Sánchez de Neyra lo narra así en su "Gran Diccionario Tauromáquico", en un texto que recoge "Taurología" : "El interés privado divisó ya por entonces, un objeto de lucro en la afición del público a las fiestas de toros . Así que muchos particulares solicitaron y obtuvieron de los monarcas, privilegios para dar funciones en cosos cerrados, y el primero de que nosotros tenemos noticia, lleva la fecha de 27 de enero de 1612".
En él, su majestad el rey Felipe III hizo merced en forma de privilegio, por tres vidas, a favor de Ascanio Manchino, del derecho de la renta de los corros de toros de la ciudad de Valencia; privilegio que luego fue vendido en cantidades crecidas por los sucesores del que podríamos llamar empresario.
No se desdeñaban de serlo, o al menos de desempeñar este papel, personajes de importancia. El canciller mayor y registrador del Consejo Real de Indias, Felipe de Sala, y Martin de la Bayrón, contador del marqués de Tavera, entonces virrey y capitán general del reino de Valencia, fueron dueños sucesivamente, a título de compra, del antedicho privilegio, que feneció en 1647.
Pero mucho antes de esta fecha, en 9 de diciembre de 1625, hizo merced el rey al Hospital de Valencia , por veinte años, del antedicho privilegio, para cuando concluyesen las tres vidas por que fue concedido".
También Felipe III, según se cuenta el tratado técnico del "Cossío", ordenó erigir, en 1617, los edificios de la Plaza Mayor de Madrid, "con tal mira, y cuyos primitivos planos propuso a su arquitecto favorito Gómez Mora".
Y se dice antes: "... haciendo que en los planes de reformas urbanas se incluyera la construcción de plazas públicas, dispuestas para que desde el balconaje de sus edificios, pudieran presenciar los acaecimientos de su ámbito, gran número de personas".
Explica el Cossío que esa costumbre se imitó, en poblaciones más pequeñas para que en las fiestas públicas, pudieran asistir el mayor número de espectadores. "Mas esto servía tan solo a fines de públicas diversiones, y resultaba inadecuado, cuando el toreo llegó a ser una profesión retribuida y primero instituciones benéficas o cuerpos patrióticos, como las Reales Maestranzas, y luego asentistas y empresarios, trataron de obtener beneficios, de la celebración de la fiestas taurinas".
Y resume el citado tratado, en su tomo I: "Se sintió así la necesidad de un recinto cerrado, con accesos para el público, susceptibles de ser vigilados, y ello no podía lograrse en edificios independientes y construidos con tal fin".
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