La política imperialista de Napoleón, había convertido España en un peón de su juego y durante el invierno y principios de la primavera de 1808, los soldados franceses - en virtud del tratado de Fontainebleau – entraron por los Pirineos con la excusa de invadir Portugal, mientras el emperador nombraba al mariscal Murat su representante en España, el cual dirigió sus tropas hacia Madrid.
La presencia de tropas francesas en España, se había ido haciendo amenazante a medida que iban ocupando ciudades españolas, llegando a unos 65.000 soldados franceses acantonados en el país, que controlaban las comunicaciones, la capital Madrid y la frontera francesa.
Esto terminó por alarmar a Godoy – valido de Carlos IV- y en marzo de 1808, temiendo lo peor, la familia real se retiró a Aranjuez con la corte para, en caso necesario, seguir hacia Sevilla y embarcarse luego para América, como ya había hecho el rey portugués.
Pero los preparativos de este viaje causaron indignación popular y la muchedumbre culpó de la situación a Godoy, mientras algunos nobles contrataron agitadores para que, a la cabeza de una multitud amotinada, saquearon el palacio de Godoy, arrojando por los balcones las pertenencias no sustraídas y quemándolas.
El día 19 de marzo, Godoy fue encontrado escondido entre las alfombras de su palacio, siendo llevado hasta la Guardia de Corps, en medio de una lluvia de golpes, lo que hizo intervenir – para evitar su linchamiento - al príncipe Fernando, en el que abdicó su padre ese mismo día, convirtiéndose en Fernando VII.
La historiografía de la época mitificó el suceso, haciendo aparecer la caída del odiado Godoy, como el punto de partida de la “Revolución Española”.
Sin embargo las causas fueron otras; En primer lugar la derrota de Trafalgar, que recayó en las clases más bajas, pero más determinante fue el descontento de la nobleza, la impaciencia del príncipe Fernando por reinar y las intrigas cortesanas, donde los aristócratas recelosos del poder de Godoy, conspiraron junto con el clero ante el temor de perder sus privilegios.
El motín de Aranjuez, significó el principio del fin del Antiguo Régimen en España, pues aunque el pueblo había sido manipulado por la nobleza, su intervención fue decisiva al conseguir no sólo la renuncia del ministro odiado, sino también la de un soberano y el acceso al trono de otro, legitimado, en parte, por la voluntad popular.
Se iniciaba ahora un sangriento y oscuro periodo de la Historia de España: La Guerra de la Independencia y el posterior reinado de Fernando VII - nefasto en todos los sentidos - que acabaría con la primera guerra carlista.
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