Tal día como hoy, 31 de enero de 1580, el Rey Felipe II de España, invocaba su derecho a suceder, al monarca Enrique I de Portugal y ocupar el trono de Portugal.
La muerte sin herederos del Rey Sebastián I de Portugal, en el año 1578 en la batalla de Alcazarquivir, y dos años más tarde, a principios de 1580, de su sucesor Enrique I, creó una grave crisis sucesoria en el país luso.
En 1578, el joven rey Sebastián I de Portugal moría en la batalla de Alcazarquivir sin dejar heredero. El cardenal Enrique I el Casto, tío-abuelo de Sebastián, lo sucedió como rey.
Enrique intentó renunciar a su oficio clerical para tener descendencia que perpetuase la dinastía de Avís, pero el papa Gregorio XIII, apoyando a los Austrias, no le permitió abandonar su cargo de cardenal.
El rey-cardenal moriría dos años más tarde sin descendencia, dejando un vacío de poder en el trono de Portugal que provocaría una crisis dinástica.
Las cortes portuguesas, tenían que decidir cuál de los pretendientes al trono ceñiría la Corona portuguesa, sin embargo, Felipe II, se anticipó a la decisión y, amparándose en sus derechos sucesorios, ordenó la invasión militar del país.
El curso favorable de la Guerra de Flandes y la tregua alcanzada con el Imperio Otomano, permitieron a Felipe II movilizar amplios recursos militares, tanto terrestres como navales, para someter al Reino de Portugal, si no lograba ser reconocido como su soberano por medios diplomáticos.
El prior Antonio de Crato, el único rival lo bastante ambicioso como para plantar cara al Rey Felipe II, se autoproclamó Rey de Portugal en 1580. Al conocer la noticia, Felipe II ordenó a sus mejores comandantes, el duque de Alba y Álvaro de Bazán, invadir Portugal.
Los Tercios españoles, pronto derrotaron al ejército del prior Antonio de Crato, en la batalla de Álcantara. Un año después, en 1581, Felipe II fue reconocido, como soberano de Portugal.
Una vez tomada Lisboa, Felipe II fue proclamado rey de Portugal, el 12 de septiembre de 1580 con el nombre de Felipe I de Portugal y jurado como tal, por las Cortes reunidas en Tomar, el 15 de abril de 1581.
La aceptación del nuevo rey, se hizo bajo la condición de que los territorios portugueses y sus colonias, mantuvieran sus propias Cortes, derechos y privilegios, sin ser anexionadas a Castilla, como provincia española.
De esta forma daba comienzo un periodo de la historia, en el que Portugal y los demás Reinos hispánicos, compartieron el mismo monarca en una unión dinástica "aeque principaliter" que se prolongó hasta el año 1640.
Durante toda la dinastía filipina, hubo un gran número de impostores que se hacían pasar por el rey Sebastián I, siendo los más relevantes los que aparecieron en 1584, 1585, 1595 y 1598.
"El Sebastianismo", la leyenda de que el joven rey retornaría a Portugal en un día con neblina, se mantuvo hasta tiempos modernos, y mucha gente, hasta finales del siglo XIX creyó que podría producirse.
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