Tal día como hoy 27 de agosto de 1557, dentro de las Guerras Italianas, Felipe II de España toma finalmente la ciudad de San Quintín, sitiada tras la batalla de su mismo nombre.
La batalla de San Quintín tuvo lugar entre las tropas españolas y francesas el 10 de agosto de 1557, con victoria decisiva para España, cuando tras haber invadido en 1556 el reino de Nápoles las tropas francesas, Felipe II ordenó a las tropas españoles atacar Francia.
El primer escenario del enfrentamiento fue Italia y la ofensiva se inició antes de que acabara ese mismo mes, con un movimiento de distracción dirigido a hacer creer a los franceses que las tropas españolas invadirían la Champaña para luego dirigirse hacia San Quintín, lo que motivó que los franceses enviaran numerosos efectivos para defender esta ciudad.
El ejército español empezó el ataque el 2 de agosto y los franceses enviaron al almirante Gaspar de Coligny al mando de un contingente de socorro, que logró introducirse en la ciudad y tras esta vanguardia se aproximaba el ejército francés al completo, con unos 22 000 infantes, 8 000 jinetes y 18 cañones que intentó también introducirse en la ciudad sitiada aunque fracasó en su propósito.
El 10 de agosto de 1557, Montmorency decidió avanzar sobre la ciudad con la intención de penetrar en la plaza y para ello optó por ordenar a sus tropas que abandonasen la protección del bosque y esta imprudencia dejó la puerta abierta a que los españoles pudieran sorprenderle en mitad de la maniobra y tan sólo unos 200 franceses lograron alcanzar la ciudad.
La caballería ligera española del Conde de Egmont acosó al flanco izquierdo francés y obligó a Montmorency a retirarse hacia el bosque, mientras la caballería francesa trataba con dificultad de contener el ataque.
Ante esta asfixiante situación, Montmorency no tuvo más remedio que presentar allí mismo batalla, desplegando a sus hombres de la mejor manera posible. Mientras su retaguardia seguía amenazada, la infantería de Felipe II ya se había desplegado y cayeron con violencia sobre el ejército francés, que además de ser inferior en número se vio desbordado a causa de las constantes descargas de los arcabuceros españoles, que destrozaban sin parar sus filas.
La carnicería fue tal, que los mercenarios alemanes del bando francés decidieron rendirse en masa y únicamente resistía el centro, donde un apurado Montmorency, viéndolo todo perdido, optó por una muerte honorable batiéndose cuerpo a cuerpo, siendo capturado con vida por un soldado español, que por este hecho recibió un premio de 10 000 ducados.
Se calcula que el ejército francés perdió unos 12 000 hombres y otros 6 000 prisioneros, mientras las fuerzas de Felipe II apenas sufrieron trescientas bajas entre muertos y heridos.
Al conocer el resultado, Felipe II se mostró apenado por no haber estado presente como él quería, escribiendo la victoria a su padre Carlos I, retirado ya a Yuste y decidió celebrar el triunfo ordenando la construcción del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, dedicado a san Lorenzo, santo del día de la victoria.
Luego decidió no atacar París hasta no haber tomado la ciudad de San Quintín, aún en manos francesas, donde los sitiados resistieron hasta el 27 de agosto de 1557, cuando - tras un duro cañoneo- se abrieron varias brechas en la muralla.
En esta batalla tuvo un importante papel el militar flamenco Lamoral, conde de Egmont, que en 1568 fue ejecutado en Bruselas acusado de rebelión por el “Tribunal de los Tumultos”, fundado por el duque de Alba.
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