Tal día como hoy 26 de marzo de 1766, Carlos III destituye al ministro Esquilache a causa del motín iniciado tres días antes.
Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache, fue un diplomático y político español de procedencia italiana, que llegó al servicio de Carlos III con la subida al trono como rey de España de este en 1759, siendo ministro de Hacienda real y más tarde Secretario de Guerra y gozando de la total confianza del monarca, del que se convirtió en su más leal y próximo colaborador.
Junto al marqués de la Ensenada, inició cambios dirigidos a modernizar el país, que chocó frontalmente con el típico inmovilismo español y la hostilidad de la mayoría de la nobleza cortesana, que envidiosos veían como un extranjero les quitaba protagonismo.
Contra él estuvieron los nobles y la enemistad de la población española, que no quería someterse a las medidas de control del ministro, que llegaban hasta la vestimenta, mediante un recorte de capas y sombreros, para evitar que se ocultasen armas de fuego o dificultasen la identificación personal, lo cual sería a la postre la causa inmediata del conocido como “Motín de Esquilache”.
La Iglesia, ofendida con su política anticlerical, se sumó también al carro contra el ministro y se opuso a las medidas que la obligaban a pagar tributo por los bienes que tuviera en desuso.
No obstante, su buena administración y acertadas medidas, se evidenciaron en las reformas de Madrid, que incluyeron saneamiento, pavimentación y alumbrado, además de mejoras en el trazado urbano que han perdurado hasta hoy, las cuales hicieron que Carlos III fuese llamado años después, “el mejor Alcalde de Madrid”.
La situación que provocó su cese fue confluencia de varios factores, la mayoría no imputables al ministro, como lo era el hecho de que la Corte viviese en un ambiente de lujo desmedido mientras la población sufría carestías en los alimentos básicos, lo cual fue apoyado por nobles y eclesiásticos, - que no lo padecían - haciendo causa con el pueblo llano y encrespando sus ánimos, mientras culpaban de todo al odiado Esquilache.
Iniciado el motín en Madrid el 23 de marzo, obligó al Rey a aceptar las condiciones más o menos impuestas por los revoltosos, que se materializaban en la salida de Esquilache del gobierno y su destierro a Nápoles y una profunda reforma destituyendo a los no españoles, lo cual era la mayor aspiración de la nobleza nacional.
Conseguido lo que nobleza y clero perseguían, se dejaron sin atender sin embargo las reivindicaciones que afectaban al pueblo, como bajar el precio de los alimentos, manteniéndose también las obligaciones sobre la vestimenta con capa corta.
Esquilache abandonó España en abril de 1766 destino a Nápoles, dejando dicho por escrito; “Yo he limpiado Madrid, le he empedrado, he hecho paseos y obras... que merecería que me hiciesen una estatua, y en lugar de esto me han tratado tan indignamente”.
Se atribuye al rey en relación a estos hechos la frase “- Mis súbditos son como niños pequeños. Lloran cuando se les lava”.
Casi un cuarto de milenio después, los españoles seguimos en esto casi igual...
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