pamplona, se apresuró a ir al norte y unir sus tropas con las del rey de León, quien venía en su ayuda.

Los musulmanes siguieron hacia Viguera, donde derrotaron a las primeras fuerzas conjuntas que se les opusieron, llegando por fin a Muez, en el valle de Junquera, situado a unos 25 km al suroeste de Pamplona.

En ese lugar se libró la definitiva batalla, el 26 de julio de 920, donde el emir cordobés derrotó nuevamente a las escasas huestes de leoneses y navarros, quedando cautivos los obispos de Tuy y Salamanca, mientras los supervivientes se refugiaron en las fortalezas de Muez y Viguera, que fueron cruelmente asediadas y tras tomar las plazas, todos los cautivos fueron degollados, arrasando los campos antes de volver a Córdoba.

De tal descalabro se culpó a los condes castellanos Nuño Fernández y Fernando Ansúrez, por no haber acudido al combate, por lo que ambos fueron apresados y encarcelados, aunque debieron ser liberados poco tiempo después, ya que la documentación los presenta actuando con normalidad.

El emir logró una incuestionable victoria el 26 de julio, procediendo seguidamente a devastar los territorios próximos, donde los musulmanes emplearon varios días en destruir pueblos y cosechas de los valles, retornando al Ebro por la ruta de Atienza y regresando al cabo de unas semanas a Córdoba, portando cientos de cabezas cristianas que exhibieron orgullosos.

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