Tal día como hoy 10 de septiembre de 1229, se inicia la Conquista de Mallorca por las tropas de Jaime I de Aragón “ El conquistador”
La situación geográfica de Mallorca facilitaba un intenso comercio, siendo punto de encuentro de mercaderes de varias zonas del Mediterráneo - judíos, cristianos y musulmanes- que vendían y compraban en su mercado toda clase de productos.
Aunque la conquista respondió a razones políticas de expansión de la corona de Aragón, la excusa que se empleó para iniciarla, fue el saqueo y captura en Ibiza, en noviembre de 1226, de dos naves catalanas que se dirigían a comerciar con Ceuta.
Jaime I solicitó que les fuesen devueltas, pero el valí musulmán, dijo desdeñoso no saber quien era el rey que las solicitaba, por lo que cuando el enviado relató lo sucedido, Jaime juró no abandonar hasta “asir al moro por las barbas”, que en la época se consideraba algo muy humillante.
Nobles y prelados se comprometieron con la empresa, pero también hombres libres y ciudades, siendo Barcelona, Tortosa y Tarragona - las más perjudicadas por la piratería - las que más navíos ofrecieron y las que más activas fueron en la nueva cruzada contra los infieles.
El desembarco de los cristianos, estaba previsto en la bahía de Pollensa, pero los fuertes vientos obligaron a desviarse hacia el sur y finalmente se llevó a cabo, el 10 de septiembre de 1229, en la costa de Santa Ponsa, en donde existe hoy día una cruz conmemorativa del lugar del desembarco y se celebran allí la típica batalla de “moros y cristianos”.
El asedio a Mallorca - Medina Mayurqa - duró más de tres meses, situándose el campamento real cerca de la acequia que abastecía de agua a la ciudad, aunque lejos de las ballestas musulmanas y el rey ordenó construir una empalizada alrededor del campamento.
Cuentan que, una vez tomada la ciudad, los cristianos apresaron al valí y lo torturaron para que les confesase dónde guardaba los tesoros de la piratería, hasta que finalmente murió sin revelar dónde escondía tales riquezas
Al mismo tiempo, incendiaron la medina y pasaron a cuchillo a toda la población que no había logrado huir o había quedado rezagada en las casas, aunque algunos se convirtieron al cristianismo para salvar sus vidas.
La matanza fue tan grande, que los miles de cadáveres no pudieron ser enterrados, por lo que poco después las tropas cristianas resultaron diezmadas por una epidemia de peste producida por la putrefacción de tantos cadáveres, que según la crónica de Jaime I fueron 20.000.
Tras la conquista, el rey repartió el territorio entre los nobles que le acompañaban, tal y como se dispone en el “Llibre del Repartiment”, que registra meticulosamente las donaciones de casas o terrenos hechas a los nobles aragoneses o catalanes y a todos los que participaron en la expedición.
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