Tal día como hoy 22 de julio de 1934 murió John Dillinger, cayó el enemigo público número uno de los Estados Unidos, tiroteado por los agentes del FBI.
Dillinger llegó a competir en popularidad con mafiosos como Al Capone en los periódicos de Chicago y de todo el país por sus numerosos atracos.
John Dillinger pronto emprendió su carrera en el hampa. Después de desertar del ejército, a principios de la década de los años 20, dio su primer golpe y acabó en la cárcel, donde frecuentó las amistades necesarias para perfeccionar su técnica como atracador.
Cuando salió de prisión, los bancos de Indiana, Wisconsin, Florida y Arizona fueron su objetivo. Su fama empezó a extenderse por diversos estados, y el gobierno puso precio a su cabeza.
La Norteamérica de la Gran depresión -con millones de personas vagando por el país y la mayoría de las familias en una situación precaria- fue el escenario perfecto para los crímenes de figuras míticas como Bonnie y Clyde, Kate "Ma" Barker y el propio John Dillinger.
Estos forajidos, convertidos en leyendas por la opinión pública, se convirtieron en una auténtica obsesión para J. Edgar Hoover, director del FBI.
A Dillinger solo había algo más que le gustase más que dar un buen golpe: dejar en ridículo ante la prensa a sus perseguidores. Al principio lo tuvo más fácil cuando el burlado era un sheriff local, pero al entrar en juego el FBI -al violar varias leyes federales- la historia cambió.
El 22 de julio de 1934, el delincuente decidió ir a un cine de Chicago con su amiga y una novia de esta. Curiosamente, la última película que vio fue El enemigo público número 1, protagonizada por Clark Gable, William Powell y Myrna Loy. A las afueras del cine le esperaban los agentes del FBI; las órdenes de Hoover eran muy claras: "disparar a matar..."
Tras su muerte, John Dillinger se convirtió en un icono popular aún más grande, en una especie de vengador social, aunque Dillinger, nunca fue un Robin Hood y todo lo que robó fue para su propio bolsillo.
Pero el odio generalizado contra los bancos, después del Crack del 29, fue excusa suficiente para que un ladrón de bancos fuera toda una leyenda, para los estadounidenses.
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