Tal día como hoy 30 de marzo de 1781, tiene lugar en Sevilla, la ejecución del famoso bandolero Diego Corrientes.
Diego Corrientes Mateos, fue tal vez, el más significativo de todos los bandoleros andaluces, comenzando sus fechorías, en las provincias de Sevilla y Badajoz en 1778, dedicándose al robo de caballos para venderlos en Portugal.
Se convirtió en una leyenda popular debido a su generosidad con los más pobres, pues robaba a los ricos y repartía entre estos últimos algo de lo robado y este hecho hacía que aumentase su fama, estimación y protección popular.
El jesuita, escritor y periodista Luis Coloma, describe a Diego como “un hombre en la plenitud de su vida, de hermosas facciones y cuerpo robusto; dotado de esa elegante flexibilidad que tan airosos hacen a los campesinos andaluces”. Yendo vestido – al parecer – con la “uniformidad” del bandolero, es decir, todos los elementos que caracterizan el oficio, usando como arma un trabuco de ancha boca, conocido como “naranjero”.
El Gobernador de Sevilla, Francisco de Bruma, sentía por él un odio visceral, debido a que fue asaltado por Diego en su carruaje cerca de Utrera, sufriendo una gran humillación cuando el bandolero, colocando su bota en la ventanilla del carruaje, le obligó a atarle los cordones.
Sea como fuere, esta circunstancia desató su ira y deseo de venganza y en 1780, puso en marcha todos los medios disponibles para su captura, ofreciendo importantes sumas de dinero - hasta doscientos mil ducados - por la entrega de Diego, un bandolero sobre el que no pesaba un solo crimen de sangre.
Finalmente fue acosado en Portugal, donde sin la complicidad y simpatía de los campesinos que le habían protegido y apoyado en España, el “bandolero generoso” no tardaría mucho en ser localizado en las proximidades de “Pozo del Caño”, en Olivenza, donde tras una brava resistencia, fue apresado y trasladado a la cárcel de Sevilla, para ser juzgado.
Sobre los pormenores de la detención existe un artículo publicado de junio de 1999 en “El Correo de Andalucía”, del jurista José Santos Torres, hablando del cúmulo de irregularidades en la extradición de Diego por parte de la justicia portuguesa.
Celebrado el juicio en Sevilla, el día 25 de marzo de 1781, fue condenado según dictaba la sentencia, a “ser arrastrado hasta el patíbulo, ahorcado y descuartizado, exponiéndose sus despojos por los caminos”.
El 30 de marzo -Viernes Santo de 1781- se cumplió la sentencia y tal como señalaba el ordenamiento judicial sus brazos y piernas fueron colgados en ganchos y expuestos como escarmiento en los caminos de mayor tránsito de Sevilla y su cabeza exhibida en una jaula en el mismo lugar donde obligó al gobernador a abrocharle la bota.
La vida del personaje, que según el cantar popular – como siempre sucede - “a los ricos robaba y a los pobres socorría”, fue llevada al cine por el director Antonio Isasi Isasmendi, en la película “Diego Corrientes” en 1959.
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