Tal día como hoy 31 de julio de 1926, en México entra en vigor la suspensión de cultos decretada por el gobierno del general Plutarco Elías Calles, lo que marca el inicio del conflicto entre la Iglesia y el Estado, más conocido como “Guerra Cristera”.
La Guerra Cristera, también llamada “Guerra de los Cristeros o Cristiada”, fue un conflicto armado que se prolongó desde 1926 hasta 1929, entre el gobierno mexicano y religiosos católicos, que se negaban a la llamada “Ley Calles”, que proponía limitar el culto católico en la nación.
La Constitución mexicana de 1917, negaba la personalidad jurídica a las iglesias, prohibía la participación del clero en política, las privaba de poseer bienes raíces e impedía el culto fuera de los templos.
Basado en esto, el gobierno de Plutarco Elías Calles, decidía cuantos sacerdotes debían servir en cada templo, que estos debían de ser mexicanos de nacimiento y todos los sacerdotes extranjeros fueron expulsados, prohibiendo a la Iglesia abrir colegios, ya que la Constitución establecía el carácter laico de la educación, que sólo al Estado correspondía. Con la aplicación de estas medidas, se desencadenaría la llamada guerra Cristera.
Comenzó la lucha al grito de: ¡Viva Cristo Rey! y hubo levantamientos en Jalisco, Nayarit, Zacatecas, Guanajuato y Michoacán y luego se sumó casi la totalidad del centro del país, con un carácter fundamentalmente rural, calculándose que hacia 1927, las fuerzas cristeras rondaban los 12.000 efectivos y dos años después, habían alcanzado los 20.000, llegado hasta casi medio millón poco después.
El conflicto religioso se desarrolló principalmente en los estados del centro de Mexico y el gobierno para combatir a los rebelados, invirtió enormes recursos económicos, materiales y humanos, pues tuvo necesidad de emplear gran número de soldados
En vista del giro violento del conflicto, los obispos mexicanos, se distanciaron del movimiento armado y trataron de negociar la paz con el gobierno de Calles con la mediación de los Estados Unidos, logrando un acuerdo de amnistía general para todos los alzados en armas que quisieran rendirse.
El acuerdo no tomó en cuenta a los 500.000 combatientes del ejército cristero que decepcionados, la mayoría dejó las armas, pero otros continuaron la lucha durante varios años, con lo cual no fue totalmente efectivo.
El número de muertos en esta guerra fue muy elevado y algunos historiadores, hablan de unos 200.000, entre civiles, efectivos de las fuerzas cristeras y el Ejército Mexicano. Lo cierto es que la represión por parte del gobierno fue muy dura, pues persiguió a todo aquel que osara desafiar lo establecido en la Ley Calles, hasta llegar a fusilar sacerdotes por decir misa.
El 21 de junio de 1929, ya finalizado el mandato de Plutarco Elías Calles, la Iglesia católica y el gobierno de Emilio Portes Gil, llegaron a acuerdos que finalmente pusieron fin a la lucha armada y seis días después, el 27 de junio de 1929, los servicios religiosos se reanudaron.
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