Tal día como hoy 3 de septiembre de 1978, Juan Pablo I comienza su pontificado, falleciendo un mes más tarde.
Se le llamó “el Papa de la luna”, ya que su mandato duró solo un mes y tomó como lema de su papado “la Humildad”, lo que se reflejó en su polémico rechazo de la coronación y de la tiara papal en su entronización, en contra de lo prescrito.
Estableció a su alrededor un ambiente de optimismo y cercanía, que no llegaría a avanzar por la brevedad de su pontificado y falleció - según fuentes oficiales - de un infarto, 33 días después de su elección.
Aunque el Vaticano afirmó que Juan Pablo I murió en su cama y, que no se le hizo autopsia por la oposición de sus familiares, esta declaración fue contradicha por la familia que dijo que la muerte le sobrevino en su escritorio y que se le había realizado una autopsia.
Estas incoherencias junto a factores de índole económica, han dado origen a teorías que apuntan al envenenamiento del Pontífice, ya que Juan Pablo I pretendía clarificar las cuentas vaticanas pues sospechaba que la alta jerarquía eclesiástica – concretamente del arzobispo Paul Marcinkus, “el banquero de Dios”- que era responsable de una dudosa administración.
Las circunstancias de su muerte y otros hechos extraños, como que la defunción no fuese certificada por el forense vaticano sino por otro y, lo precipitado de su embalsamamiento, dispararon la teoría de que fue asesinado.
El sacerdote español Jesús López Sáez – entre otros - en su libro “El día de la cuenta”, presume que el sumo pontífice fue envenenado con un vasodilatador.
En 1988, el Vaticano abrió sus puertas al periodista John Cornwell y la conclusión de este, fue que era inverosímil que el papa hubiera sido asesinado, atribuyendo su muerte a varios factores: la burocracia vaticana, la presión del trabajo, el estrés y un descuido de los médicos que pudieron producir una embolia pulmonar.
Sin embargo, varias fuentes acusaron a Cornwell de haber sido contratado por el Vaticano para dar precisamente esta información, ya que se demostró que el Papa no tenía problemas de salud, ni tomaba medicación alguna, dejando muchas más dudas sin resolver sobre la muerte, que antes de hacerse estas declaraciones.
La iglesia tiene fama de sabia y cauta, pero muchas veces es, por sus actos misteriosos, siniestra.
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